La centralita telefónica

 



Después de una larga y tortuosa racha pesimista, le tengo que confesar que estos últimos días me encuentro razonablemente optimista, rayando en la euforia que diría aquel, al comprobar que mi último artículo, “El dúo dinámico”, reclamando la participación activa de los responsables máximos del Ministerio en la cuestión láctea, fue atentamente leído en el caserón de Atocha. Me consta que, no sólo en sede ministerial, si no que también fue igualmente leído en las sedes de las principales cadenas de distribución, así como en la FENIL (Patronal láctea) e INLAC (Interprofesional Láctea). De seguir así y viendo la influencia de mis escritos, en pocos meses, creo que pasaré de ser un simple juntaletras a reputado articulista.

Acabar de leer el artículo y comenzaron a sonar los teléfonos en diversas direcciones. El teléfono ministerial ardía reclamando a las empresas distribuidoras una mayor valorización de la leche en los lineales y. tras enviarles una copia del último informe del Observatorio de la Cadena Alimentaria que apunta a un PVP mínimo de 0,69 euros para retribuir los costes de producción de la cadena completa, les sugiere, susurra diría yo, que levanten el pie del acelerador y rompan con el techo de cristal de 0,60.

Los consejos de dirección de la distribución se reúnen inmediatamente y aceptan, gustosamente, levantar el pie del acelerador y mejorar el precio de compra de la leche. Lo hacen, no por sugerencia ministerial si no por propio convencimiento al comprobar, zona a zona, región a región, que el sector productor se encuentra en vísperas de.

Tras dicha reunión, en jerárquica cascada descendente, que es como se tienen que hacer las cosas si quieren resultar eficaces, el responsable de compras de producto lácteo de la cadena de distribución de marras aporrea su móvil para contactar con el jefe de su proveedor, industria, cooperativa o intermediario, y hacerle saber que los mandamases de la cadena han decidido retribuir, algo mejor, a los ganaderos que, pobrecitos ellos, andan asfixiados por la carestía del pienso y la subida descontrolada de la electricidad. Por cierto, hablando de electricidad, la ministra amiga del lobo, Teresa Ribera, defensora y amiga de todos los bichos y animales que pueblan la tierra, debiera empatizar más con las vacas que, casualidades de la vida, son ordeñadas mayoritariamente en horario punta y llano y rebajar las tarifas de las salas de ordeño.


Finalmente, los responsables de compras notifican al ganadero que la Navidad se adelanta al verano, que llega un aguinaldo prematuro para alegrar el día y con el objetivo de cortar la hemorragia y/o supurar la herida, cuando lo que realmente se pretende es apaciguar a la fiera y evitar, o retrasar, que los tractores con sus cisternas de purin se concentren ante las sedes institucionales, supermercados o empresas lácteas.

Eso sí, lo que no saben, o no quieren entender, los responsables de compras, y junto con ellos, todos los anteriores de la cascada jerárquica pero en sentido ascendente, es que el aguinaldo es un gesto, positivo y necesario ciertamente, puesto que tal y como decía nuestro sabio padre, ¡todo vale para el convento!, ahora bien, un gesto insuficiente, claramente insuficiente, para dar a la cadena láctea del Estado de la más mínima rentabilidad y con ello, de garantías de futuro.

Mientras escribo el cierre de este sesudo artículo, me informan que la centralita ministerial está que arde puesto que al mismo tiempo que los responsables de la distribución informan a la autoridad que, sus deseos son ordenes, por la otra línea, el responsable ministerial informa a los interlocutores ganaderos de los frutos obtenidos por su incansable labor intermediaria sugiriéndoles que, visto el óptimo resultado, las movilizaciones y protestas no tendrían razón de ser y consiguientemente, se vaya apagando el motor de los tractores.

Y así, tal y como lo lee, todos felices y comieron perdices, todos menos los ganaderos, hasta la próxima ocasión que, en un alarde de pitoniso, auguramos será, mañana o pasado mañana.

Como verá, existen motivos más que razonables para el optimismo que mostraba al inicio del artículo. Ahora bien, confío en su perspicacia y olfato, y que será capaz de discernir, qué es lo que está ocurriendo realmente en el sector lácteo y qué es fruto de mi particular ironía.

Xabier Iraola Agirrezabala

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