La tormenta perfecta
Tormenta perfecta es la expresión literaria
y/o cinematográfica utilizada para referirse a esa situación, buscada o
sobrevenida, donde se da un cúmulo de condicionantes o circunstancias, la mayoría
de las veces, nada positivas, que sitúan en la picota o al borde del precipicio
a una persona, colectivo, país o sector económico. Pues bien, en estos
momentos, al menos esa es mi percepción, el sector agrícola, europeo diría yo,
pero también en ámbitos inferiores, se encuentra ante una especie de tormenta
perfecta conformada por un cúmulo de estrategias, planes y documentos varios
que van a marcar, si no condicionar notablemente, el futuro próximo de la
agricultura y, si me apuran, de la alimentación.
En la tesitura actual, ahora que estamos en
puertas del fin del estado de alarma, el sector agrícola se encuentra
expectante ante el incierto devenir de la economía puesto que gran parte del
éxito o fracaso de nuestro negociado depende de la situación laboral y consecuentemente,
de la cartera de los consumidores. No obstante, el mundo sigue dando vueltas, y
asimismo nos encontramos con que la Unión Europea aprobó su hoja de ruta
medioambiental denominada Pacto Verde Europeo donde se apuntan los grandes
objetivos medioambientales de la UE y, asimismo, la UE también tiene adoptada su
propia estrategia de Lucha contra el Cambio Climático que, en cascada, tiene su
reflejo en el plano estatal y regional o autonómico.
No contentos con el Pacto Verde, la Comisión
Europea acaba de publicar la estrategia “De la granja a la mesa” para un
sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente donde
se apuntan las líneas generales de una nueva política alimentaria que,
obviamente, afectara directa y sustancialmente a la parte productora. Una vez
más, querido lector, la estrategia va, según algunos, más rápido de lo que se
puede asumir desde la parte productora, pero, según otros, la estrategia en
cuestión no entra al meollo de la cuestión y no aborda la necesaria, según su
parecer, revolución agroecológica de la producción europea de alimentos
Además, si lo anterior no fuera suficiente,
la Unión Europea se halla inmersa en un interminable proceso negociador del
Marco Financiero Plurianual, una especie de presupuesto plurianual que fija,
entre otras cosas, el techo de gasto de las instituciones comunitarias y que
establece los fondos destinados a cada una de las políticas prioritarias, entre
ellas, la política agraria común, ampliamente conocida por sus siglas, PAC. Por
cierto, una PAC que, al parecer, su enésima reforma se retrasa a cuenta del
virus y cuya aplicación se dilata hasta el año 2023.
Por no hablar de los incesantes pero
trascendentales acuerdos comerciales que la UE cierra con países y continentes
terceros bajándose los pantalones en cuestiones agrarias mientras,
recíprocamente, consiguen hacerse con sus mercados industriales, servicios,
infraestructuras y así tenemos que, mientras las empresas hacen el agosto
apoderándose de los mercados del más allá, nuestros agricultores sufren un duro
invierno a lo largo de todo el año al haberse facilitado la entrada de sus
productos agrarios a nuestro mercado y además, por un oportuno olvido de
nuestras autoridades europeas, sin haber asegurado la reciprocidad en
condiciones higiénicas, medioambientales, laborales, etc.
No se crean que con ello acaba, puesto que,
en el Congreso de los Diputados se está tramitando un proyecto de ley de
medidas urgentes en materia de agricultura y alimentación cuyo objetivo
principal es reformar la Ley de Cadena Alimentaria e introducir una serie de
modificaciones con el objetivo de dar respuesta al problema estructural de
falta de rentabilidad y empoderar al productor recogiendo la obligatoriedad que
todas las compraventas y transacciones efectuadas en el seno de la cadena se
hagan cubriendo, ¡qué menos!, los costes de producción. La cosa, por muy sencilla
y loable que parezca, tiene su aquel, pero, no me quiero dispersar y dejo la
cuestión para posteriores ocasiones.
Como ven, con estos pocos apuntes, tenemos
sobre la mesa, sobre el campo diría yo, toda una serie de ingredientes que hacen
que el campo o, mejor dicho, el sector productor europeo esté como una olla a
presión que, en cualquier momento, puede reventar.
Y llegados a este momento, yo me pregunto, ¿Quiénes
son los cocineros que manejan la olla a presión? ¿cuántos aliados tienen los
agricultores en esas cocinas donde se elabora el menú de nuestro futuro? ¿cuántos
políticos tenemos en esas cocinas que saben de qué va el tema y conocen los
ingredientes?
Personalmente, estoy algo más que preocupado
viendo la dinámica de los últimos años, al observar como los diferentes
responsables políticos de los diferentes partidos políticos que llevan la
cuestión agraria y que, bien personalmente bien profesionalmente cuentan con sabiduría
y experiencia para analizar, proponer y debatir las cuestiones, son
arrinconados, ninguneados y sustituidos por sumisos tolosas (tolosabe) que lo
mismo les da caer en la comisión de agricultura que en la de cultura o en la de
sanidad.
Cada contienda electoral, sea para la
institución que sea, comprobamos cómo nuestros aliados, los aliados del campo, los
más cercanos, pero también los más lejanos, los que tienen criterio y
conocimiento de la cosa, los que le dedican tiempo y vida al agro, son
relevados por profesionales de las generalidades y así, contienda a contienda,
el sector en su conjunto pierde capital humano y músculo para defender lo
nuestro.
Reaccionemos. No nos podemos permitir perder
más músculo.
Xabier Iraola Agirrezabala
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