El tamaño sí importa



A la vuelta de mi viaje anual al camping de Las Landas me dirigí hacia tierras aragonesas acompañado de unos amigos y de 4 adolescentes cuya única preocupación era si el municipio de destino, Aínsa, y más concretamente el hotel en el que nos íbamos a hospedar contaba con wifi o no. Broma arriba, broma abajo, la cuestión es que esta preocupación de estos adolescentes nos sitúa en la cruda realidad sobre las prioridades de la sociedad actual. Te puede faltar qué comer pero, ¡por Dios, que no caiga la maldita red!

Pues bien, al día siguiente, fue la torre del castillo de Aínsa, bella localidad oscense de la Comarca del Sobrarbe, el escenario elegido por la asociación Porc Libre para celebrar una mesa redonda bajo el título “Medio Rural, despensa del medio urbano” donde participé junto con José Casasnovas, magnífico comunicador además de veterinario y profesor, Miguel Gracia, buen conocedor del mundo rural y agudo socialista además de presidente de la Diputación Provincial de Huesca, y este humilde juntaletras que tras ser presentado como “agroagitador” y vista mi actuación y falladas las expectativas creadas, creo que seré rebajado a  simple “agrotokapelotas”.

Les aclaro. Porc Libre es una pequeña asociación de porcinocultores que, como bien dice su nombre, van “por libre” y sin estar supeditados a ningún sistema de integración, sistema por otra parte, que se expande y crece vertiginosamente en amplias zonas de la España vaciada. Esta asociación, comandada por la delicadeza en las formas pero en la claridad de objetivos de una mujer como es Pilar Fumanal (bien apoyada por un equipo espléndido), desarrolla una actividad, callada pero efectiva, para defender el modelo de explotación ganadera familiar, autónoma y libre frente a otros modelos donde, frecuentemente, el proyecto crece sin alma ni arraigo alguno. Paradójicamente, estos ganaderos que van por libre quieren unirse, asociarse y empoderarse colectivamente para que las administraciones (tanto políticos como técnicos) les tengan presentes en el momento de aprobar normativas, programas, planeamientos y para que sean capaces de admitir las diferentes necesidades de las diferentes realidades que conviven en el sector productor del territorio.

Como se podrán imaginar, la inconmensurable belleza del paisaje pirenaico, sus gigantescas montañas y su majestuoso río han logrado que los turistas se sientan prendados por la zona, su naturaleza, paisaje y sus pueblitos, por cierto, unos pueblos que ven como la actividad turística va, poco a poco, imponiéndose como actividad principal en la economía municipal. Tanto es así que incluso comienzan a surgir los primeros roces entre las diferentes actividades presentes como puede ser el turismo y la ganadería t tanto es así, que con el ánimo de prevenir antes de lamentar y curarse en salud, algunos municipios, jaleados por ecologistas lejanos y apoyados por los empresarios turísticos, han decidido matar moscas a cañonazos y así impulsan planeamientos y normativas que al mismo tiempo que impiden la proliferación de lo que ellos llaman “macrogranjas” y que tanta alarma suscitan, provocan la asfixia y muerte de pequeñas explotaciones ganaderas.

El debate de las macrogranjas y la mala prensa de la ganadería intensiva ....



que, tal y como propuso José Casasnovas, debiera empezar a llamársela como ganadería eficiente, ha provocado tal alarma en algunos círculos, aversión entre los de siempre y un temor paralizante en la clase política que prefiere, dicho sea de paso, pasarse de frenada que salir en los medios como aliado de los malvados industriales ganaderos.

Y es que en este asunto, como en es otro que usted y yo sabemos, el tamaño sí importa, y mucho además. Por lo tanto, no conviene hacer tabla rasa y tratar a todos por igual, porque la ganadería, como otras muchas actividades económicas tiene que ir adaptada a la tierra en la que se basa, a su orografía, climatología, densidad demográfica, etc. y salvo algunas excepciones, creo que son los propios ganaderos los que mejor conocen los límites (por llamarlo de alguna forma) de sus tierras y explotaciones. 

Por eso mismo, creo que en zonas con un tirón turístico tan fuerte como el Sobrarbe, situación extensible a otras muchas comarcas, debiéramos trabajar por un trabajo conjunto entre sector primario y sector turístico con una ganadería orientada al vector de la alimentación saludable que a su vez está perfectamente alineada con un turismo rural de naturaleza y salud donde, cómo no, la gastronomía local y sus productos saludables deben ser fundamentales.

Eso sí, nadie, ni los empresarios turísticos ni las administraciones (mucho menos los turistas visitantes) debieran olvidarse del intransferible papel de la ganadería como gestor del territorio  y modeladora del paisaje que tanto les atrae, que el territorio natural debe ser gestionado sin caer en actitudes extremas que impulsan el abandono de la actividad primaria y con ello el asalvajamiento de la naturaleza y la consiguiente alteración del paisaje.

Cada paso en la dirección de dificultar y eliminar la actividad agroganadera (razonable, familiar y dimensionada)  es, al menos en mi humilde opinión, un paso en el sendero del abandono y de la falta de gestión del territorio que nos llevará, irremediablemente, hacia un escenario donde podamos acabar con lo que parece ser la gallina de los huevos de oro, el turismo. 

Como ven, el tamaño sí importa.


Xabier Iraola Agirrezabala

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