El gran Nikolás
Demasiada gente, lamentablemente,
conoce las andanzas del pequeño Nicolás, un perfecto pijo que al codearse con
gente de relumbrón de la derecha española, sacándose por doquier fotos y
selfies con las estrellas políticas de la Corte madrileña, se quedó cegado con
tanto flash y, lo que es peor, se llegó
a creer tan poderoso y que, incluso, tenía mano tanto en la Corona como en el
CESID. Sus aventuras, o mejor dicho
desventuras, le han venido muy bien para ir de plató en plató, como si fuese la
versión masculina de la Esteban, participando en debates y concursos y eso sí, previo
pago, ir contando jugosas informaciones de las altas esferas políticas que,
comúnmente, nos son ocultadas al populacho.
El gran Nikolás, por su parte, es
un gran desconocido para el público general puesto que su trayectoria vital es
muy propia de los circuitos cortos en los que se mueve el sector primario y que
tan en boga están en la actualidad. El gran Nikolás, Nicolás Segurola para más
señas, nació en un modesto caserío de Azpeitia y como muchos hijos de la tierra
de aquella época fue enviado al seminario de Arantzazu para que, además de ser
mantenido por la orden franciscana, avanzase en esos estudios que su familia no
podía costear y de paso, si brotaba la semilla religiosa, miel sobre hojuelas,
se enfundase el hábito marrón.
Nada más llegar a Arantzazu y habiéndose
hecho franciscano, materializando el
dicho popular de “la cabra tira al monte” fue el encargado de activar e
impulsar la actividad ganadera en el caserío Gomiztegi, propiedad de los franciscanos
y, fue ahí, donde el gran Nikolás logró aunar su doble vocación, el pastoreo de
almas con el pastoreo de ovejas. Seguramente, Nikolás tomó el ejemplo de la
figura literaria de un Dios que gobierna a sus hijos como el rebaño es cuidado
por el pastor y quiso materializar, siendo fiel a sus raíces, esa doble faceta
junto a las grandiosas y escarpadas rocas de Arantzazu.
Esa misma doble faceta de
pastoreo es la que le inspiró para, a semejanza de los seminarios religiosos,
impulsar la escuela de pastores para así formar a los jóvenes que quisieran incorporarse
al sector y dar continuidad al noble oficio del pastoreo, bien sea tomando el
relevo del rebaño familiar bien al frente de una nueva explotación y al mismo tiempo para dar la formación
continua, especializada para el subsector ovino, a sus amigos, los pastores en
activo e inculcarles que en este oficio, al igual que en otros muchos, el
aprendizaje continuo es requisito imprescindible para no quedarse obsoleto. Por
cierto, una escuela de pastores, que ha logrado ser una referencia en todo el
Estado y que es magníficamente liderada por mi amigo Batis Otaegi.
Pues bien, el sábado 26 los
amigos del gran Nikolás ....
se reunirán para homenajearle y para conocer el
trabajo, recopilado en forma de libro, que diferentes personas han hecho para
recoger la triple faceta de este humilde pero gran siervo de Dios y del agro,
su faceta pastoril (de la mano de Eduardo Urarte), su faceta religiosa (de la
mano de Iñaki Beristain) y su faceta bertsolari (de la mano de Xabier Euzkitze).
Sí, señalo esta tercera faceta, porque este franciscano, fácilmente reconocible
por su aspecto bonachón rematado por su inseparable txapela, es un gran amante
de los bertsos y a su faceta como bertsolari, habrá que añadirle la infinidad
de recitales en los que además de presentar, proponía e incitaba a los
verdaderos protagonistas, los bertsolaris. Quizás, siendo justos, también
habría que destacar una cuarta faceta, quizás no tan pública pero que conviene recordar,
como es su defensa de la democracia y del sentimiento abertzale, muy
especialmente, en los difíciles tiempos de la dictadura pero, en fin, no me voy
a extender más, porque lo importante de hoy es que ustedes sean conocedores del
homenaje y acudan a este entrañable evento.
Como se imaginarán, hablar del
gran Nikolás es hablar de montañas, ovejas y queso y por ello no quisiera pasar
por alto la celebración de un evento quesero de la magnitud del International
Cheese Festival que, bajo la
organización de una pequeña asociación como Artzai Gazta, ha colocado a
Donostia, y con ello al conjunto de Euskadi, en el centro del panorama quesero
mundial y estoy seguro que habrá servido como magnífico escaparate para poner
en valor tanto a los pastores, a nuestros quesos y, cómo no, al pueblo vasco
ante la sociedad internacional, por cierto, un evento donde, además del
laureado pastor noruego, Gunnar Waagen, han destacado dos pequeñas queserías
familiares vascas, Baskaran de Markina-Xemein y Baztarrika de Gabiria. Dos
explotaciones familiares donde el relevo generacional se ha dado de la mano de
unos jóvenes que se han formado, casualmente, en la Escuela de Pastores del
gran Nikolás. Ahí es nada.
Xabier Iraola Agirrezabala
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