Vive y deja vivir
Nel Cañedo, el polémico cabrero de los Picos de Europa, ha vuelto a
armarla, en el mejor de los sentidos, al denunciar con uno de sus
sensacionales vídeos caseros el inexplicable cierre en Cangas de
Onís de un gallinero tras las quejas del propietario de un hotelito
rural por las molestias que las gallinas generaban a sus clientes.
Nel, con su estilo desenfadado, brusco, a veces incluso faltón,
transmite a la perfección el cabreo que siente el mundo rural y muy
especialmente el sector productor, con el mundo urbano pero muy
especialmente con esas personas que tratan con desdén y menosprecio
a los habitantes del rural y que pretenden en su visita semanal,
mensual o anual que los habitantes de los pueblos y los productores
modifiquen sus formas de vivir, ocio (caza, vaquillas, sokamuturra,
etc.) y trabajar por el único y simple hecho de que no cuadran con
sus esquemas mentales y trastocan sus hábitos de comportamiento.
Nel, con sus videos caseros y la ayuda de las redes sociales se ha
convertido en un fenómeno de la comunicación, más famoso que Pedro
el cabrero amigo de Heidi, que atrae y encandila tanto a los
productores que vibran al escuchar sus burradas en ese lenguaje tan
particular pero no crean que su éxito se limita a los baserritarras
porque son miles de habitantes del medio urbano los que se sienten
atraídos por el grito de rebeldía del cabrero hastiados como están
con una sociedad tan tontizada que está perdiendo hasta el más
mínimo sentido común.
En estos tiempos donde los baserritarras se encuentran más que
hartos de escuchar la cantinela de técnicos, ecologistas y políticos
de que tienen que aprender a convivir con la variada fauna que pulula
por sus terrenos y montes, parece ser que algunos urbanitas que van
al pueblo como Atila, arrasando con todo, sin respeto alguno por lo
local y para más INRI, sin intención alguna de convivir ni con
fauna ni con ganado y mucho me temo que, incluso sin ánimo de
convivir con los habitantes autóctonos.
El caso relatado por Nel es uno más de los cientos de ejemplos de
gente urbanita (queriendo diferenciar gente urbana de gente urbanita)
que acude al mundo rural con su mentalidad urbanita y queriendo
imponer sus usos y costumbres urbanitas, incluso, allá en el pueblo.
Desconocen, según parece, el dicho popular que dice “allí donde
fueres,...”. ¿Para qué? se preguntarán ellos, seguramente,
convencidos como están de que su mentalidad y sus hábitos son los
correctos ante la mentalidad y hábitos de unos pueblerinos que
deben, según sus coordenadas mentales, ir adaptándose a la finura
de los buenos modales de la modernidad urbanita.
Hace unos pocos días comparecí en el Parlamento Vasco junto con mi
amiga y “jefa”, la pastora Inma Iriondo de la quesería Adarrazpi
de Urnieta, ante los miembros de su Comisión de Medio Ambiente y en
no pocas ocasiones, tuvimos que escuchar la palabrita de marras,
Convivir, que utilizan con ligereza para referirse a aquella
situación en la que la gente del campo tiene que saber vivir en sus
terrenos compartiendo con las diferentes alimañas que ellos y otros
colectivos que presionan desde fuera, pretenden proteger y además,
expandir.
Pues bien, al día siguiente, mientras daba mi carrera matutina, me
vino a mi dañada memoria la importancia del léxico que utilizamos,
en este caso Convivir, y la importancia que tienen los prefijos en el
momento de componer las palabras y así, con un mismo lexema (vivir),
enriquecer nuestro lenguaje hasta límites insospechables.
Del lexema Vivir, según el prefijo que le añadamos obtenemos
diferentes palabras como Convivir, que los antes aludidos utilizan
para referirse al ejercicio de aguante que tienen que desarrollar los
productores que deben compartir su vida con todo bicho viviente,
comenzando por jabalís, lobos, buitres, corzos, osos,…., así como
Sobrevivir, ejercicio que practican los productores de alimentos que
únicamente consiguen mantenerse a flote a base de meter más horas
que el reloj; por no referirme a Desvivir, acción que ejercitan los
baserritarras y forestalistas que se desgañitan por hacer ver al
conjunto de la sociedad la importancia de su papel en bien de la
comunidad, o también tenemos la palabra Revivir que nuestros
baserritarras necesitan más que el propio oxígeno para lo que
requieren del apoyo de todos nosotros e incluso, tenemos palabras en
principio, antagónicas, como malvivir y bienvivir, la primera más
cercana al sector productor y la segunda, lamentablemente, algo más
lejana al mundo productor.
Ahora bien, como decía, los dichosos prefijos tienen su aquel, pero
no me negarán que viendo la inmensa, variada y rica fauna que pulula
alrededor de los paisanos poniendo pegas y palos en la rueda,
protegiendo más a los bichos que al baserritarra, asfixiándoles con
burocracia, papeleo e inspecciones, anteponiendo sus gustos y
aficiones al modo de vida de los productores, exigiendo normas de
bienestar animal que rayan la paranoia mientras llevan su mascota con
ridículas gabardinas, etc. la palabra más apropiada para referirme
a todos ellos, salvadas las excepciones, sea la de Vividor. Sin
prefijo pero con razón.
Esta especie, la del vividor (entre la que me incluyo antes de que lo
diga algún otro), casualmente, no tiene peligro alguno de ser
calificada como especie en peligro de extinción.
Xabier Iraola Agirrezabala
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