Pesimismo
Les tengo que reconocer que no
llevo una buena temporada. Los datos y los comentarios que me llegan de aquí y
de allá no son nada halagüeños y consecuentemente, por mucho que uno se empeñe
en ser un optimista empedernido, la moral se resiente.
La semana pasada di cuenta de los
inquietantes datos sobre la brecha salarial o de rentabilidad que el campo
tiene para con el conjunto de la economía (un 30% menos si contamos las ayudas
europeas y un 65% en ausencia de las mismas) y si bien, cuando se manejan datos
estadísticos, uno debe ser precavido y consciente que las estadísticas reflejan
medias que dejan en la sombra numerosas realidades particulares, me ha llamado
la atención sobremanera que los datos hayan causado una gran sorpresa en mucha
gente y particularmente, entre personas con responsabilidades sectoriales tanto
privadas como públicas.
Uno que ya lleva bastantes años
vinculado a la cuestión, sin necesidad de grandes datos estadísticos pero con
datos económicos particulares de los baserritarras en la mano y con los
testimonios de los productores pululando por la mente, observa con algo más que
mera preocupación cómo el buen momento que viven las exportaciones agroalimentarias
estatales (para amargarme el día, mientras escribo esto, sale Trump con un
tuit-bomba de los suyos sobre los aranceles a los productos agroalimentarios
europeos), la fortaleza de las empresas agroalimentarias consolidándose como
uno de los grandes bastiones de la economía estatal, la creciente facturación
de un importante número de cooperativas agroalimentarias, etc. no acaban de
llegar a la base de todo este conglomerado agroalimentario donde la grandes
cifras de la macroeconomía dificultan ver las paupérrimas cifras de la
microeconomía de cada una de las explotaciones y donde las bondades del sistema
agroalimentario se ciñen a la faceta alimentaria mientras no repercute en la
faceta agropecuaria.
No quiero ni debo generalizar
porque la situación es diferente en función del subsector productivo y de la
zona a las que nos refiramos pero creo que no es posible ocultar la difícil situación
que vive el sector productor, en casi todos los subsectores productivos,
mientras las estructuras, cooperativas, empresas y comerciales impulsadas o
auspiciadas por ellos van ciertamente bien y, en algunos casos, como un tiro.
Ante este panorama de
desequilibrio y desigualdad, me surge la siguiente pregunta que la lanzo al
público con el ánimo de recabar opiniones y generar un debate al respecto, ¿qué
es lo que ocurre en el actual sistema agroalimentario, en eso que conocemos la
cadena agroalimentaria, para que el escaso margen que soporta el mercado
alimentario moderno no garantice la viabilidad del sector productor mientras
otros eslabones de la cadena sí lo hacen, al menos, con mayor facilidad? ¿Por qué
será que mientras las asociaciones, sindicatos, cooperativas, industrias
agroalimentarias, empresas logísticas, asesorías medioambientales y cadenas de
distribución tienen lista de jóvenes aspirantes, las explotaciones tienen
verdaderos problemas para que sus hij@s sigan al frente de sus negocios
familiares?
No crean que es algo que se da
únicamente en aquellas explotaciones orientadas a la cadena agroalimentaria con
más o menos eslabones. Algo similar les ocurre a un gran porcentaje de
explotaciones orientadas a circuitos cortos y/o venta directa. Por ello, me
temo que es algo más genérico que afecta a casi todos los subsectores y a casi
todos los tipos de circuitos.
Les tengo que reconocer que no
alcanzo a comprender lo que ocurre. Sospecho que es algo más profundo que el
desequilibrio de la cadena agroalimentaria y que por lo tanto, además de
corregir estos flagrantes desequilibrios, la mirada la debiéramos dirigir más allá.
Quizás la debiéramos dirigir a esa política alimentaria global de bajos precios
donde los ínfimos precios de los alimentos (facilitando que las familias tengan
recursos para consumir otro tipo de productos y servicios no alimentarios) que
actúa a modo de techo de cristal que nos impide acceder a unos mejores precios para
así poder oxigenar el conjunto de la cadena y con ello, la economía de nuestros
productores.
Como ven, no ando precisamente
sobrado de optimismo. Más bien, pesimista diría yo. Por tanto, absténganse de
trasladarme malas noticias que para eso ya está la Junta de Castilla y León
que, mientras termino de juntar estas letras, por lo que he podido leer en la
prensa leonesa, ha dado luz verde al informe ambiental para cambiar las normas
urbanísticas de la localidad soriana Noviercas donde la empresa navarra Valle
de Odieta piensa impulsar la macrogranja lechera de 20.000 vacas.
¡Ya me dirán! Espero con ansia
sus opiniones.
Xabier Iraola Agirrezabala
Comentarios
Estos últimos días se vuelve a poner de manifiesto, el aceite mal pagado a los campesinos, el resto de la cadena no dice nada, es más el resto de la cadena presionando a los campesinos. Se ha banalizado el valor de los alimentos, los alimentos son una mercancía más. Y no es así, desde que nacemos lo que tenemos como obligatorio es comer y respirar, la alimentación es un derecho y no podemos estar tan mal vistos y tan mal tratados precisamente las personas que los sabemos criar o producir.