Un adiós y un hasta luego
Escribo estas líneas con el
cuerpo raro y el ánimo fastidiado pero
con la mirada esperanzada en un futuro cercano donde la banda armada ETA dejará
de tutelar nuestras vidas y arruinar el presente y futuro del colectivo que
conformamos el pueblo vasco.
Es un adiós esperado, deseado,
necesitado. Lo necesitamos, yo al menos, como el respirar porque aunque estos
pocos últimos años la banda dormitaba, según parece, una vez desarmada, la
banda procederá a disolverse. Al menos es lo que esperamos la inmensa mayoría
de vascos y por ello, a pesar del alivio que me proporciona el anuncio del
desarme, quiero dejar bien patente que ni quiero ni puedo hacer el menor gesto
que ellos, y sus admiradores, lo acojan como un simple reconocimiento,
agradecimiento o algo parecido a la decisión que, finalmente, felizmente, han
adoptado.
ETA, como siempre, anda tarde y
su intento de pasar página de la forma más digna posible, involucrando a determinadas
gentes bienintencionadas no genera en mi interior ningún sentimiento positivo
hacia ellos, los terroristas. Bastante daño nos han hecho durante décadas y a mí
personalmente, además de asesinar a mi amigo Juan Mari Jauregi, me han marcado
tan profundamente que, precisamente por eso, quiero hacer público mi mayor
desprecio hacia ellos. Les perdono, a ellos y a sus admiradores, pero olvidar, no
olvidaré nunca.
Dicho lo dicho sobre el adiós de
ETA y rogándoles por anticipado el perdón por incluir cuestiones políticas como
éstas en un artículo de opinión sobre cuestiones agroalimentarias (en caso de
haber callado hubiese literalmente, reventado), me quiero referir a la
Conferencia sobre la PAC (Política Agraria Común) post 2020 que se celebró en
Madrid los días 27 y 28 de Marzo como un hasta luego, largo y extendido en el
tiempo, donde nos esperan unos cuantos años de interminables debates y
reflexiones sobre la orientación que deben adoptar las autoridades europeas
(Parlamento, Comisión y Consejo) sobre la única política realmente común en el
viejo y griposo continente europeo.
La conferencia fue inaugurada por la ministra
Isabel García Tejerina que contextualizo dicho evento en el objetivo político
de trabajar y consensuar una postura común del Estado para el momento en que se
inicien las verdaderas negociaciones y por ello, en el diseño de la
Conferencia, tomaron la palabra tanto los responsables ministeriales,
comunitarios, autonómicos y las organizaciones agrarias y cooperativas, sin
olvidar, por lo llamativo del guiño, la participación de organizaciones
ecologistas.
Obviamente, como era previsible,
todos los oradores defienden una PAC fuerte y sustentada en un presupuesto
suficiente y por ello, una vez más, recordando el dicho del huevo y la gallina,
se suscitó el debate si lo primero que hay que dilucidar es el debate
presupuestario y fijar objetivos y prioridades en función de los fondos, o si
por el contrario, debiéramos aclarar cuáles son los objetivos de la PAC y en
función de los mismos, dotarlos del presupuesto necesario.
La experiencia de los años y la
agudeza visual adquirida al observar la gran importancia que le damos al vil
metal, me hace pensar que, nuevamente, será el debate presupuestario encuadrado
en la negociación del nuevo Marco Financiero Plurianual el que fije las coordenadas
finales en las que diseñaremos la PAC del próximo decenio y por ello, no es como
para obviar la advertencia formulada por el comisario Phil Hogan cuando prevé,
poniendo la venda antes que la herida, un recorte de 3.600 millones de euros
como consecuencia directa e ineludible del dichoso Brexit.
Para más INRI, además del
desconocimiento sobre lo que nos depara el Brexit, tampoco existe la necesaria
certeza sobre los interlocutores y sus objetivos políticos puesto que el
infernal carrusel de elecciones
nacionales en Francia, Alemania, etc. además de las elecciones europeas
previstas para mayo del 2019, puede hacer que cambie, muy mucho, el perfil de
los negociadores que se sienten a la mesa.
Además, por si no fuese
suficiente con las dudas antes planteadas, presupuesto e identidad de los
negociadores, debemos destacar la complejidad del empeño puesto que se pretende
diseñar la política agraria común para un territorio tan vasto y diverso, con
realidades climáticas, orográficas y socio-económicas tan dispares como pueden
ser el campo andaluz y la agricultura de montaña de la Cornisa hasta los Alpes
o los territorios del este y báltico. Ósea, un verdadero galimatías.
Para rematar la faena, por si lo
anterior no bastase, debemos tener en cuenta que además de la producción de
alimentos, de calidad, sabrosos, saludables y todos los atributos que se le
ocurran, la política agraria debe responder, o al menos intentarlo, a los retos
del cambio climático, sostenibilidad, bienestar animal, despoblamiento, política
energética con biocarburantes, volatilidad de los mercados, relevo
generacional, etc. y todo ello en un mercado, cada vez más, abierto,
liberalizado, indefenso y en manos de las empresas multinacionales que
controlan en situación de oligopolio el mercado de los inputs, de los grandes
grupos inversores que carroñean en los mercados bursátiles y mercados de
futuros de las materias primas y en un mercado gestionado por una cadena
alimentaria totalmente desequilibrada a favor del sector industrial y
distribuidor.
¿Alguien da más? Como verán, esto
va para largo. Por lo que, consciente de que este tema lo abordaré, una y otra
vez, los próximos meses y años, no me queda más que decirles: ¡Hasta Luego!
Xabier Iraola Agirrezabala
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