INSISTENCIALISTA
No
sé si le ocurrirá a usted, estimado lector, que cuando anda
trabajando sobre un tema, el grado de concentración es tal que, a
riesgo de ser un pesado, no ve más que cuestiones relacionadas con
el dichoso tema y para más inri, le es mentalmente imposible,
abordar otra serie de cuestiones diferentes al tema de marras.
Pues
bien, últimamente ando muy centrado en la cuestión del relevo
generacional en nuestros caseríos y por lo tanto, ya me perdonará
la insistencia (utilizo la expresión de “insistencialista” para
referirme cariñosamente a los miembros de ELKARRI, grupo pacifista
caracterizado por su insistencia en sus postulados), siguiendo la
estela de un artículo anterior titulado “Orgullo Rural” creo
conveniente abordar nuevamente esta cuestión y/o problemática.
Comienzo
refiriéndome a un magnífico documento cuya lectura acabo de
finalizar titulado “La sucesión en la ganadería familiar: El
ovino de leche en el País Vasco” que es la tesis doctoral de la
socióloga Guadalupe Ramos Truchero que, si bien actualmente trabaja
en la Universidad de Valladolid, es una buena conocedora de la
nuestra realidad.
En
dicho documento se analizan 24 explotaciones de ovino de la Comunidad
Autónoma y en todos los casos analizados, dejando previamente
aclarado que todos los jóvenes son provenientes de familias con
explotación ovina, se subraya la gran influencia que tiene la
familia en el futuro de sus hijos y muy especialmente, en lo relativo
al futuro profesional ligado al sector primario.
Los
padres, como es normal, insisten a sus hijos/as para que estudien
más allá de la educación básica y es en este momento de la
adolescencia donde se concitan una serie de factores (sociales,
familiares, económicos, vitales, etc) que hacen que sea clave en la
decisión de ese joven sobre si dedicarse o no, profesionalmente, al
noble arte de la agricultura.
La
insistencia de los progenitores en alargar su formación es
interpretado por los hijos, bastante frecuentemente, como un deseo
expreso de expulsarles de la explotación (actitud que se observa con
mayor fuerza en el caso de la madre) o por alejarles definitivamente
por si hubiera alguna “tentación” de quedarse en el caserío.
Guadalupe
Ramos plantea diferentes escenarios en función de la actitud de
éstos jóvenes y así nos plantea el caso de los jóvenes
vocacionales, el segundo caso de los pragmáticos y finalmente, un
tercer escenario protagonizado por aquellos jóvenes que rechazan
claramente cualquier vínculo con la explotación agraria y que por,
lo tanto, los voy a obviar. Tal y como he mencionado anteriormente la
tesis está basada en el sector del ovino de leche, osea pastores,
pero creo esta división de diferentes escenarios es fácilmente
trasladable al conjunto del sector primario, independientemente del
subsector productivo al que nos refiramos.
Los
jóvenes vocacionales son ....
jóvenes que han mamado su pasión por la
actividad del campo del pecho de su madre, la han abonado desde su
infancia y la desarrollan, a pesar de las incomprensiones de los más
cercanos, en su juventud apostando, firme y decididamente por la
actividad. Su pasión por el campo, sea ganado, huerta o viñas les
hace creer (¡Error! Como diría el famoso anuncio televisivo) que
ellos ya poseen los conocimientos básicos para llevar adelante la
explotación y consecuentemente, rechazan (nuevo error) cualquier
complemento formativo a lo meramente agrario puesto que ello es
considerado como una estratagema familiar para alejarles de su
verdadera pasión, el campo.
En
el segundo escenario están los jóvenes pragmáticos conformado por
jóvenes cuya relación con el campo viene también desde la cuna
pero, a falta de un fuerte componente vocacional, compaginan su
colaboración en las tareas familiares con un cierto desinterés, sin
llegar al rechazo, lo cuál unido a un temprano abandono de los
estudios les lleva a “picar” laboralmente fuera de la explotación
en sectores económicos inestables (hostelería, construcción, etc.)
y de baja retribución. La prolongada inestabilidad laboral y su
cercanía al negocio familiar, además de un patente rechazo en
trabajar para otros, hacen que estos jóvenes reconsideren el negocio
familiar como una alternativa laboral aceptable donde los
conocimientos básicos adquiridos desde la infancia compensan, al
menos en su opinión, su patente laguna formativa.
No
es mi intención abordar la tesis en su conjunto pero tras su lectura
y posterior reflexión, creo que sí debemos subrayar la importancia
que los padres tienen en ese momento tan especial en la vida de sus
hijos reforzando la vocación innata con unos estudios específicos y
bien orientados a la actividad o complementándola con una serie de
competencias en otras áreas, no tan genuinamente agrarias (gestión,
economía, ventas, transformación, veterinaria, etc) pero que le
vendrán de perlas en su quehacer diario y para el segundo grupo, el
de los pragmáticos, creo necesario impulsar y reforzar una buena
formación “intensiva” o “express” que les permita adaptarse
a las crecientes necesidades que se van a encontrar al volver a casa
y ponerse al frente de la explotación familiar.
Insisto,
y aquí acabo, en ninguno de los dos casos es admisible que la
formación de los jóvenes se limite a la transmisión de
conocimientos de padres a hijos y por lo tanto, es más necesario que
nunca, destacar la necesidad de formarse. El mundo agrario, a
semejanza de lo que ocurre en el resto de profesiones, avanza tan
vertiginosamente que es inaceptable ese planteamiento castrante para
el futuro de estos nuevos baserritarras.
Xabier
Iraola Agirrezabala
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