Visita a la óptica

 


 

Las gafas son una herramienta, imprescindible diría yo, para todas aquellas personas que pretendan hacer una compra consciente. Más si cabe, si usted tiene una cierta edad, como el que esto subscribe.

Si usted está concienciado con la cuestión del origen de los alimentos que usted adquiere y quiere ceñirse únicamente al origen más próximo, más local, por aquello de colaborar con la economía de sus paisanos y de su tierra, no le quedará más remedio que armarse de paciencia, más que la del santo Job, calzarse las gafas y buscar, y rebuscar, el origen del producto a comprar. Hágase la idea de que deberá dar un par de vueltas al envase de marras, mirar y remirar aquellas palabritas diminutas escritas en un calibre que debiera estar prohibido y estar atento, para diferenciar lo que es el origen del producto, en una micro-letra colocada en vertical junto al código de barras para despistar hasta al más atento, de lo que es el origen de la empresa envasadora, en un tamaño de letra más generoso, y de lo que es la comercializadora.

Así, usted puede encontrarse con el colmo de los trucos del engaño que encontré no hace mucho donde una bote de guindillas, las que en Euskadi se conocen como las guindillas de Ibarra y fuera se catalogan como guindillas vascas, que bajo un nombre en euskara, Aranzazu, por aquello de utilizarlo como reclamo para el consumidor afecto al terruño, relega a un segundo lugar que la empresa envasadora es riojana y, lo que es peor, relega a un plano último que el producto en cuestión, en este caso, la guindilla, es original de China. ¡Ahí es nada, una guindilla china, envasada en La Rioja con nombre en euskara!

 

Si, por el contrario, usted está concienciado por conocer con exactitud el tipo de producto que pretende comprar, la cuestión se complica por momentos, y así, usted se puede encontrar con un vino blanco, embotellado en Gipuzkoa, elaborado vaya usted a saber con qué uvas y presentado con nombre en euskara, por supuesto, y presentado como “bebida tradicional de la costa guipuzcoana”. Está todo tan estudiado y tan bien presentado para que el consumidor despistado, entienda que está adquiriendo el vino vasco costero tradicional, el txakoli, que no hace falta ni mencionarlo en la etiqueta para así, no cometer un error legal difícil de arreglar. 

Otro tanto ocurre, si usted va, deprisa y corriendo, por aquello tan socorrido de “no me da la vida”, haciendo la compra en un establecimiento de una cadena de origen yanqui, Costco, que presenta como “leche sostenible de baserri”, lo que no es más que una bebida vegetal de almendras. Una ilegalidad tan manifiesta que es deseable no vuelva a repetirse, dado que es un incumplimiento de una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea quien, en sentencia emitida el 14 de junio de 2017, prohibía el uso de terminología láctea como leche, yogur, queso, nata, mantequilla, mazada, lactosuero, etc., para leche, entendida exclusivamente como la secreción mamaria normal obtenida a partir de uno o más ordeños, o para los productos lácteos, derivados de la leche, entendida como se define, la de origen animal. 

Peor están las cosas para usted si es un consumidor que quiere consumir un chorizo, un filete, una hamburguesa, un paté o un tocino, y si como decía antes, va haciendo la compra a todo meter, sin fijarse, sin las gafas equipadas, porque tiene usted grandes probalidades de que acabe consumiendo productos ultraprocesados de origen vegetal que nada tienen que ver con lo que usted quería adquirir. 

El Parlamento Europeo cedió a la presión de las industrias de ultraprocesados veggie, ultraprocesados tan naturales y virginales como el carburante mismo, ayudadas por las industrias cárnicas que no quieren perder cacho en el mercado veggie y por lo tanto, ponen una vela a Dios y otra al diablo, aprobando en el europarlamento que se pudiesen utilizar términos cárnicos como los antes mencionados en el momento de etiquetar ultraprocesados vegetales, que recurren a todo tipo de ingredientes y añadidos para parecerse, oler y saber a algo parecido a la carne animal.

Pues bien, Francia reaccionó y prohibió el uso de dichos trucos terminológicos pero, recientemente, hemos conocido una sentencia del Tribunal Europeo, en respuesta a una demanda impulsada por la siempre desinteresada industria veggie,  que se lo permite, por lo que, le recomiendo que si usted quiere comprar y/o consumir un chorizo, filete, tocino, etc., de los de toda la vida, además de hacer un acto de compra más pausado, consciente y comprometido con el sector ganadero, deberá programar una nueva visita a la óptica, armarse de unas potentes gafas, cuando no microscopios, para diferenciar lo que es carne de lo que no, no vaya a ser que, una vez más, le den gato por liebre. 

Xabier Iraola Agirrezabala

 

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