Pies de escayola




En agosto de 1998 escribí un articulillo sobre los pies de escayola que lucían nuestros baserritarras por aquel, ya lejano, verano y les informaba a mis lectores baserritarras, dado que era una publicación sectorial para ellos, que había gente que se refería a ellos despectivamente con ese término de “pies de escayola” por la extendida costumbre de utilizar, independientemente del clima o calzado, los calcetines blancos de deporte de toda la vida.

Sé que alguno de ellos, principalmente los que estaban en edad de ligoteo, modificaron sus hábitos de indumentaria y optaron por otro tipo de calcetines más habituales entre la población para evitar toda referencia despectiva, ahora bien, lo que no sabían ellos, ni yo por supuesto, era que ellos eran la avanzadilla de la moda, puesto que la moda de los calcetines blancos (sí, los de las dos rayitas roja y azul) ha vuelto a ponerse de moda y aunque todavía parece ser una moda al alcance sólo de los más atrevidos, visto los giros copernicanos que damos con el mayor de los disimulos, no me cabe la menor de las dudas que el verano próximo iremos todos con los calcetines blancos de marras, osea, con los pies de escayola.

Son los caprichos de la moda y la demostración de las incomprensibles chirivueltas que damos en nuestros gustos y hábitos para ir asimilados a los gustos de la manada, no vaya a ser que, por mantener nuestra propia personalidad, nos tilden de raros.

Algo similar ocurre con los hábitos de consumo alimentario y así, podemos comprobar cómo los mismos que pontificaban en favor de la carne embandejada como el único futuro del sector cárnico y tildaban de antiguos a aquellos que optaban por la carne al corte en la carnicería tradicional, esos mismos, son ahora los que, dando una triple voltereta mortal en el aire, alaban las excelencias de la carne fresca, cortada y servida al momento por un carnicero profesional (¡de trato agradable, pediría yo, si no es mucho pedir!) que además de trabajar bien la canal es un magnífico prescriptor del consumidor y una imprescindible guía para el cliente en momentos de zozobra.

Zozobra como la generada a primero del mes de julio al conocer por los medios de comunicación el resultado de una larga y laboriosa investigación liderada por el Seprona de la Guardia Civil en tierras de Aragón y Cataluña que conllevó la detención de 14 personas que, según estimación de la propia benemérita, comercializó en el año 2015 más de 1.300.000 kilos de carne presuntamente engordada con productos ilegales y que podían ser nocivos para la salud en dosis altas. No me extraña, por tanto, la protesta de los ganaderos vascos al comprobar la ingente de cantidad, supuestamente, engordada con productos ilegales ha podido llegar hasta los mismísimos mostradores cara al público.

En su momento, ya ocurrió algo parecido con la enorme alarma generada por las olvidadas “vacas locas” y entonces también, .....



el consumidor atemorizado por las noticias que oía, aparcó modas pasajeras y se refugió en el carnicero, en la confianza que le transmitía, en la trazabilidad expresada verbalmente y demostrada en la etiqueta (al menos en el caso de las carnicerías de Eusko Label) y en sus consejos sobre los modos y hábitos de consumo.

Por eso, ante los constantes e incomprensibles cambios de moda, particularmente en los hábitos alimentarios, nunca está de más ser prudente, ahondar en lo tradicional, ser “segurola” y perseverar en las buenas costumbres, optar por la producción local, elegir canales de venta lo más próximo posible y en su caso, en caso de ser imposible, optar por marcas de calidad que puedan demostrar, en todo momento, su buen trabajo en todos los pasos que alberga la compleja cadena alimentaria.


Ahora bien, y con esto termino, lo que no nos libramos es de la macabra moda de algunos criminales, así, ¡para que andarse con paños calientes! que, verano va y verano viene, les da por incendiar el monte con malvados intereses comerciales, urbanísticos y, dicho sea de paso, algún imprudente ganadero.

Ya lo dice el dicho popular, los incendios estivales en el monte se apagan en durante el invierno, por lo que en estos momentos donde amplias zonas de Galicia, Portugal, La Palma, etc. arden o están ardiendo, vaya mi reconocimiento a esos miles de propietarios forestales que de forma sigilosa trabajan el bosque familiar, acometen durante años los fatigosos e ingratos trabajos silvícolas sin saber a ciencia cierta la rentabilidad que puedan obtener, una inversión de futuro a ciegas si tenemos en cuenta cómo está el mercado de la madera para que además, lamentablemente, tengan que aguantar la incomprensión de parte de la sociedad, que sólo se acuerdan del bosque cuando arde, y muy especialmente, sufrir los dardos envenenados de algunos grupos naturalistas que desdeñan toda actividad económica en el monte y que les tildan, despectivamente, de simples empresarios cuyo objetivo es lucrarse del monte. ¡Ya les daba ya un par de hectáreas de monte, a ver qué es lo que hacían!.

En fin, me voy de vacaciones, en bermudas y, cómo no, a lucir “pies de escayola”.

Xabier Iraola Agirrezabala



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