Estorbo
Acabo de regresar de Roma donde
he acudido a la Junta Directiva del Foro Rural Mundial que se celebra en la
capital del Tiber aprovechando la mega cumbre que organiza la FAO coincidiendo
con la celebración del Día Mundial de la Alimentación. Este tipo de organismos
mundiales ejercen de imán para todo tipo de entidades, colectivos,
asociaciones, lobbys y gobiernos que pasillean y trabajan en maratonianas
reuniones para llevar el agua a su molino.
Los hay bienintencionados, entre ellos
el Foro Rural Mundial, que pretenden fortalecer la agricultura familiar como
mejor garantía para combatir la plaga del hambre desde un total respeto a los
derechos humanos de los agricultores y un respeto a los valores ambientales de
sus tierras frente a otros modelos impulsados por otros no tan
bienintencionados, lobos con piel de cordero, cuyo único objetivo es impulsar
un modelo agroindustrial orientado exclusivamente a la exportación mientras los
agricultores se mueren de hambre y mientras sus tierras son esquilmadas hasta
ser abandonadas y sustituidas por otras aún por esquilmar.
En esos salones romanos y en
otros muchos foros multilaterales se apela con demasiada facilidad a los ODS
(Objetivos de Desarrollo Sostenible) fijados por la ONU y se nos llena la boca
con conceptos tan redondos como la soberanía alimentaria cuando lo que
realmente se pretende es justo lo contrario.
Mientras, en este país nuestro,
también tenemos mucha gente y colectivos que apelan constantemente al concepto
de la soberanía alimentaria para todo tipo de reivindicaciones. Incluso, lo
utilizan para interpelar y/o atacar al que ellos consideran adversario porque
según ellos, la soberanía alimentaria, únicamente, se puede lograr desde la vía
(estrecha) que ellos preconizan.
Tal es así que no son pocos los
momentos en que uno piensa que, más de uno de ellos, llega a olvidarse que el
objetivo de la soberanía alimentaria debiera ser alcanzar como país el mayor
grado de autonomía alimentaria para así depender lo menos posible del exterior.
No es cuestión de alcanzar la autarquía ni como bromeaba el exdirigente popular
vasco Antonio Basagoiti que afirmaba “nos matemos
y comamos los vascos unos a otros por su independencia”. Ahora bien, como del
blanco al negro hay una amplia gama de grises y entre calvo y cuatro pelucas
hay mucha distancia, frecuentemente, observamos que los discursos y las
estrategias orientadas a castigar, dificultar, torpedear y penalizar la
producción de alimentos (y madera) coinciden en sus protagonistas con los que
enarbolan la bandera de la soberanía alimentaria.
Sin querer ser mal pensado pero
conociendo el percal, considero que algo así está ocurriendo en la sierra de
Aralar, más concretamente en la Mancomunidad de Enirio-Aralar, donde la opción
política mayoritaria, EHBILDU, con el estandarte de la soberanía alimentaria en
una mano y con la banderola medioambiental en la otra, ha sacado a la palestra
el documento, oculto hasta pasar las elecciones municipales y forales, en el
que expone con meridiana claridad su posicionamiento con respecto a la
ganadería en la sierra.
En dicho documento redactado por
técnicos, imagino afines al partido, y sin participación alguna del sector
ganadero, la izquierda abertzale se desenmascara, ¡ya era hora!, cual lobo
disfrazado de abuela de Caperucita Roja, y nos muestra con crudeza su posicionamiento que se resume
en un supuesto exceso de carga ganadera que, según ellos, perjudica gravemente el monte y que por lo
tanto hay que reducir drásticamente, una reordenación de las txabolas
amortizando las txabolas de los más mayores y recolocando y reubicando las
restantes, reforestación de algunas zonas, cambios en la ordenanza para
dificultar el día a día de la actividad ganadera, subvenciones para acallar
bocas y adormecer reivindicaciones, ….
No es cuestión de entrar al
detalle en un escrito tan breve y superficial como éste pero me llaman la
atención un par de puntos que quisiera comentar. Por una parte, se alude al
exceso de carga ganadera cuando las evidencias de que el ganado pastante es excesivo para los
pastos en cuestión suelen ser el deficiente estado del ganado (desnutrición,
problemas de fertilidad, etc) y el mal estado de las praderas pero,
paradójicamente, ninguna de ambas cuestiones se dan en la sierra. Eso sí, en el
ordenador, el exceso de carga ganadera, les cuadra a la perfección a los
técnicos.
Por otra parte, en dicho
documento se alude, una y otra vez, al envejecimiento del sector pastoril y a
la falta de relevo generacional y, más allá de la veracidad de los datos, me
entristece constatar que esta cruda realidad del sector pastoril
(envejecimiento y falta de relevo generacional) en vez de ser considerado como
un problema a resolver es considerado como motivo de alegría y como una
bendición porque ello posibilita, en su equivocada opinión, la consecución de
sus objetivos medioambientales.
Lamentablemente, y lo afirmo
desde la distancia política pero con la mayor de las tristezas, la cuestión se
resume en unas pocas palabras, a EHBILDU del Goierri y a sus ayuntamientos, los
ganaderos y el ganado de Aralar les estorban.
Xabier Iraola Agirrezabala
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