Ironías de la vida
El poso suscitado por la
visita veraniega a tierras oscenses ha sido de
tal calibre que aquí ando yo en el coche escuchando y gozando con
las canciones de La Ronda de Boltaña, banda musical folclórica que
va, nunca mejor dicho, rondando por los pueblos y ciudades y cantando
las verdades de sus gentes, de forma amateur pero con gran maestría
y cuya canción AQUÍ fue el himno de la exitosa manifestación de la
Revuelta de la España Vaciada celebrada el pasado 31 de Marzo.
Los ronderos serán muy de pueblo pero no por ello dejan de ser
ultramodernos y tal es así que, publican sus canciones en formato CD
sin caer en la cuenta que el coche de un servidor no tiene aparato de
CDs sino de cassete y por ello, me veo obligado a escuchar sus
poéticas y reivindicativas letras en el coche grande que, como
imaginarán, es el de mi mujer.
Pues bien, iba yo conduciendo el mío, con mi cassete de rancheras de
Paquita la del Barrio, tan barriobajera como maravillosa ella, cuando
escucho la polémica generada en Madrid por el nuevo alcalde popular
dispuesto a eliminar el proyecto de Madrid Central impulsado por
Manuela Carmena y entre otras cosas, escucho como uno de los
terulianos introduce la cuestión de las pegatinas de colores que
deben llevar los vehículos para así ilustrar el grado de impacto
medioambiental del vehículo que uno conduce. Llego a casa y tras
consultar la página de la Dirección General de Tráfico compruebo
que a mí cochecito no le corresponde ni pegatina y que al grande, al
de mi señora, le corresponde la pegata amarilla, la más
contaminante. Ósea, que no podría entrar a Madrid. ¡Pues, ellos se
lo pierden!.
Si usted es lector habitual de mis filípicas, será bien consciente
de mis límites intelectuales y por ello, no le sorprenderá mi
mosqueo para con todos estos politiquillos que dedican su preciado
tiempo a prohibir la entrada de mi cochecito en la capital del
madroño cuando lo que debieran es, siguiendo la estela del magnífico
informe de la ONU sobre el Cambio Climático y la Tierra, centrarse y
combatir a aquellos que son los grandes contaminadores del planeta,
ósea, los ganaderos y sus animales.
Las vacas, sí, como lo leen, son los verdaderos agentes
contaminantes que amenazan acabar con este maravilloso planeta en el
que nos ha tocado vivir y por extensión, puestos a repartir estopa a
diestro y siniestro, acompañados por los perversos asesinos del
globo que son los malignos agricultores dedicados a producir el grano
para la alimentación animal, los ganaderos que esquilman las
praderas de nuestras montañas, aquellos que recurren a abonar sus
tierras con estiércol y el maloliente purin en vez de recurrir a
abonos químicos, etc.
Antes estas irrefutables evidencias, escucharán cantos de sirena,
provenientes casi siempre de organizaciones ganaderas,
interprofesionales cárnicas y despiadados lobbys empresariales que
utilizan todo tipo de argumentos y subterfugios para defender lo
suyo, su negocio, su chiringuito y su producción cárnica. Les dirán
que no se puede demonizar la ganadería en general y que hay que
diferenciar los modelos de producción puesto que no es lo mismo el
sector ganadero extensivo de la montaña de aquí que el gigantesco
de Brasil, que no es lo mismo el sector cárnico de pasto que el
sustentado únicamente en alimentación externa, que no es lo mismo
una granja porcina familiar que las megagranjas propiedad de empresas
integradoras, etc. Aún así, nada. No sean ingenuos. No les hagan
caso, son gente que lo único que buscan es defender sus intereses
particulares frente a usted y otros cuantos, como yo, que lo que
buscamos es defender el interés general, sin ataduras ni compromisos
con sector económico alguno.
Usted y yo sabemos, a ciencia cierta, que los grandes culpables de la
contaminación y por ello del problema del Cambio Climático son las
vacas de Aitor, los cerdos de Pilar, las ovejas de Batis o las cabras
de Nagore. Que no nos intenten enredar con pamplinas como que la
contaminación es provocada por nuestros 3-4 viajes al año en avión
hasta las maravillosas platas de Cancún, por el uso inconsciente del
coche para la mayor de las chorradas, por consumir alimentos como si
no hubiese un mañana y luego derrochar gran parte, por comprar ropa
low cost en paises de mala muerte en condiciones laborales rayando la
esclavitud para reventar los armarios de casa como si fuesen los de
un camerino de teatro, por los miles de kilómetros que hacen las
materias primas de los alimentos procesados que nos ofrece la
industria alimentaria pero que tan cómodos nos resultan porque no
nos apetece cocinar, por las toneladas de plástico que se necesitan
para esos envases individuales que nos facilitan la vida, por los
humos de las megaindustrias que rodean nuestras ciudades pero donde
trabajan todos mis vecinos, por los atascos de las grandes ciudades
porque el transporte público es para pobres, ….
Le vuelvo a repetir. Que no le engañen con argumentos simplones y
buenistas. La culpa de la contaminación es de la ga-na-de-rí-a.
Lo sabemos todos. Usted, yo y todo quisqui. Hasta mi hijo. Por
cierto, mi hijo también sabe lo que es la ironía.
Xabier Iraola Agirrezabala
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