El patio trasero de la Granja X
Recuerdo que cuando yo empecé a salir
con la que hoy es mi mujer, le dije que yo era de un pueblito muy
pequeño (frente a ella que era de Bilbao) y queriendo sugerir un
poderío económico que brillaba por su ausencia, que mi familia
tenía pinos y así fue la historia de mi media verdad cuando, una
vez enfilada la relación, mi novia supo que mi padre no tenía
ningún pinar sino tablas de pinos en su pequeña carpintería.
Pues bien, cuando uno va a un mercado
o feria tradicional y otea el paisanaje allí presente observa que
son franca mayoría las señoras de edad avanzada y curiosamente, son
éstas las que generan una mayor confianza al consumidor puesto que
identifican mejor a estas mujeres con la idea que ellos tienen de la
baserritarra tradicional.
Por ello, no descubro el Cantábrico
si saco a colación el caso de algunas “caseras, aldeanas, etc” ,
habituales de nuestros mercados, que viven en un caserío o incluso
en un piso y que al no tener un puñetero metro cuadrado de huerta,
recurren a la compra de verdura en el merca más cercano para
posteriormente ofrecérselo a sus clientes de toda la vida. Se crea
entre ambas partes, consumidor-vendedor, un ambiente de confianza
sustentado en ideas preconcebidas, clichés, mitos y medias verdades
en el que el consumidor recurre a su supuesta casera de confianza y
ésta, a su vez, no acaba de revelar todos sus secretos y amparándose
en sus amplios conocimientos, adquiridos a lo largo de muchos años
en la plaza, habla de su producto como si hubiese sido cultivado,
mimado y recolectado por ella, o por su familia, en el caserío
familiar. Son los revendedores de toda la vida que, aunque sean una
minoría dentro de la plaza puesto que la mayoría de las mujeres
(digo mujeres, porque la inmensa mayoría lo son) son mujeres
productoras que optan por comercializar su producción a través de
la venta directa en la plaza, como suele decirse, haberlos haylos.
Algo similar ocurre con esos
almacenistas y empresas logísticas que se dedican a vender huevos de
tienda en tienda bajo el nombre de Granja X o Avícola Y, sugiriendo
así al personal que ve dicha furgoneta descargar su género de
tienda en tienda que dichos huevos provienen de la Granja que ellos
mismos gestionan, cuando la verdad es que, son una empresa
distribuidora especializada en ese producto en cuestión.
Las artimañas van creciendo de nivel
y así tenemos ....
....alguna cadena de distribución británica que para
ganarse la confianza de los consumidores, principalmente, queriendo
ganar el respaldo de aquellos clientes más sensibles y proclives a
consumir productos locales y de cercanía, ha optado por recurrir al
término Farm (Granja) en su marca blanca engañando vilmente al
cliente al hacerle pensar que el producto elegido, no es un producto
de marca blanca elaborado por alguna empresa para dicha cadena sino
un producto elaborado por y en la propia Granja X.
No crean que es algo exclusivo de las
tierras del Brexit puesto que como suele ser habitual los listos y
espabilados abundan por todos los países y así, recientemente, en
la feria Gastronomika de Donostia pude ver cómo la cadena de
distribución MAKRO, especializada en hostelería y restauración,
mostraba una tentadora carne de buey de Caserío Olabarri, sin
especificar, que dicho nombre no es más que una marca comercial
registrada por una empresa cárnica y si bien, no dudo que dicho
animal, habrá sido criado en algún caserío, casona o granja,
estimo que no es muy leal para con el cliente utilizar este tipo de
términos (granja X, caserío X, etc) cuando en realidad, no existe
tal granja o caserío.
Hace bastantes años se decía que
había numerosos nobles, imagino que de capa caída, que vendían a
ciertas bodegas vitivinícolas el uso de sus títulos como marca para
dar empaque a la etiqueta y realzar así, por decreto nobiliario, la
mediocre calidad del caldo embotellado y según parece, los casos que
he mencionado no son más que una ínfima muestra de lo que viene
ocurriendo habitualmente en el mercado alimentario donde crece como
champiñones la práctica de algunas empresas industriales,
comerciales y/o distribuidoras de recurrir al uso de cierta
terminología como granja, caserío, finca, etc en sus etiquetas,
folletos promocionales, marketing, etc. apelando al subconsciente de
los consumidores y en especial, queriendo ganarse la confianza de
aquellos consumidores más sensibles al producto de cercanía y
paralelamente, disipando los resquemores que los productos
industriales o más lejanos pudieran suscitar en dicha tipología de
consumidores.
Xabier Iraola Agirrezabala
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