Perros

 


Ataques por perros descontrolados, algo frecuente. Así lo resumiría yo, al menos en nuestro entorno que cuenta con una población canina in crescendo y una numerosa población humana con una fuerte afición montañera, por lo que, si unimos ambas cuestiones, nos encontramos, de forma reiterada, con una tropa de aficionados al paseo montañero que acude acompañado de su can al que, frecuentemente, lleva suelto y descontrolado.

Ya saben aquello tan socorrido de “el monte es de todos” y como consecuencia de ello, nadie se hace responsable de los daños ocasionados por estos perros sueltos y menos aún, si los daños son cuestiones menores, como la muerte de unas cuantas ovejas.

Abandono, por un momento al menos, el tono jocoso para ponerme realmente serio y denunciar la situación que viven algunos ganaderos, pastores en su mayoría, que ven como sus ovejas son atemorizadas, ahuyentadas, atacadas y empujadas a tirarse a un río o por el acantilado. Ahora bien, el remate ha sido la paliza recibida por un pastor guipuzcoano, al que le han roto la mandíbula en dos puntos, siendo ingresado en la clínica, por un energúmeno dueño de un perro suelto.

Lamentablemente, no es más que el ejemplo, por muy extremo que sea, de la falta de respeto que una parte de la sociedad siente por el trabajo de los baserritarras y por la propiedad privada, bien sean praderas, bosques o frutales, que son públicos para el disfrute, pero pasan a ser privados, cuando hay que trabajarlas. ¡Hasta el moño!

Esta misma semana, por otra parte, la organización agroganadera ENBA ha cumplido con su función de perro de guarda ante la escandalosa oferta realizada por la cadena de distribución TODOTODO, una cadena guipuzcoana que cuenta con unos 27 establecimientos, que ha ofertado una leche de marca de fabricante, ósea, no una marca blanca, al aberrante precio de 0,59 euros/litro, por cierto, un precio inferior al que perciben los ganaderos que la han producido.

Lo malo del caso es que, abriendo la espita a este tipo de ofertas inhumanas, 21 céntimos por debajo del precio medio actual de la leche de marca blanca, se abre la puerta a una tendencia a la baja que algunos fomentan de forma pública, como Lactalis o Nestlé, y otros muchos, impulsan a la chita callando, actuando de ventrílocuos para que el intermediario explicite públicamente lo que ellos piensan y ordenan ejecutar.

La función del perro guardián, de ENBA en este caso, es meter un correctivo a la distribuidora en cuestión, pero lo que verdaderamente buscan es dar un toque de atención para el conjunto de la distribución y logar que, con una sanción ejemplarizante, harto difícil, que el resto de las cadenas no tengan la más mínima tentación de seguirles por esa senda a la baja.

Ahora bien, hablando de leche, les tengo que advertir que, además de perros descontrolados y perros de guarda, existen también los perros de presa que son aquellos que van al cuello de sus presas para degollarlos y dejarles morir, desangrándose, lentamente.

Los perros de presa, en el mundo de la leche son los jefes de compra, tanto sean los de la industria, cooperativa o cualquier otro primer comprador, así como los jefes de compras de las cadenas de distribución. Ambos, todos ellos, son fieros perros de presa que muerden el cuello del ganadero y los dejan, medio muertos, desangrados, sin fuerzas para seguir. Eso sí, mientras tanto, los responsables máximos y públicos de dichas empresas, cooperativas y cadenas de distribución, no se manchan con la sangre, para eso están los perros de presa y, además, se permiten salir a la plaza pública, a las reuniones sectoriales, congresos y jornadas, además de medios de comunicación, con un mensaje virginal, en el que ellos, aparecen diciendo que lo que quieren es defender al sector ganadero y contar con un sector productor, estable, de futuro y organizado. ¡Ja! Perdonen que me ría, por no llorar.

Al igual que los perros de casa huyen despavoridos con el ruido de petardos, cohetes y fuegos artificiales, los perros de caserío o granja están realmente atemorizados ante el ruido que les llega. Oyen que el número de vacas y ganaderos disminuyen en todas las zonas, oyen que los costes no bajan, oyen (y sienten en sus propias tierras) que la sequía hace y hará estragos, oyen que en las zonas forrajeras van a limitar, cuando no prohibir, el regadío por la falta de agua y para más INRI, oyen los dramáticos ladridos de los perros de presa que les quieren quitar hasta el último aliento de vida. En definitiva, si algo o alguien no lo remedia, les espera una vida perra.

Xabier Iraola Agirrezabala

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