Diálogos valencianos
A la vuelta de unos días de descanso con motivo de la Semana Santa y
con un país plagado de turistas, ¡menos mal que seguimos en
crisis!, la alegría me ha llegado a través de los medios de
comunicación al conocer que un juzgado ha condenado a una turista,
catalana para más señas, cuyo perro, suelto, atemorizó a un
nutrido rebaño de ovejas en Otsagabia y provocó la consiguiente
estampida que se saldó con 12 ovejas muertas, 27 desaparecidas y 141
abortos. La sentencia, por lo reflejado en la prensa, destaca la
actitud de su propietaria que además de mostrar un desinterés por
los daños ocasionados y desprecio por el enfado del pastor, incluso
llegó a manifestar que Navarra, como comunidad que quiere vivir del
turismo, debiera asumir como algo normal el incidente ocurrido.
Pues bien, toda persona que haya caminado o estado al lado de un
rebaño sabrá que las ovejas son muy miedosas, huidizas, gregarias y
tan alocadas que apoderadas por el miedo son capaces de cualquier
cosa, incluso, de tirarse por un barranco o a un rio y ahogarse, por
lo que no nos debe extrañar nada el lamentable resultado del
incidente perruno. No es ni el primero ni el último perro que suelto
hace una avería en la hacienda ganadera más cercana, ni es el
primer ni último turista, paseante, montañero, cazador, etc que,
con perro o sin él, como Pedro por su casa, dejando abiertas las
vallas o cierres que el ganadero tenía cerradas, muestra una actitud
de sorpresa, cuando no desprecio hacia el borono de pantalón mahon y
camisa de cuadros con txapela, por el enfado que el propietario de
los terrenos le muestra por el simple hecho, por la tontería de
andar con el perro suelto, dejarse la valla abierta tras su paso o
alimentarse (además de llevarse unas cuantas para casa) con una
sabrosas manzanas. “¡Fíjate cómo se ha puesto por una chorrada!
es la exclamación más habitual en boca del paseante al considerar
que él está en posesión de todos sus derechos puesto que se
encuentra en el monte que, según sus coordinadas mentales, es de
todos.
Por ello, creo que esta sentencia es doblemente positiva para el
sector primario ya que recoge lo perceptible (muertes, desaparecidos,
desprecio del turista, etc) pero también lo imperceptible, y en
muchos casos difícil de demostrar, como son los 141 abortos en el
ganado. En definitiva, una sentencia ejemplarizante para muchos
paseantes en territorio ajeno y muy a tener en cuenta por el sector
ganadero.
Territorio ajeno no, pero sí alejado de mis ocupaciones habituales,
como el Simposio al que acudí a Valencia titulado “Diálogos sobre
nutrición y sistemas alimentarios sostenibles” organizado, entre
otros, por la Universitat Politécnica de Valencia (con el liderazgo
del catedrático y amigo José María García Álvarez-Coque) y el
auspicio de la FAO y del Pacto de Política Alimentaria Urbana de
Milán (MUFPP) y en el que colaboré como moderador de un Panel sobre
Gobernanza de los sistemas alimentarios.
Al acercarme a este territorio, cuando menos, desconocido, mi actitud
quiso ser, primeramente, de respeto y de curiosidad por conocer el
motivo por el que un centenar largo de ciudades y urbes deciden
reflexionar sobre el hecho de la alimentación en sus ciudades y tras
la firma del MUFPP, se comprometen a “trabajar para desarrollar
sistemas alimentarios
sostenibles,inclusivos, resilientes, seguros y
diversificados, para asegurar comida sana y accesible a todos en un
marco de acción basado en los derechos, con el fin de reducir los
desperdicios de alimentos y preservar la biodiversidad y, al mismo
tiempo, mitigar y adaptarse a los efectos de los cambios climáticos”.
¡Ahí es nada!
En los Diálogos recién acabados se ha debatido sobre los desafíos
y las oportunidades de una alimentación sostenible para los
territorios. Un simposio cuyas conclusiones y propuestas se aportarán
a la Cumbre anual y Encuentro de Alcaldes de las Ciudades signatarias
del Pacto de Milán que tendrá lugar del 19 al 21 de octubre de este
mismo año, también en la capital valenciana que fue declarada por
la FAO como Capital Mundial de la Alimentación en este año 2017 y a
la que estarán invitados, entre otros muchos, los alcaldes de Bilbao
y Vitoria-Gasteiz, signatarios del Pacto de Milán.
Que ciudades como las mencionadas y otras cuantas urbes como Nueva
York, Nairobi, Chicago, México city, Pekin, Kioto, etc me merecen el
máximo de los respetos por haber situado la alimentación, no sólo
como definición abstracta sino como una de las materias principales
de su agenda política a nivel municipal y es por ello que observo
con sumo interés los numeroso planes, estrategias y compromisos que
éstas y otras ciudades (no quisiera acabar sin mencionar los
esfuerzos de Donostia con su Cluster GUZTIONA) están adquiriendo en
pro de una alimentación sostenible para su población.
Por lo que a mi respecta, el Panel que yo moderaba en dicho Simposio
era sobre la gobernanza de los sistemas alimentarios y si bien las
numerosas visiones destacaban, lógico por otra parte, la
participación como elemento aglutinador de los diferentes agentes de
la ciudad y la colaboración entre agencias y departamentos diversos
de los ayuntamientos, creo constatar que aún son muchos los
municipios en los que no hay una verdadera asunción del compromiso,
que brilla por su ausencia un enfoque transversal de la cuestión
alimentaria y por extensión, un consiguiente reconocimiento y/o
visibilización de dichas responsabilidades políticas a través de
la creación de un consejo alimentario y de su proyección externa en
la persona de un responsable político de rango superior.
Quizás sea pedir demasiado, como dice el dicho “contra el vicio de
pedir, está la virtud de no dar”, o quizás sea por
desconocimiento. Yo por mi parte, les anticipo mi interés por
aprender y colaborar.
Xabier Iraola Agirrezabala
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