La responsabilidad de Don Juan

 


La Semana Santa comienza hoy, con el Domingo de Ramos, donde la gente recibió con palmas a un Jesus montado en su burrito. De ahí en adelante, comienza el Vía Crucis trufado de golpes, caídas, penitencia, cruz a la espalda, muerte y, menos mal, al final, resurrección.

Traigo a colación la cuestión religiosa porque me viene al pelo para ilustrar lo que están viviendo los ganaderos, muy especialmente, el sector vacuno.

La semana pasada, ganaderos de vacuno de carne de Gipuzkoa salieron a la calle, cencerro en mano, para protestar por la agónica situación que viven donde el pienso, mejor dicho, el imparable alza de su precio, está devorando las ganaderías. Lo destacable no es el pienso que comen las vacas si no que el pienso está devorando y acabando con las explotaciones que, a semejanza de los camioneros que afirmaban “cuanto más kilómetros hago, más pierdo”, nuestros ganaderos, muy especialmente los que ceban, se encuentran en el drama de que “cuanto más cebo, más pierdo”. Como consecuencia de ello, los ganaderos de vaca nodriza pasan olímpicamente de engordar en casa sus propios terneros y los cebaderos, o bien racanean en el precio de los pasteros, dejan de cebar o directamente, mandan los pasteros a mercados exteriores.

Imagínense como está el patio que un ganadero de leche me contaba que vendió algunos mamones, terneros machos, para su engorde en otras comunidades autónomas y tras comprobar el precio del ganadero y el coste de la gestión de la venta, se quedó literalmente ojiplático, al comprobar que había perdido 8 euros puesto que la gestión valía más que el propio animal. Eso sí, el cuco del intermediario, para despistar al ganadero, en adelante, decidió retrasar la factura de la gestión y evitar así que el ganadero cayese en la cuenta de que su mamón valía menos que el propio papeleo.

Ya lo recogen autores como Tim Lang y Michael Heasman en su libro Food Wars (Guerras Alimentarias) que llegan a decir que en el sector agroalimentario moderno la propia agricultura se está volviendo irrelevante y tanto es así que incluso algunos autores cifran en un 20 el porcentaje del gasto alimentario que va a parar a manos de los productores mientras el 80 por ciento restante se lo reparten entre envasado, transporte, distribución, publicidad y beneficios.

Así los alimentos, mercantilizados y con un valor intrínseco de mercado tan bajo, empujan a los productores a producir a pérdidas, por debajo de los costes de producción, para que el resto de la cadena, ese 80 por ciento, obtenga la rentabilidad, legítima por otra parte, que merece pero que le es negada al productor que, a fin de cuentas, es el da pie a que la cadena alimentaria arranque.

En estas estamos en el vacuno de leche, con ganaderos asfixiados por el precio de la alimentación, abonando el kilo de pienso bastante más de lo que les pagan por el litro de leche, valga como ejemplo, ganaderos que abonan 47 céntimos el kilo de pienso mientras perciben 38-39 céntimos por litro de leche producido. Llegando al extremo de tener que enviar vacas al matadero para, con lo percibido por su carne, poder pagar la factura del pienso para el resto de las vacas.

Mientras tanto, los jefes de la cadena láctea, la distribución, juegan con el presente de los actuales ganaderos y con el futuro del sector en su conjunto, sabedores que con su actitud irresponsable se están cargando el sector productor del Estado y que pronto se quedarán sin leche “nacional” y se verán obligados a importar de otras naciones. Tranquilos, ya engañarán a los consumidores, etiquetándola como “leche europea”.

La responsabilidad, como la irresponsabilidad, va en función de su peso en el sector de las ventas y no podemos obviar que la todopoderosa Mercadona, presidida por Juan Roig, con un 25 por ciento de cuota de mercado en global, frente al 9% de Lidl y Carrefour, es la que marca con su acción y/o inacción, con su responsabilidad o irresponsabilidad, el destino del sector productor estatal, y no sólo el destino de loa ganaderos de las empresas que le proveen, si no el de los ganaderos que proveen al resto de empresas y cadenas, puesto que como he comentado reiteradamente, entre las cadenas de distribución funciona un magnífico servicio de espionaje mutuo y aquí, nadie se mueve, nadie de un paso, hasta que D. Juan de un paso.

Soy consciente, o al menos, así quiero o necesito creerlo, que Don Juan dará pasos en la buena dirección, pero, mucho me temo, que, si no acelera el paso, para cuando Don Juan termine de dar su paseo, los ganaderos, como Jesús, morirán entre caída y caída, y lamentablemente, no habrá quien los resucite.

Acelere el paso, por Dios, Don Juan.

Xabier Iraola Agirrezabala

 

 

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