El paraíso terrenal de algunos
Hace un año exactamente iniciaba
mi artículo semanal mencionando a Mikel y Antonio, ganaderos asociados en una
Comunidad de Bienes (ahora, Sociedad Civil) junto con sus respectivas y viendo
que ambos tenían que ausentarse frecuentemente por sus obligaciones, presidente
de ENBA el primero y concejal el segundo, yo les solía decir jocosamente que su
explotación era una Comunidad de Bienes para ellos y una Comunidad de Males
para sus esposas.
Pues bien, algo parecido me vino a
la mente cuando esta semana acudí al Congreso Euskal Hiria 2016 que se celebró
en Donostia y donde, bajo el lema Lurraldea 2040, se daba un paso más en el
largo proceso de participación ciudadana que el Gobierno Vasco ha contemplado
para la revisión de las actuales Directrices de Ordenación Territorial,
popularmente conocidas como las DOT.
Este documento, desarrollado
posteriormente por otros de menor rango
como son los Planes Territoriales Parciales y Sectoriales, proyectan el modelo
de país y su ordenación territorial constituyendo la auténtica Biblia a la que
todas las instituciones (departamentos gubernamentales, diputaciones y
ayuntamientos) acuden para comprobar cuántas viviendas pueden impulsar, por
dónde pueden ampliar los polígonos o en su caso, si las carreteras, vías, etc.
tienen encaje, o no, en el territorio que pretenden actuar.
El documento, al menos lo poco
que he podido leer, tiene una aportación fundamental para el mundo rural y es
la apuesta decidida por frenar al máximo la artificialización de la tierra
agraria y consecuentemente, la prioridad absoluta, a políticas de
rehabilitación y recuperación de espacios degradados, tanto en su vertiente
industrial como habitacional. Estimo que es una buena base para diseñar el
futuro y asegurar la base territorial del actual sector agrario (agricultura,
ganadería y foresta) como de las generaciones venideras impidiendo la tendencia
expansiva que tanto éxito cosechó en la época del boom inmobiliario.
Dicho esto, no puedo dejar sin
apuntar que, saltándonos la gama de grises al completo, creo que vamos a pasar
del negro directamente al inmaculado blanco y así, mucho me temo, que vamos a
pasar de....
... un tiempo donde se consideraba suelo rural aquello que todavía no
había sido desarrollado o utilizado para levantar viviendas, pabellones,
centros comerciales, etc. a un tiempo, nuevo pero ya en ciernes, donde el suelo
agrario pasará a ser un paraíso terrenal, intocable, virgen en su aspecto
naturístico y donde incluso las actividades propias y tradicionales, la agrícola,
ganadera y forestal, son consideradas (al menos por unos cuantos) molestas y sospechosas
o susceptibles de erradicar para así, mantener, el territorio rural inmaculado.
Se habla de integrar la totalidad
del suelo agrario y forestal en un concepto como la “Infraestructura Verde”
donde además de nuestras tierras agroforestales se incluyen los espacios
públicos protegidos, las vías verdes, los parques naturales, los parques
periurbanos, los huertos urbanos de ocio, los tejados verdes, etc. para que así, este totuum revolutum, conforme
el medio en el que la población urbana tenga el pulmón oxigenador que requiere,
viva con unos altísimos estándares de calidad, disfrute del paisaje y de la
naturaleza y por todo ello, según consideran las cabezas pensantes, esta
infraestructura verde debe ser fruto de un estricto control y regulación por
parte de la sociedad, y más concretamente, de las administraciones públicas.
Pues bien, volviendo al inicio de
mi artículo y más concretamente, a la comunidad de bienes o males, depende de
cómo se mire, creo que esta bipolaridad se da también entre aquellos que, por
una parte, aluden y destacan constantemente en sus discursos teóricos los numerosos
e importantes bienes públicos que el sector primario frente a aquellos otros
que, sin teoría pero con la práctica diaria, generan los bienes públicos.
No sé cuál es el motivo de tal
desencuentro porque cada vez que los primeros cavilan sobre cómo impulsar y
fortalecer los bienes públicos (paisaje, biodiversidad, calidad del aire, agua,
etc), los segundos, son incapaces de verse como beneficiarios de esas teorías y
lo que es peor, incluso, se sienten atacados y ninguneados por aquellos
primeros que, no lo dudo, actúan de buena fe.
Desconozco si el motivo de tal
desconexión, preocupante a la vez que creciente, es el desconocimiento de los
primeros de la realidad de los segundos o la incapacidad de los segundos por
hacer ver y poner en valor su trabajo al conjunto de la sociedad, teóricos
incluidos. Ahora bien, soy de la opinión que ambas partes deben trabajar por
encontrar campos de entendimiento para, a través de un trabajo conjunto, ser
capaces de hacer ver al conjunto de la sociedad y particularmente, a los
responsables políticos, de la naturaleza estratégica del sector primario.
No puede ser que, emulando a la
comunidad de Bienes antes mencionada, la comunidad intelectual, la clase
política y por extensión, la sociedad en su conjunto sean beneficiarios de los
bienes públicos a costa, al menos así lo sienten, del bien privado de unos
pocos agricultores, ganaderos y propietarios forestales.
Finalizo con la siguiente
pregunta: ¿se imaginan que el próximo 3 y 4 de Junio del próximo año, con
motivo de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente el día 5, los
baserritarras y propietarios forestales impidiesen el libre tránsito a
montañeros, paseantes, moteros, quads ,bicicleteros, senderistas, trailers,
cazadores, naturalistas, etc por sus praderas y bosques? Quizás, sea una buena
oportunidad para que alguno capte la importancia de aquellos que ningunea.
Xabier Iraola
Agirrezabala
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