El Bien Común
La nevada última ha provocado
numerosos problemas en nuestra vida moderna, principalmente, en el
momento de incorporarse al trabajo y aunque cada vez somos más los
que podemos valernos del teletrabajo para sacar adelante diferentes
labores, no me negarán que la gente anda, andamos diría yo, mareada
con tanto aviso amarillo, naranja, rojo y no se yo qué otro color,
todo el día con avisos por viento, olas altas, lluvias torrenciales,
y así, lo único que conseguimos, además de tranquilizar la
conciencia de algún responsable institucional y descargar las
responsabilidades de alguna aseguradora, es volver loco al personal y
que, al igual que yo, la gente desconecte mentalmente nada más oír
el aviso en cuestión.
Pues bien, dicho lo dicho, les
cuento que hace pocos días acudí a una reunión del Foro Rural
Mundial en Derio a compartir mesa con representantes agrarios tanto
de América del Sur, Asia y África en la que se trataba la situación
de la Agricultura Familiar en el mundo y las diferentes estrategias
para fortalecerla. Aprovecho la ocasión para recordarles una
buenísima noticia como es que la Asamblea General de las Naciones
Unidas, adoptó oficialmente el 20 de diciembre de 2017 la decisión
de nombrar el Decenio para la Agricultura Familiar 2019-2028. Este
Decenio, según sus promotores, servirá como marco para promover
mejores políticas públicas de Agricultura Familiar y ofrece una
oportunidad única para contribuir a poner fin al hambre y la pobreza
y al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles-ODS.
En el transcurso de la cita se
suscitó un enriquecedor debate sobre la actual debilidad de la
Agricultura Familiar frente a una Agricultura Industrial impulsada,
promocionada y alentada por los grandes poderes económicos,
empresariales y financieros que campa por el mercado libre como Pedro
por su casa pero en mi humilde opinión, así lo expresé en aquel
foro, aún siendo consciente de la fuerza de esa agricultura
industrial, sustentada en la pobreza de sus empleados y orientada a
la exportación, creo que la Agricultura Familiar tiene un magnífico
futuro por delante en tanto en cuanto está alineada con los grandes
Objetivos de Desarrollo Sostenibles (hambre cero, salud y bienestar,
agua limpia, trabajo digno, reducción de las desigualdades, ciudades
sostenibles, producción y consumo responsables, vida de ecosistemas,
etc.). La ONU y con ella, la inmensa mayoría de países tienen
establecida una estrategia global y una agenda política enfocada al
logro de esos Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) y por ello,
soy de los que cree que, precisamente por ello, la Agricultura
Familiar tiene las de ganar, o al menos un enorme margen de mejora,
si las naciones trabajan en esa dirección.
Hablando de los ODS caí en la
cuenta que el Gobierno Vasco ha cambiado su lema “paraguas” y
pasado del anterior “Compromiso con las personas” al actual
“Euskadi, bien común” y ahondando en la reflexión, rizando el
rizo como se dice, volví a caer en la cuenta que ciertos colectivos
medioambientalistas suelen recurrir a la confrontación entre el bien
común y el bien privado, los intereses de la sociedad frente a los
intereses privados de un pequeño colectivo, para referirse a la
actuación de algunas administraciones que han decidido apoyar la
labor que desempeñan agricultores, ganaderos y forestalistas, en
definitiva, baserritarras.
Según estos colectivos, aupados
por algunos medios y amparados por algunos (ir)responsables
políticos, la actuación institucional encaminada a dotar de
infraestructuras y herramientas para que los baserritarras pueden
vivir y trabajar en condiciones dignas, no quizás con las
condiciones tan dignas que esos mismos colectivos cuentan en sus
respectivos centros de trabajo, pero sí algo mejores que los que los
productores tenían hace un siglo, resulta un claro ejercicio de
favoritismo hacia un colectivo determinado y con el claro objetivo de
satisfacer sus intereses privados. Que los colectivos antes apuntados
recurran a este enfrentamiento entre el bien común y el bien privado
para asustar a los bienintencionados y arrimarlos a su causa es,
principalmente, su (de)mérito pero lo que realmente queda patente
es la incapacidad del primer sector (agricultores, ganaderos y
forestalistas) de hacer ver a estos colectivos y con ellos, al resto
de la sociedad moderna, que su actividad, privada, tiene un enorme
beneficio para el conjunto de la sociedad, bien común, en tanto que
generan alimentos saludables, cuidan del medio natural, preservan la
biodiversidad, mejoran la calidad del aire que respiramos,
garantizan un buen mantenimiento de los nacederos de los ríos, etc.,
en definitiva, que su actividad privada conlleva, inherentemente, una
serie de beneficios intrínsecos para la comunidad que debieran ser
valorados y consecuentemente, dejar de recurrir al estéril
antagonismo entre el bien privado y el bien común.
Al igual que recurría,a nivel
mundial, al alineamiento de la Agricultura Familiar con los ODS de la
ONU para razonar su esperanzador futuro, creo que debiéramos ser
capaces de comunicar y convencer a la sociedad que nuestro sector
agrario, privado, está alineado con nuestros particulares y
cercanos Objetivos de Desarrollo Sostenibles.
Ocasiones no nos faltan,
¡Pongámonos manos a la obra!
Xabier Iraola Agirrezabala
Comentarios