La alegría de la huerta
Hace unos 50 o 60 años, miles de personas de otras comunidades del
estado español vinieron a Euskadi con el ánimo de trabajar y así
labrarse un mejor futuro para sus familias. Muchos de ellos provenían
de pequeños municipios rurales de Castilla, Extremadura, Andalucía
o Galicia básicamente y por ello, bastantes de ellos, con el fin de
aliviar la maltrecha economía familiar optaron por ocupar las
riberas de los ríos, carreteras, vías de tren, etc y destinar esas
tierras, muchas de ellas de propiedad difusa, a la labranza.
Todos conocemos municipios vascos cuyos márgenes de carreteras, vías
y ríos están abordados por estas huertas donde además de las
hortalizas afloran, bastante más fácil que los champiñones, las
consiguientes chabolas para aperos y demás enseres con lo que, lo
que comenzó siendo unos pequeños huertos, en algunos casos acaban
siendo verdaderos cortijos donde las chabolas de aperos se
transforman en un coqueto refugio para el tiempo de ocio.
Tanto es así, que creo recordar que esta problemática era
mencionada en el Proyecto de Ley de Paisaje, posteriormente fue
tramitado a modo de Decreto, como punto negro a corregir porque según
se podía leer entre líneas, a los políticos no les gustaba que los
miles de turistas que circulan por nuestras carreteras vean semejante
panorama.
Pues bien, actualmente, nos encontramos sumidos en una locura
colectiva donde diferentes entidades y ayuntamientos (de todos los
colores políticos además) se han lanzado a la carrera “electoral”
de abrir parques de huertos y destinar ingentes fondos para comprar y
acondicionar diferentes parcelas, en la mayoría de los casos de
propiedad pública, dotándolas de agua, senderos para los
desplazamientos internos, casetas para aperos, zonas de compost, etc.
Fue ya hace un par de años cuando me referí a este tema denunciando
la actitud de la entidad financiera de este país por antonomasia,
osea Kutxabank, quien haciendo oídos sordos a las peticiones del
sector agrario profesional impulsó, quizás viendo la necesidad de
mejorar su deteriorada imagen corporativa, el centro Ekogunea en
Donostia y a través de él, una red de parques de huertos urbanos
donde, supongo, habrá invertido un potosí mientras dejaba en la
estacada a todo aquello con olor a baserritarra.
Ahora, contagiados por dicha fiebre, son numerosos los ayuntamientos
quienes ....
destinan a esta horticultura, en principio, de ocio y se
gastan un pastizal en acondicionarlos para que no vuelva a repetirse
lo de los años sesenta y por ello, con la inestimable colaboración
de los ekoguneros, se proyectan unos parques de huertos chulísimos,
con un diseño ecoguay y se destina a ello unos fondos que para sí
lo quisieran los baserritarras de dichos municipios que, como
imaginarán están enojados que a estos hortelanos ociosos se les
dedica más fondos que a los propios profesionales.
Soy consciente que no es nada popular ir contracorriente y
despotricar contra esta nueva moda. Probablemente me confunda, no
será ni la primera ni la última vez, y nos encontremos ante un
nuevo escenario donde la sensibilidad por la ecología junto con una
mayor concienciación por la alimentación saludable confluyen en
este creciente interés por las huertas urbanas pero mucho me temo
que mi olfato no me volverá a fallar.
Eso sí, a este colectivo de ayuntamientos tan interesados en
fomentar la horticultura, si realmente están convencidos que hay que
impulsar la huerta les daría tres breves consejos: en primer lugar,
que revisen su planeamiento urbanístico, lo modifiquen a fin de
diseñar una malla verde donde los espacios verdes urbanos (donde
irían las dichosas huertas) conviviesen en armonía con las
urbanizaciones de viviendas sin tener que expulsar las huertas al
extrarradio y así, los usuarios no tendrían que recurrir al
contaminante vehículo para trabajar en su ecológica huerta; en
segundo lugar, que den un nuevo destino a los amplios parques y
jardines actuales para transformarlos en esos ansiados huertos
urbanos y en tercer lugar, finalmente, si una vez ejecutado lo
anterior, aún les sigue tentando la horticultura, que destinen
tierras municipales para que jóvenes, y no tan jóvenes, en
situación de desempleo, tras la oportuna formación agraria, puedan
dedicarse a la agricultura como actividad económica, generadora de
empleo, sacar la familia adelante y de paso, rejuvenecer el sector
productor que, como se podrán imaginar, falta le hace.
Xabier Iraola Agirrezabala
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