¡Otro gallo cantaría!

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Realmente nadie le conoce, incluso me atrevo a decir que no se conoce ni él mismo pero no me negarán que en estos últimos meses se nos ha hecho tan familiar que no hay conversación, sea en consejos de administración, foros políticos o tabernas de pueblo, donde el centro de la dialéctica no sea el temible Donald Trump.

Trump, de una forma burda y haciendo gala de un matonismo infantil, ha hecho de su patrioterismo económico una de sus principales banderas y el proteccionismo, gestionado a través de amenazas directas y personalizadas, empresa por empresa, caso por caso, está haciendo que algunas empresas plieguen velas y echen para atrás los proyectos de inversión que tenían en el exterior para volver a casa y así, de paso, calmar la fiera con tupé.

Dicen que no hay nada más peligroso que un malo listo y por ello todo el mundo anda acojonado por las consecuencias o represalias que este imprevisible mandamás pueda adoptar ante las críticas de cualquier empresa, organización o país y como lo único que no se pega es la hermosura, parece ser que la melodía del proteccionismo ha caído en gracia en otros muchos sitios y sectores hasta ahora firmes defensores del libre comercio.

En Euskadi, salvadas las distancias y aunque sólo le conozco de sus apariciones públicas, el presidente de la patronal bizkaina Iñaki Garcinuño ha levantado un cierto revuelo cuando en el transcurso de un acto ante los medios, más concretamente en la presentación del Informe de Coyuntura del inicio de año, planteó configurar un “marco vasco de relaciones comerciales” en el que tanto la administración como las grandes compañías prioricen a proveedores de la CAV. 


El jefe de los empresarios bizkainos, ahí es nada, dice que lo único que reclama a los empresarios es “sensibilizarse” y tener más en cuenta al proveedor cercano, que lo hay, y a las administraciones vascas les pide que primen en la medida de lo posible y “cumpliendo la legalidad” a empresas del territorio al realizar contrataciones sin tener en cuenta únicamente el precio, se establezcan precios justos en los concursos y sin fomentar las bajas temerarias que tanto afectan a la rentabilidad de las empresas. Dicho lo dicho y teniendo en cuenta la realidad del sector agrario vasco, sin el menor ánimo de mover la silla a nadie, no me queda más remedio que levantarme, aplaudir y gritar a pleno pulmón: “Garcinuño Lehendakari”.

Además, traigo a colación esta cuestión porque a los dos días de las declaraciones de Garcinuño, la iniciativa Gure Platera, Gure Aukera (Nuestro plato, nuestra oportunidad), iniciativa colectiva que reivindica un modelo de comedor escolar más sano, cercano y justo, organizó una Jornada donde presentaba las conclusiones de un trabajo de investigación sobre los comedores públicos de la Comunidad Autónoma Vasca además de conocer una serie de experiencias en Santander y en Ìsere (Francia).

Los colectivos congregados en dicha iniciativa buscan una mayor apertura y flexibilidad en la gestión de los comedores escolares de Euskadi para que así, siempre y cuando que los padres-madres quieran, puedan impulsar otro modelo diferente al de los megaconcursos centralizados en unos pocos pero gigantescos lotes donde, entre otras cosas, el producto alimentario local brilla por su ausencia.

Creo que es de justicia impulsar este cambio normativo y posibilitar un cambio en un doble sentido, por una parte, priorizar el producto local en los concursos públicos de aquellos centros que opten por un catering centralizado (ahí está el ejemplo canario) y por otra parte, facilitando una gestión más cercana que de pie a un mayor acercamiento y paralelamente, a una mayor implicación activa de los progenitores en una cuestión tan importante para ellos como la alimentación de sus pequeños y facilitar una mayor vinculación, cuestión nada difícil si tenemos en cuenta el nivel actual, de las familias, progenitores e hijos/as, con aquellos baserritarras que producen los alimentos que consumen. Familias más implicadas en la alimentación, alimentos de mayor proximidad y con una dinamización tal que se estrechen lazos entre productores y consumidores, todos ellos, vecinos de un mismo pueblo o comarca e implicados en un mismo futuro compartido.

En esta ocasión me refiero a comedores escolares pero como se podrán imaginar este planteamiento es extensible al conjunto de todas las compras públicas y privadas (ahí está el magnífico ejemplo de la empresa Orona de Hernani y su restaurante Diámetro 200 con el incansable Fede Pacha al volante) para los innumerables comedores colectivos, vuelvo a recalcar, públicos y privados, con que cuenta este país.

Hablando de comedores privados y asumiendo como propias las reflexiones de Garcinuño, creo que no estaría de más que las empresas, con la imprescindible adhesión del comité dispuesto obviamente a colaborar, al menos las grandes que cuentan con servicio de comedor, se sensibilizaran con el proveedor local (baserritarra y cooperativas agroalimentarias) y contratasen, siguiendo las indicaciones de Garcinuño, los menús de sus comedores de empresa sin mirar únicamente al precio. ¡Otro gallo cantaría!


Xabier Iraola Agirrezabala


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