La ola blanca
La
ola blanca
Esta semana se celebra la
gran feria internacional de turismo FITUR en Madrid. Dada la potencia del
turismo en nuestro estado, el evento es una cita imprescindible para todos
aquellos que, directa o indirectamente, viven o quieren vivir del turismo. Por
allí, a semejanza de las pasarelas de moda, habidos de glamur y flashes de los
medios de comunicación, desfilan todas las autoridades de la piel de toro. No
falta ninguno. Ni los reyes, ni el ministro del ramo ni presidentes de comunidades
autónomas, alcaldes, etc., nadie, incluso, acuden al evento, aquellos alcaldes (principalmente
de izquierda) que se pasan todo el año hablando de las maldades del turismo,
intensivo y masificado por supuesto, pero, que acuden raudos y veloces a
eventos como éste con el único objetivo de atraer aun más gente para su localidad
o territorio.
Me dirán, ellos, que el
turismo que ellos promocionan es un turismo respetuoso con la historia, cultura
y patrimonio local, totalmente alejado de ese turismo masificado que otros
buscan, sin darse cuenta, o sí, que nadie, pero nadie, promociona e impulsa un
turismo destructivo para su tierra, pero que, dada la imposibilidad de regular
y/o limitar la llegada de hordas de turistas, la consecuencia más lógica y
habitual es que todos los grandes puntos de atracción, por muy locales que
sean, están hasta las cartolas de gente.
Gente, por cierto, que
acude a los sitios mientras maldice la avalancha de gente, las colas
interminables para ver lo imprescindible y critica el turismo masificado, como
si lo que ellos practican fuese un turismo minoritario y angelical. Como
siempre, lo que uno hace es lo correcto, mientras, lo malo, se lo adjudicamos al
vecino. Por cierto, si quieren tranquilidad y evitar todo atisbo de colas,
pueden acudir a Beizama, Castilruiz u otro porrón de pueblitos a los que,
desgraciadamente, no va ni chus.
Enlazo esta referencia a
FITUR y al turismo con otra noticia de la semana pasada donde AENA, la gestora
de los aeropuertos del estado español, daba cuenta de que en el año 2023 habían
pasado por sus aeropuertos un total de 283 millones de pasajeros, incluyendo
salidas y llegadas, lo que supone un incremento del 16,2% con respecto al año
2022. Eso sí, en Euskadi, que para algo somos más respetuosos con el medio
ambiente y contrarios al turismo masificado, el incremento va desde el 23,5% de
Bilbao hasta el 25,8% de Donostia para rematar con el 31,7% de Vitoria-Gasteiz.
Ya saben, los turistas masificadores y gentrificadores, siempre son otros,
nosotros, no.
No quiero que crean que
este juntaletras se ha vuelto loco y rechaza el turismo. Para nada. Lo único
que pretendo, comenzando por mí mismo, es que todos y cada uno de nosotros
seamos conscientes de nuestras incoherencias y que, en la medida de lo posible,
vayamos asumiendo una serie de pequeños cambios en nuestros hábitos para que,
entre todos, aliviemos la parte negativa que todo viaje tiene.
Lo que realmente le
ocurre a este juntaletras es que anda, una vez más, cabreado con todas aquellas
personas que mientras andan, sin parar, de un lado a otro, fin de semana va y
finde viene, se estén quejando siempre sobre lo cara que está la cesta de la
compra. Genero metano, al saber que, tal y como recoge Eurostat en un informe
sobre la Estructura del gasto de los hogares españoles desde 1988
hasta 2020, el gasto en alimentos y bebidas no alcohólicas desciende en
un 35%, desde el 26,2% del año 1988 hasta el 17% en el año 2020. En definitiva,
viajes y ocio a tope, y racanear hasta el extremo en alimentación. Ya lo decía
nuestra madre, la gente alardea de aquello que se pueda lucir por la calle
mientras, luego, en casa, en ese espacio íntimo donde no llega la mirada ajena,
a comer patata.
Con esta estructura del
gasto familiar es más que comprensible que el consumidor que opta por ahorrar
en alimentación opte mayoritariamente por la marca blanca o marca de
distribuidor y así, observamos que, en el año 2023, el 52% de los alimentos son
de marca blanca, 2% más que el año anterior y que, tal y como recoge uno de los
últimos informes de la consultora NielsenIQ, una de cada cinco cestas, ósea, el
20%, están compuestas exclusivamente de marcas blancas.
La reorientación de la
marca de fabricante a la marca blanca o de distribuidor parece ser la
estrategia más habitual entre aquel segmento de consumidores que quieren
abaratar su cesta de la compra y ello obliga a rehacer la estrategia tanto de
fabricantes como de cadenas de distribución. Así, las industrias que hasta
ahora sólo trabajaban con marca propia, se han visto obligados a abrirse a
diversificar y llegar a acuerdos con alguna cadena de distribución y éstas, las
cadenas de distribución también están modificando su política de marca blanca
para así, no perder cuota de mercado.
Tal es la afección en el mercado
que los hay, quienes incluso, atribuyen al creciente poder de la marca blanca
que empresas tan poderosas como Danone o Bimbo hayan tenido que cerrar alguna
planta ante la inviabilidad de sus productos de marca ante la ola blanca.
Xabier Iraola
Agirrezabala
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