Incoherencias a calderadas
Escribo este artículo en mi
pueblo txikito, Armintza, en la maravillosa costa bizkaina, descansando o al
menos eso pretendo, e intentando desconectar, cuestión imposible, de las cosas
del sector primario. Paseo por el puerto, libro en las manos, subida al Jata y
charleta con la cuadrilla. Ahora bien, sorprendido estoy con lo rápido que
hemos vuelto a la vieja normalidad, salvo la mascarilla en interiores, lo
contentos que hemos recuperado los viajes al solete y lo excitados que estamos
al comprobar que los turistas vuelven a visitarnos en esos megacruceros que
son, sin querer herir a nadie, megaciudades flotantes donde los viajeros son
transportados, por todo el mundo, como ovejas al Líbano.
Amigos que se van a Mallorca en
avión a pasar un finde por 22 euros, hordas de pijogorrias que invaden montes y
pueblitos con sus happyfurgos, pisos turísticos a rebosar y como decía, los
megacruceros atracando en el puerto de Getxo. Al parecer, la cuestión del
cambio climático ha pasado a un segundo plano y la culpabilidad por la
lamentable actuación del ser humano, se traslada, de la autoculpabilidad, a
endosársela al vecino que, con su irresponsable actuación, es el verdadero
culpable de la asfixia climática que vive el planeta.
Ya no contaminan ni los aviones,
ni los megacruceros, ni los viajes en happyfurgo, lo que contamina es el
ganado, sus eructos, sus pedos y sus purines. Algo así han debido pensar los
mandamases de Bruselas que, en vez de afrontar la contaminación y las emisiones
generadas por los millones de aviones y buques comerciales que cruzan el globo
para traer al viejo continente europeo todas aquellas materias primas y
productos que traen de la otra punta de la tierra, además de por su bajo
precio, por no ensuciar nuestro paraíso lleno de nuevos ricos, han decidido
retocar la Directiva sobre contaminación industrial.
Como decía, la Comisión Europea
ha optado por actualizar la Directiva sobre emisiones industriales, cuyo fin es
prevenir y controlar la contaminación, para lo que ha decidido incluir, además
de las ya incluidas como el porcino y la avicultura, el vacuno y para más INRI,
no olviden que estamos en Semana Santa, ha bajado los umbrales de tamaño para
su inclusión en la Directiva con lo que, impepinablemente, aumentará el número
de explotaciones ganaderas afectadas y obligadas al cumplimiento de la normativa
recogida en dicha Directiva.
Esta decisión, que parece algo
ingenuo, supone que la Directiva pasará, de afectar a 20.000 explotaciones
europeas, a afectar hasta un total de 185.000 explotaciones y en el caso del
sector vacuno, afectará a todas las explotaciones con más de 150 vacas y
aquellas con más de 375 terneros de menos de un año por lo que, sino me
equivoco, en nuestro entorno más cercano, son bastantes las explotaciones
afectadas por la nueva normativa y a los que, irremediablemente, se les
complicará, más aún, la vida.
La Directiva de marras, impulsada
inicialmente para afrontar la contaminación generada por las grandes industrias
del metal, energía, papeleras, etc., ha derivado hasta alcanzar a ganaderías familiares
de vacuno lechero y cárnico que, con el alza imparable de los costes,
sobreviven a duras penas, comiéndose los ahorros y patrimonio, y que con la nueva
normativa, esperemos que no vea la luz en sus actuales términos, sufrirán
mayores requisitos que desembocarán en mayores costes y a la postre, mayores
cortapisas para la producción. Todo ello, en un momento donde las autoridades europeas
han manifestado su preocupación por la fuerte dependencia alimentaria europea
para con otros países y continentes y, paradójicamente, en una coyuntura
política donde desde Bruselas se ha incidido en la necesidad de impulsar la
soberanía alimentaria del continente europeo.
Termino, haciendo a un evento festivo
que tendrá lugar este miércoles, 20 de abril, en Ordizia, donde se celebra el Artzain
Eguna, Día del Pastor, un día de fiesta donde se homenajea al antiquísimo
oficio del pastoreo, se hace un guiño a la trashumancia que todavía pervive en
nuestra zona y con la apertura del nuevo queso Idiazabal, por parte de los
jóvenes cocineros del restaurante tolosarra AMA, un reconocimiento a nuestra
joya gastronómica. Reconozco que estos eventos son positivos para el sector
primario y muy especialmente para el sector pastoril y del queso Idiazabal,
ahora bien, clama al cielo que un ayuntamiento tan vinculado al queso Idiazabal
como el de Ordizia, no muestre la más mínima intención, desde su
responsabilidad como presidente de la Mancomunidad de Enirio-Aralar, de mejorar
las infraestructuras (caminos, txabolas renovadas, desbroces, etc.) que esos
mismos pastores requieren para trabajar y vivir en condiciones dignas en la
Sierra.
Parece que Ordizia y el resto de los
ayuntamientos mancomunados, al igual que la Comisión Europea la toma con el
sector ganadero lo que no se atreve con el sector industrial, quiere compensar,
manteniendo la Sierra, virgen e intacta, las tropelías urbanísticas e
industriales en el valle.
A lo dicho, incoherencias, a
calderadas.
Xabier Iraola Agirrezabala
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