Inflacionitis mental aguda
Me sorprende que, últimamente, en
el transcurso de las sucesivas campañas electorales, los diferentes
comentaristas políticos omnipresentes en las tertulias de mañana, tarde y
noche, apelen a las cosas del comer para referirse a aquellas opciones o
candidatos que se limitan a las cuestiones del día a día.
Como si hablar de la financiación
y competencias de gobiernos autonómicos y/o ayuntamientos, de nuestro sistema
de representación en la Unión Europea, del modelo de gobernanza en el Estado,
fuesen cuestiones caprichosas de algunos que, siempre según estos
comentaristas, no atienden a lo que verdaderamente les interesa a los electores
que, sorprendentemente, sólo ellos saben interpretar, para así no atender las
cosas del día a día como la sanidad, educación, transporte, etc.
Personalmente, más allá de
algunas anécdotas, lo que no se habla en el transcurso de las campañas
electorales, y tirándome un largo, ni en la actualidad política, es de
alimentación, producción, consumo local, compra verde, sostenibilidad de la
actividad forestal, equilibrio territorial, supervivencia de los pueblitos,
etc.
Miento. La alimentación centra la
conversación de la gente, pero sólo para denunciar lo caro que esta todo, lo
mucho que han subido los alimentos y que con la carestía de la cesta de la
compra, es harto difícil llegar a fin de mes. En resumidas cuentas, la dichosa
inflación.
Pues bien, según el último
barómetro de compra elaborado por AECOC (Asociación de fabricantes y
distribuidores), el factor que más preocupa a los consumidores es la salud
mientras la inflación se sitúa en segundo lugar, pero en realidad, y según mi
leal saber y entender, lo que dicta el comportamiento en la compra de alimentos
no es la salud si no el factor precio. Tanto es así que el barómetro de AECOC
cuantifica en un 73% el porcentaje de consumidores para los que el factor
precio y las promociones son factores determinantes en el momento de decidirse
por uno u otro alimento.
Tal es el peso del factor precio
en el momento de la compra que es por ello que, el 46% de los consumidores ha
dejado de comprar productos habituales para poder controlar mejor el gasto, el
40% ha modificado sus hábitos de compra acudiendo más veces al mercado, realizando
unas compras de menor importe y finalmente, el 50% de los consumidores
reafirman su firme decisión de seguir comprando productos de marca de
distribuidor o marca blanca, normalmente, más económicos que las marcas de fabricante.
La fuerza de la marca de
distribuidor o marca blanca es tal que el Estado español, con un 50% de las
compras, se sitúa a la cabeza de los países europeos y dicha pujanza blanca ha
conllevado que cadenas de distribución líderes, como Lidl con un 82% y Mercadona
con un 75% se encuentren en el pódium del ranking de cadenas de distribución.
No obstante, fijando la lupa en lo más cercano, la marca de distribución sigue
siendo una opción notable en Eroski con un 28,7%, que a través de sus marcas
propias se introduce también en segmentos de calidad, locales, etc., y la hasta
ahora cadena marquista por antonomasia, BM, no ha podido quedarse al margen de
la tendencia y está potenciando su propia marca que, poco a poco, está
extendiendo a toda su gama de productos y alcanzando un 14%.
Esta misma semana, por otra parte,
hemos conocido los datos de la inflación del mes de abril y si repasan los titulares
de todos los medios de comunicación, comprobarán que el aspecto que más se
destaca en ellos es el incremento del 4,7% del IPC alimentario frente al 3,3%
del IPC general. Nadie nos ha recordado a nosotros, consumidores alarmados por
la carestía de los alimentos, que la restauración ha subido un 5% o que los paquetes
turísticos han subido un 4,6%. Total, ¿para qué alarmar al consumidor sobre
estos gastos, u otros similares, que muchos de ellos consumidores consideran
irrenunciables, pudiendo atajar el problema reduciendo aún más el gasto en alimentación?
Nos lamentamos de lo mucho que ha
subido la leche, el aceite o la carne y buscamos sustitutos o alternativas
mucho más económicas para así, poder seguir con otra serie de gastos y
servicios que, en teoría consideramos prescindibles, pero que nuestra práctica
diaria demuestra bien a las claras que son imprescindibles para nuestra
felicidad. Nos quejamos del precio la fruta, pero al llegar a casa contratamos
las vacaciones de verano y/o el megafinde de Todos los Santos, o reservamos las
entradas para el superconcierto de nuestro grupo musical preferido que toca en Barcelona
en verano del 2025.
Somos así, y al parecer,
lamentablemente, no tenemos remedio. Ahora bien, si bien es cierto que la
enfermedad que padecemos es difícil de erradicar, no es menos cierto que el
principio de su fin comienza con un buen diagnóstico del problema, asumiendo lo
que padecemos y poniendo nombre a la enfermedad, en mi opinión, que les aclaro
hice Medicina en la misma facultad que muchos de los que me rodean, la
enfermedad no es más una inflacionitis mental aguda. Radica en nuestra mente,
pero no afecta, totalmente al menos, al bolsillo, que sale indemne para todo aquello
que no sea alimentación.
Ya lo saben. Ustedes y yo,
sufrimos de inflacionitis mental aguda.
Xabier Iraola Agirrezabala
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