Una botella de Txakoli para Trump

 



San Antón, históricamente, está considerado como el patrón de los animales y por eso mismo, son numerosas las ferias ganaderas que se celebran por toda la geografía. En nuestro entorno más cercano, es de destacar la feria ganadera de Mungia. Ahora bien, este pasado viernes acudí a Getaria, donde este día es el señalado en el calendario anual como el indicado para presentar la nueva cosecha del Txakoli amparado por la Denominación de Origen Getariako Txakolina, por cierto, algo más corta que la anterior.

La Denominación, cosecha propia, está magníficamente dirigida por dos mujeres, la presidenta, Itziar Eizagirre de la bodega Talai Berri de Zarautz, y por la directora, Ruth Mozo, que más de uno echaremos de menos, el día que se retire. Ambas dos y sus equipos, están logrando situar una diminuta denominación como esta en lo más alto del mundo del vino.

Pues bien, volví especialmente contento al ver tanta gente joven entre los responsables de las bodegas, la inmensa mayoría bodegas familiares donde todos los miembros de la familia son plenamente conscientes que, más allá de la imagen de Falcon Crest que algunos les pretenden endosar, los proyectos salen adelante con un arduo trabajo, primero en la viña y después en la bodega, sin restar ápice de importancia, a la labor comercial, cada vez más complicada.

Una labor comercial donde la exportación, aunque limitada, cada vez cuenta con mayor importancia y es por eso que el mundo del vino mira con expectación lo que pueda hacer el topoderoso Donald Trump que será investido como 47º presidente de los Estados Unidos de Norte América en un acto en el interior del Capitolio dadas las previsiones congeladoras para este lunes, día de San Sebastián, en Washington.

Si nos atenemos a los exabruptos lanzados por Trump antes de su toma de posesión, la globalización como la venimos concibiendo en las últimas décadas será trastocada y el gigante norteamericano, viendo amenazado su liderazgo por el gigante chino, parece optar por un repliegue, por un cierre de fronteras, por una política de aranceles y por unos acuerdos comerciales con países concretos, mano a mano, donde ellos tendrán una posición claramente dominante. En definitiva, del multilateralismo, al bilateralismo.


La política internacional, en adelante, no va a ser tan previsible y lógica como la hemos conocido y así, cada día, nos levantaremos con una sorpresa diaria que nos llega de Trumplandia, unas veces por que está irritado, las otras por que está eufórico y las otras, por que es lo que le interesa a su patrocinador Elon Musk. Por eso mismo, cada vez deberemos estar más atentos a la esfera internacional y prestar más atención a lo que nos llega de aquí y allá, puestos que nuestra economía y bienestar, cada vez más, dependerá de lo que ocurra fuera de nuestras fronteras.

Por eso, cada vez sigo con mayor atención a Fernando Miranda, hasta bien poco secretario general de agricultura y alimentación del Ministerio, y que actualmente se encuentra en Ginebra como consejero de Agricultura ante la ONU y otros organismos internacionales. Fernando, tras llevar a sus espaldas, durante años, con uno u otro partido, el peso principal del Ministerio decidió bajar el pistón y dedicarse a otras tareas, en principio, menos importantes y creo, cosecha propia, menos desgastadoras que la política ejecutiva y de primera línea.

Fernando, desde los reinos de Elon Musk, está desarrollando una buena política comunicativa sobre cuestiones internacionales y me ha resultado extraordinariamente destacable el último artículo, Biocombustibles: actores globales y políticas divergentes publicado en la Plataforma Tierra.

En él, se aborda el uso de la tierra agraria dentro del debate climático, una cuestión nada baladí, si tenemos en cuenta que, como plantea Miranda, actualmente, son más de 30 millones de hectáreas las destinadas a la producción de biocombustibles, un 25% más que toda la Superficie Agraria Útil de España, y plantea los diferentes enfoques que se presentan ante la cuestión energética y más concretamente, con la llegada y/o expansión del vehículo eléctrico.

A mí, y esto es cosecha propia, la cuestión me plantea una duda más de carácter ético, es decir, si debemos destinar tierras agrarias y producción de cereal a biocombustibles y generación de energía, retirando con ello, producción agraria que, en mi humilde opinión, debiera destinarse, prioritariamente, a la alimentación humana y animal.

El artículo en cuestión, y su anterior, sobre los stocks de seguridad, me han hecho reflexionar sobre ambas cuestiones que, aunque se escapen de nuestro día a día, son tremendamente importantes para nuestro día a día ya que todavía no está muy lejano el día a día que ganaderos de leche de nuestro entorno se quedaron sin maíz dulce para alimentar sus vacas dado que la empresa suministradora decidió destinarla a una planta de cogeneración eléctrica.

En fin, me alegra que personas como Fernando Miranda, desde su obligada segunda línea, nos pongan al día de cuestiones internacionales que tanto nos afectan y a los responsables de Getariako Txakolina les sugeriría que le enviasen una botellita a Trump para que, copa en mano, no adopte medidas perjudiciales para nuestro sector.

 

Xabier Iraola Agirrezabala

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