El brillo de la agricultura del PIB
Leo que las autoridades europeas
tras un ataque, por tierra, mar y aire, orquestado y protagonizado
armónicamente por instituciones y agentes agrarios españoles están
dispuestas a modificar su definición de pastos para posibilitar la
inclusión de la dehesa y del monte mediterráneo.
Cuentan, los que pasillean por el
Parlamento Europeo y de la Comisión Europea, que la aprobación del
dictamen sobre el llamado Reglamento Ómnibus sobre la Revisión del
actual Marco Financiero Plurianual que afecta a numerosos reglamentos
comunitarios, entre ellos los reglamentos relativos a la PAC, supone
un paso importante para lograr mejoras en el actual marco regulatorio
de la PAC, sin tener que esperar a una reforma de la PAC, que se
anuncia para más adelante. Una de estas mejoras necesarias era la
inclusión de la dehesa y el monte mediterráneo en la denominación
de superficies de pasto permanente. Con esta decisión el ecosistema
productivo ganadero del sur de la piel de toro dejará de verse
seriamente penalizado por no adaptarse plenamente a la actual
definición reglamentaria ya que no es ni superficie
predominantemente de gramíneas, ni de forrajes herbáceos.
Pues bien, ya perdonarán mi
escepticismo, personal e intransferible, ante semejante cambio de
criterio de nuestros mandamases europeos puesto que si tenemos en
cuenta que esas mismas autoridades revisan con lupa, mediante
satélites que sobrevuelan nuestras cabezas, cualquier mota de sombra
que producen los árboles en las ortofotos o te descuentan como
superficie de pasto, incluso los pocos metros cuadrados que ocupan
las bolas de silo en el borde de la finca. Por todo ello, convendrán
conmigo que es difícil pensar que los mismos que nos racanean unos
pocos metros por unas bolas aquí y otras sombrás más allá,
puedan, sin más, aceptar miles de hectáreas que supondrán la
aprobación de dicho criterio.
Idéntico escepticismo se apodera
de mis adentros al escuchar el glorioso discurso institucional,
liderado por la ministra Isabel García Tejerina quien sacando pecho
frente al resto del consejo de ministros y muy especialmente, frente
a los adversarios políticos, va como una gallina clueca chuleando
con los pomposos datos que ofrecen las estadísticas de exportaciones
agroalimentarias. Según el último informe anual emitido por el
propio ministerio (correspondiente al año 2015) y que yo haya podido
leer, se constata el aumento de los valores exportados por el
sector agroalimentario y pesquero, que alcanzaron el pasado año los
44.065 millones de euros (un 7,5% más que el año anterior y
logrando ser el 17,6% del conjunto de todas las exportaciones
totales, incluso, por encima del automóvil) con lo que en el
contexto comunitario, somos los cuartos sólo por detrás de Países
Bajos, Alemania y Francia y con los productos frescos, como
estandarte, con un aumento interanual del 14%, aumentando la
diversificación de destinos y siendo los cítricos, la carne de
porcino, el vino, el aceite de oliva y las demás hortalizas y entre
los más importados el maíz, las habas de soja, los crustáceos y
los moluscos, los productos más exportados.
No es que uno quiera ser aguafiestas ni pesimista recalcitrante pero
siendo realista me apena ver que el triunfalismo de los números
globales, los números gordos de los informes estadísticos, no
cuadran con los números concretos, detallistas y flacos, los números
a nivel de explotación agraria, los números a ras de tierra, donde
los boyantes números estadísticos esconden, ocultan o tergiversan
la realidad del sector productor, bien sea en cítricos (Valencia,
por ejemplo, con el mayor número de hectáreas abandonadas), en
hortalizas (con toneladas de productos sin recoger o tiradas por
falta de rentabilidad) o en leche de vaca con unos precios ínfimos y
con los más jóvenes en estampida.
Quizás los números sirvan a alguien para sacar pecho ante sus
compañeros de pupitre, quizás nos impidan ver con nitidez que el
beneficio generado se lo reparten los eslabones de la transformación,
comercialización y distribución, quizás cada vez tienen más peso
los números de la agricultura “sin agricultores pero con empleados
de la industria” o lo que yo vengo en llamar, la agricultura del
PIB.
Puede ser y así será. Ahora bien, por mucho que se alegre Isabel, a
mí, el brillo de esos números dorados ni me ciegan ni me consuelan.
A mí, lo que verdaderamente me consuela y satisface, es ver a los
productores con una sonrisa de oreja a oreja.
Xabier Iraola Agirrezabala
Comentarios