El cerdo de Bilbao
Visito
casi semanalmente a mi familia política por lo que no les resultará difícil comprender
que tanto mi coche como yo podríamos hacer este viaje, de Legorreta a Bilbao,
casi con los ojos cerrados. Como diría aquel, es el peaje (además del de la
autopista) que tengo que abonar por la machada de haber logrado que una bilbaína
de pro acepte vivir en un pueblito como el mío.
Pues
bien, en uno de estos viajes que aprovechamos para traer cargamento de tuppers
y devolver los vacíos, ojiplático me quedé al observar cómo una señora paseaba
por la calle con un cerdo vietnamita atado con su correspondiente collar como
si fuese un perro y aunque reconozco que, aunque habitualmente suelo despotricar
del trato dado a los perros, ya me he habituado a ver los perros con su
gabardinita o su abriguito para combatir el frío de la calle (no vaya a ser que
se enfríen al salir del confort del termostato en el hogar familiar) pero,
mecagüen sos, lo del cerdo alteró todos mis adentros y me puso de tal mala
leche que no tengo más remedio que contarlo públicamente para aminorar mi dolor
interior.
Soy
consciente que la sociedad ha cambiado y en cierto modo, debe cambiar. Ahora
bien, creo que esta tendencia de humanizar los animales, tratarlos como si
fuesen bebes y de paso, dotarles de derechos, en mi opinión, exclusivos de los
humanos, como decía, creo que nos estamos pasando varios pueblos y este trato “in-humano”
a los animales es, a mi entender, la base sobre la que se está construyendo el
muro de incomprensión que crece imparablemente entre la parte rural y la parte
urbana que, sí o sí, conviven en esta sociedad moderna.
Por
ello y sin ir a extremo alguno, ahora que desde todas las instancias europeas
se ha dado el pistoletazo de salida a la enésima reforma de la PAC (Política
Agraria Común europea) abriendo una consulta popular, vía internet, donde
participarán tanto los propios agricultores como otros agentes
(conservacionistas, industria agroalimentaria, lobbies alimentarios, animalistas,
académicos, veterinarios, etc.) y que desembocará en un documento de
conclusiones y reflexiones que serán la base sobre la que comenzarán a
asentarse los pilares de la PAC post 2020, desde ahora debemos, al menos
debiéramos, tener bien clarito que hay algunas cuestiones que se mantendrán,
principalmente, por la inercia al cambio pero también debemos asumir que
cuestiones tan inherentes como colaterales a la propia actividad agraria como
su aportación al cambio climático, paisaje, bienestar animal, etc. son
cuestiones que han llegado para quedarse y quizás, para ir creciendo hasta
acabar apoderándose de la propia PAC.
Cada
vez la inercia tendrá menos espacio y con ello menor justificación actitudes
y/o actuaciones como la del propio Ministerio en la última reforma de la PAC
cuando en una reunión en la villa del madroño, este mocetón de Legorreta
escuchaba a la entonces secretaria de estado y actualmente Ministra, Isabel
García Tejerina, que el gobierno central había decidido poner patas arriba el
diseño y la configuración de regiones y comarcas para la percepción de las
ayudas directas europeas con el objetivo político de que todo continuase igual;
es decir, hacer suyo el axioma lampedusiano de “cambiar todo para que nada cambie".
No
se extrañen puesto que esta actitud no es exclusiva de la corte madrileña
puesto que también es palpable en nuestro entorno más cercano, donde muchos
ganaderos, algunos de ellos sólo nominalmente, se aferran a los beneficios que
les reportan –principalmente, el cobro de las ayudas directas contempladas en
la PAC- su vinculación a los montes comunales que existen a lo largo y ancho de
la geografía vasca y aunque muchos de ellos se permitan, incluso, el lujo de no
utilizar dichos pastos comunales pero eso sí, impiden la entrada y uso de
dichos pastos a la gente joven que necesita de dichos pastos para dar
viabilidad a su incipiente explotación.
Estos
ganaderos se aferran a la historia, a la tradición y a cuestiones organizativas
de lo más variopinto y están, aunque yo no lo comparta, en su derecho; ahora
bien, lo que no es de recibo es que ante esta actuación, las administraciones
propietarias, principalmente administración local, adopte una actitud pasiva,
mire para otro lado, se ponga de perfil y con su pasotismo impida la entrada de
jóvenes en estos pastos necesitados de savia nueva. ¡Es hora de mojarse!
Xabier Iraola Agirrezabala
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