Listo Mari




Listo Mari es un personaje que abunda en estas fechas. Se acerca a ti y te susurra al oído, cuando no te grita desde lo lejos, con la firme creencia de que con ello aporta lo mejor de sí para el bienestar de la humanidad y con un aire de superioridad que se asemeja al huracán, esa maldita frasecita de “eso ya lo dije yo”. Lo aplicaba hace unos años, en los inicios de la crisis financiera del 2007, y ahora, cuando parecía que ya habíamos salido de la citada crisis, lo readapta para esta crisis sanitaria para la que, por cierto, él ya tiene la solución a aplicar.
No se esfuerce, estimado lector, en buscar vacuna o antídoto en combatirlo, no hay quien acabe con ellos. Los hay en abundancia, más que chinches y en toda familia, cuadrilla, centro de trabajo y parlamento que se precie existe un Listo Mari, no vaya a ser que cunda la envidia. Su empeño es tal que su ánimo no decae fácilmente por lo que lo único que nos queda a sus sufridores es la vieja técnica de desconectar, les recuerdo que soy un artista de la técnica, porque debemos tener claro que su único objetivo es criticar, sin aportar nada beneficioso, pero con el único propósito de auto justificarse su inutilidad y consolarse ante su irrelevancia.
En estos momentos de zozobra pandémica, adoptes la decisión que adoptes, viene Listo Mari y te dice que, o bien te has quedado corto o bien que te has pasado de largo y si coincide contigo en la decisión adoptada, nunca te reconocerá que has actuado correctamente y recurrirá al siempre útil “eso ya lo dije yo”. En definitiva, es el máximo exponente del “ni come, ni deja comer”.



Ahora, desde la distancia marcada por las autoridades sanitarias, Listo Mari te recuerda que ya lo dijo él que este mundo iba muy mal, que íbamos directamente al abismo y que era preciso reconducir nuestra forma de actuar para poder mejorar el presente y futuro del globo. Así, nuestro Listo Mari, el particular del sector primario, nos decía que la agricultura, la actividad de producir alimentos debería estar fuera de toda regla de mercado, que no debiera tener en cuenta en modo alguno la rentabilidad, que los baserritarras debieran ser pequeños (diminutos diría yo), artesanos, con el mínimo de maquinaria y tecnología posible, que la producción única y exclusivamente debiera ser según los dictados de la agroecología, que el único y exclusivo canal de comercialización debiera ser la venta directa y así, suma y sigue, hasta completar un interminable listado de condicionantes que, según nuestro agroListo Mari particular, deben cumplir a rajatabla los baserritarras si es que no quieren ser tildados de terratenientes, avariciosos e industriales, además del epíteto definitivo, de salvajes capitalistas. Por cierto, no tengo que recordarles que nuestro Listo Mari, bien se ha librado él de vivir de la agricultura mientras se dedica a pontificar sobre lo que deben hacer esos agricultores sobre los que ha asentado todo su modo de vida.
El mundo japiguay de Listo Mari es bello, coherente e ideal. Redondo, que diría aquel. ¿Quién le diría que no a ese mundo que nos traza con sus dardos y críticas?  Yo, por supuesto que no. Me apunto al mundo japiguay de Listo Mari pero veo la realidad del mundo real y veo que sus compatriotas, los míos, optan por la venta directa en contadas ocasiones cuando no de forma residual, que el principal factor que determina sus actos de compra es el precio, el bajo precio diría yo, que el origen de los alimentos es una cuestión menor, cuando no nimia, en el momento de elegir sus alimentos y que la alimentación, mientras no falte un plato en la mesa, no ocupa lugar en el listado de prioridades.
La cercanía, la proximidad, la sintonía con la naturaleza, la economía a escala humana y otras cuantas características son previos para tener en cuenta y que no debemos olvidar, pero sin ser ingenuos y creernos vivir en la arcadia feliz, tal y como nos lo recuerdan los productores que viven de la tierra y venden en el mundo real.
El mundo real que nos ha tocado vivir es muy complejo, más aún con la pandemia, y es por ello por lo que no debiéramos olvidar que, más allá de lo que ocurre en Euskadi y en el resto de la Cornisa Cantábrica, debemos ser conscientes de las diferentes realidades agrarias que existen bien en otras latitudes de la península, con un sector primario fuertemente orientado a la exportación, por no hablar de la agricultura de otras latitudes mundiales.
El mundo está lleno de oportunidades y también de dificultades, pero lo que más abundan, son las incoherencias, comenzando por las de uno mismo y/o las de mi “querido” Listo Mari.
¡Listo, que eres un Listo!

Xabier Iraola Agirrezabala


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