Haciendo equilibrios
El domingo 12 de Julio, los vascos, además de los gallegos,
acudiremos a las urnas a depositar nuestras papeletas de esperanza
para con el presente y futuro de nuestro pueblo y elegiremos,
¡faltaba más!, el partido que más nos guste y el candidat@ a
Lehendakari que queremos que lleve el timón del barco vasco en un
momento de tormentas tan peligrosas donde, además de la cuestión
sanitaria, nos jugamos muchísimo en el apartado económico y laboral
del que, sí o sí, pende directamente nuestro proyecto personal y
familiar. No son tiempos para experimentos con gaseosa por lo que
creo, con alta probabilidad de equivocarme, que ganará aquel
candidat@ que sea capaz de transmitir seguridad y confianza en que de
saldremos, vivitos y coleando, de esta pesadilla. No tengo duda,
¡saldremos!.
No he tenido tiempo, le pido perdón anticipadamente, de leer los
programas electorales de todos los partidos políticos en liza y por
ello, quizás sería lo más prudente, debiera abstenerme de hacer
cualquier valoración pero, llegados al punto en que estamos, como
bien sabe, la corrección política y la prudencia no son mis fuertes
por lo que le quisiera hacer llegar una serie de reflexiones al
respecto. Obviamente, no por su escaso peso político, si no por su
extremismo y falta de racionalidad, voy a privarle, imagino que lo
entenderá, de mi opinión sobre el partido animalista PACMA.
En el momento de abordar la cuestión primaria, es decir, la
producción de alimentos, los partidos tienen diferentes miradas a la
temática y así mientras unos miran al baserritarra como productor
de alimentos y generador de economía, otros miran al baserritarra
como pieza clave no tanto por su producción de alimentos si no por
su contribución al mantenimiento del medio ambiente, su aportación
a la lucha contra el cambio climático y además, sin olvidarse de la
cuestión de la ordenación territorial.
Los primeros achacan a los segundos que al subordinar la
sostenibilidad económica a la sostenibilidad ambiental ponen en
grave riesgo el futuro de la actividad propiamente dicha y junto con
ello, la sostenibilidad social de nuestro mundo rural. Los segundos,
por su parte, achacan a los primeros de primar la cuestión monetaria
retrasando en exceso todas aquellas medidas de medio y largo plazo
encaminadas a la cuestión ambiental.
Los primeros defienden la diversidad de modelos de producción
agropecuaria existentes y achacan asimismo a los segundos de
limitarse a fomentar, única y exclusivamente, el modelo
agroecológico en nuestra tierra, actualmente con una presencia
ciertamente residual, mientras los segundos, atribuyen en exclusiva
al modelo agroecológico la posibilidad de ser una solución a los
graves problemas ambientales que acechan a la sociedad moderna
actual.
Obviamente, ni los primeros ni los segundos, fácilmente
identificables a poco que observemos sus planteamientos sectoriales y
su trayectoria en los últimos años, son bloques impermeables y así
tengo que reconocer que mientras en los primeros comienzan a calar
los planteamientos ambientales, compatibles con la faceta económica
de la actividad primaria, por la otra parte, en el bloque segundo, no
observo tanta permeabilidad en el momento de buscar una
compatibilización de los fines ambientales con los fines económicos,
por otra parte, inherentes a toda actividad que se precie.
Como siempre, la razón, o razones diría yo, están en el centro, en
el equilibrio, en esa zona de confluencia de la actividad económica
respetuosa con el medio natural, con la tierra y con sus elementos
más primarios, por todo ello, creo que debemos erradicar cualquier
planteamiento extremo que nos lleve a anular toda actividad económica
en el medio como erradicar cualquier planteamiento económico, por
muy golosa que sea su presentación, que supere los límites del
medio natural y rural donde desarrollarse y que supere los límites
de una agricultura familiar, socialmente responsable, como la que
prima en nuestra tierra vasca.
La Agricultura Familiar, término olvidado en todos los programas
políticos, es la amplia zona de confluencia de los intereses
económicos, ambientales y sociales y por ello creo que debiera ser
la guía sobre la que impulsar un sector primario que al mismo tiempo
que produce alimentos y madera, contribuye decisivamente al
mantenimiento del medio natural y al fortalecimiento del tejido
rural. No tenemos que inventar cosas nuevas ni dar grandes bandazos.
Sería suficiente, al menos en mi humilde opinión, con introducir
ajustes en algunos subsectores productivos, en los modos de
comercialización, en la política alimentaria, en la cuestión
forestal, etc. porque nuestra actividad agropecuaria lleva de modo
inherente en su ADN el cuidado del medio natural y el equilibrio
territorial puesto que está sustentado en explotaciones familiares
diseminadas a lo largo y ancho del territorio.
En esta línea, y aún siendo consciente del peligro que tiene
entresacar un párrafo de un documento amplio y sesudo como el
elaborado por más de 200 investigadores europeos, dos de ellas de la
UPV, que han dirigido al vicepresidente de la Comisión Europea,
Frans Timmermans, quisiera rescatar un párrafo donde se dice
textualmente: “este sector (pastoreo y ganadería extensiva) ha
sido dañado no solo por políticas agrarias orientadas a estándares
industriales, sino también por políticas ambientales que ignoraron
el papel del pastoreo en las áreas protegidas de la naturaleza”.
Por todo ello, aprovechando que nos encontramos en puertas de una
campaña electoral y que no me lee casi nadie, quisiera plantear a
los diferentes partidos políticos y a los futuros gobernantes que un
primer paso en esa política de confluencia entre la faceta económica
y la faceta ambiental de la actividad primaria sería un
replanteamiento de las estructuras gubernamentales del próximo
ejecutivo impulsando la conjunción de las políticas agrarias y las
políticas de ordenación del medio natural para que ambas políticas
vayan de la mano y dejen de darse la espalda como, lamentablemente,
ha ocurrido en demasiadas ocasiones.
Xabier Iraola Agirrezabala
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