Trabajar para no perder mucho




El alma sobrecogida me ha dejado Santiago al afirmar, literalmente, que trabaja para no perder mucho y aunque no conozco personalmente a este ganadero gallego, Santiago Rego, presidente de los ganaderos de Ternera Suprema, creo comprender lo que están pasando, éste y otros muchos ganaderos que, viendo su cuenta corriente en números rojos y conscientes de que se están comiendo su patrimonio familiar, sobreviven en el alambre a la espera de que la situación mejore antes de que se agote el oxigeno que los mantiene vivos.

La expresión, tal cual, trabajar para no perder mucho, es el fiel reflejo de la desesperación de aquellos productores que, dentro de la tormenta perfecta que vivimos, ya no sueñan con ganar dinero para sacar adelante sus familias y hacer viable sus explotaciones, ni hacer parra, ósea cubrir costes, si no aquellos que se resignan a no perder demasiado y así, poder aguantar hasta que el tiempo escampe.

En esta coyuntura, que ni es generalizable pero tampoco irreal, es de destacar que existan jóvenes que se quieran incorporar al sector productor y muestra de ello son los 10 jóvenes que han salido de la última promoción de la Escuela de Pastores de Arantzazu. 10 nuevos jóvenes que con su certificado en mano y txapela en la cabeza, inician el camino para ser pastores bien en sus explotaciones de origen bien impulsando sus propias y nuevas explotaciones ganaderas y que se suman a los más de 300 jóvenes que han pasado por la Escuela en sus 25 años de existencia.

Las bodas de plata de esta escuela de formación intensiva es la excusa perfecta para felicitar al equipo actual, destacar la ausencia de Andoni y cómo no, rescatar la figura del gran Nikolas, fraile franciscano, actualmente con una salud delicada, pero que en su momento, con su bonhomía, supo concitar el apoyo de gente como el consejero José Manuel Goikoetxea y poner las bases de lo que hoy en día es una realidad fructífera e indiscutida.


Tal es así que, actualmente, tomando como referencia la Escuela de Pastores, se ha lanzado la Escuela de ganaderos de vacuno lechero con el objetivo de impulsar un subsector productivo que está sufriendo, hablando pronto y claro, lo que no está escrito. Un objetivo harto difícil, asentar las bases de un proyecto formativo para el sector lácteo, pero que necesitamos, más que el comer, en un sector donde se requiere de un escenario esperanzador que supere el agujero negro en el que están instalados.

Los precios al ganadero suben, despacio, a ritmo más lento que el alza de los costes de producción y la asfixia de los ganaderos está provocando una merma de la producción que comienza a alertar en los cuarteles generales de la industria y de la distribución que ven como empieza a escasear la leche, incluso en una época como la primavera donde habitualmente aumenta la producción. Quizás, si los costes de la alimentación, energía y carburantes descendiesen hasta parámetros normales y se mantuviesen los precios altos por falta de leche, entonces quizás, podríamos pensar en contar con jóvenes para este subsector. De lo contrario, pintan bastos.

Ahora bien, no todo son tristezas y malas noticias, puesto que el fin de semana próximo, más concretamente los días 8 y 9, 30 caseríos vascos abrirán sus puertas al público con el objetivo de dar a conocer los pueblos donde viven, sus modos de vida y de producción. Es, en mi opinión, una fantástica iniciativa de la organización agraria ENBA, llamada Ongi etorri baserrira, Bienvenidos al caserío, que posibilita un acercamiento entre la gente urbana y la gente de los caseríos, una conexión directa entre consumidores y productores que, como objetivo final, busca impulsar una mayor sensibilidad agraria de la población y una compra más consciente por parte de los consumidores que, tras la visita, conocerán mejor lo que hay detrás de cada alimento.

El objetivo es sencillo pero altamente necesario en una sociedad cada vez más urbana y distante, tanto física como mentalmente, de la realidad agraria puesto que no es nada extraño comprobar que habitantes de la capital desconocen donde están estos pueblitos, el más lejano a media hora en coche, mientras conoce al dedillo las calas de Ibiza o las tiendas de Londres, o niños que desconocen que el muslo que tanto les gusta, no es un animal en sí, que nace y muere muslo, si no una parte de un animal que nace, se engorda y se sacrifica (anatema, en esta sociedad happyguay), para finalmente, ser degustado en sus casas.

Dicen que el roce hace cariño y por ello, no hay nada mejor que conocerse mutuamente, consumidores y productores, para que los primeros valoren mejor el trabajo de los baserritarras y para que los segundos, conozcan de primera mano, las inquietudes y opiniones de los consumidores para los que, en definitiva, produce.

Ya lo saben, ongi etorri baserrira!.


Xabier Iraola Agirrezabala 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Desesperados

Como pollo sin cabeza

JOKIN, un aliado del caserío