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La Catedral

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Coincidiendo con la Eurocopa del 2016, visité junto con mi familia, la bella ciudad de París. Impresionante en todos los sentidos diría yo (salvo en la cuestión futbolística de la que huyo como gato del agua) pero por destacar algo, destacaría la grandiosidad de sus avenidas, paseos y edificios monumentales. Todo a lo grande, ¡hasta parecían de Bilbao!. Visitamos también, ¡cómo no!, la catedral de Notre Dame que, lamentablemente, fue pasto de las llamas tres años después. La catedral parisina, como todo monumento que se precie, fue construida en un periodo aproximado de 200 años, de 1163 a 1345, y más allá de los retoques de estilo que se dieron en este largo periodo, la catedral fue sufriendo nuevos retoques o adaptaciones al gusto dominante durante los siglos posteriores hasta llegar a la situación actual, o mejor dicho, a la previa al incendio de abril del 2019. Todas estas cuestiones me vinieron a la cabeza al leer las palabras de la activista medioambiental Gre

Haciendo equilibrios

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El domingo 12 de Julio, los vascos, además de los gallegos, acudiremos a las urnas a depositar nuestras papeletas de esperanza para con el presente y futuro de nuestro pueblo y elegiremos, ¡faltaba más!, el partido que más nos guste y el candidat@ a Lehendakari que queremos que lleve el timón del barco vasco en un momento de tormentas tan peligrosas donde, además de la cuestión sanitaria, nos jugamos muchísimo en el apartado económico y laboral del que, sí o sí, pende directamente nuestro proyecto personal y familiar. No son tiempos para experimentos con gaseosa por lo que creo, con alta probabilidad de equivocarme, que ganará aquel candidat@ que sea capaz de transmitir seguridad y confianza en que de saldremos, vivitos y coleando, de esta pesadilla. No tengo duda, ¡saldremos!. No he tenido tiempo, le pido perdón anticipadamente, de leer los programas electorales de todos los partidos políticos en liza y por ello, quizás sería lo más prudente, debiera abstenerme de hacer cu

El Engaño

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Hace unos cuantos años asistí en Amorebieta-Etxano a una interesante jornada apícola organizada por la asociación BAMEPE (ahora HEGOAK) integrada por apicultores profesionales del territorio histórico de Bizkaia. Acudí a la jornada porque estimaron que era la persona indicada para dirigir el desarrollo de la jornada, controlar los tiempos, moderar las preguntas, etc. Por lo visto, me vieron dotes de mando. Ordeno y mando, dirá más de uno. Acudí a la jornada, como decía, a dirigir la orquesta de magníficos ponentes que conformaban el elenco y de que todo se desarrollase según las previsiones de los organizadores. Volví a casa totalmente fascinado al conocer más de cerca la realidad de nuestra apicultura, escuchar al sabio Antonio Gómez-Pajuelo y más aún, al comprobar la gestión ganadera (transhumancia, alimentación, …) de unos cuantos apicultores profesionales que hacen del ganado apícola su modo de vida y la actividad con la que sacan adelante su familia. Pues bien, nuest

Don Luis, ¡un descafeinado, por favor!

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Me gustan los políticos de casta. Frente a una mayoría actual de bienquedaos, políticamente correctos y planos a base de esquivar cuestiones peliagudas y de huir de cualquier tema que pudiera derivar en problema, personalmente, me gustan los que son decididos y que abordan los temas con determinación sin miedo a mojarse. Eso sí, siempre, con buenas formas y con el máximo de los respetos. En su momento, escribí sobre los aciertos y errores del ministro Miguel Arias Cañete, tan correoso como altivo, que fue capaz de acertar en el diagnóstico e impulsar, nada más y nada menos que hace 7 años, la Ley para mejorar el funcionamiento de la Cadena Alimentaria. Cañete, como le conocíamos todos, fue ministro del 2011 al 2014 y en ese trienio impulso un par de leyes importantes, si bien en este caso, me quiero referir a la Ley de Cadena Alimentaria que supuso una buena cimentación para una construcción que nadie quiso posteriormente continuar, ni los de su partido ni los adversarios.

La tormenta perfecta

Tormenta perfecta es la expresión literaria y/o cinematográfica utilizada para referirse a esa situación, buscada o sobrevenida, donde se da un cúmulo de condicionantes o circunstancias, la mayoría de las veces, nada positivas, que sitúan en la picota o al borde del precipicio a una persona, colectivo, país o sector económico. Pues bien, en estos momentos, al menos esa es mi percepción, el sector agrícola, europeo diría yo, pero también en ámbitos inferiores, se encuentra ante una especie de tormenta perfecta conformada por un cúmulo de estrategias, planes y documentos varios que van a marcar, si no condicionar notablemente, el futuro próximo de la agricultura y, si me apuran, de la alimentación. En la tesitura actual, ahora que estamos en puertas del fin del estado de alarma, el sector agrícola se encuentra expectante ante el incierto devenir de la economía puesto que gran parte del éxito o fracaso de nuestro negociado depende de la situación laboral y consecuentemente, de l

Maldito Beneficio

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Quiero que sepa el estimado lector, si es que todavía no lo ha rastreado por la nube, que este humilde juntaletras, en su tiempo, fue una persona importante y digo esto, no por arrogancia, si no porque durante 8 años fui el alcalde de mi pueblo, Legorreta, y eso, además de ser algo muy importante, es el mayor honor que he ostentado. Al parecer, mi falta de valía y mi carácter crítico, me impidieron alcanzar cotas mayores y por ello, querido lector sufridor, aquí estoy yo, juntaletras del ramo agrario, dándole la murga, semana sí y semana también. Pero tengo que reconocer que mi paso por las responsabilidades municipales me sirvieron para tener conocimiento sobre multitud de cosas que, de otra forma, no hubiese conocido. Una de ellas es que al gestionar una obra, mejor dicho su licencia de obras, se desgajaban diversos conceptos (ejecución material, gastos generales, beneficio industrial,…) puesto que algunos de ellos estaban sujetos al correspondiente impuesto y otros, no.

Atasco

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Ismael, el protagonista de la magnífica novela que leo actualmente, “Aitaren Etxea” (La casa del padre) de la escritora Karmele Jaio que, por cierto, le aconsejo fervientemente, es un escritor de éxito que se encuentra totalmente atascado en su nueva novela, sin la inspiración necesaria para salir adelante. Así me encuentro yo, desde hace bastante tiempo. Me refiero a lo del atasco y no, a lo de escritor de éxito. El confinamiento me ha poseído del todo y el dichoso monotema contamina todas mis neuronas y no soy capaz de escaparme de sus garras. Tanto es así que incluso una cuestión tan básica y elemental como es la cena semanal en la sociedad gastronómica ha dejado de ser algo elemental para pasar a ser, ahora que acabamos de abrir la sociedad, con todas las medidas de seguridad obviamente, un acontecimiento que merecería ir de etiqueta si no fuese porque uno tuvo que remangarse para cocinar los huevos fritos, plato estrella de mi básica carta gastronómica. Pues bien, en est