Conspiranoia
Le adelanto que estoy conspiranoico total y no precisamente con respecto al Covid-19 y su origen, los malvados intereses que pudiera haber detrás del bicho, etc. Soy de los que se toman las cosas con relativa tranquilidad. Poca vida social, poco contacto y a poder ser, con gente de mal vivir como los de mi cuadrilla.
Mi conspiranoia es con cuestiones de consumo alimentario pues muchas veces leemos informes y concienzudos estudios que, al menos, habría que poner en cuarentena hasta conocer la identidad del redactor de dicho estudio y lo que es más importante, el nombre del promotor de dicho estudio.
Lo digo porque hace unos años, conocí una marca de leche que afirmaba ciertas características positivas de su producto y lo certificaba a través de un supuesto instituto. Indagando, más bien poco, pude conocer que dicho Instituto era una entidad cuyo único socio era la propia industria láctea. Por ello, con la mosca detrás de la oreja, leo las reseñas de prensa, al no haber podido acceder al estudio completo, sobre un estudio de la Federación Española de la Nutrición (FEN) relativo al consumo de productos lácteos como indicador de la calidad de la dieta.
Como decía, intenté acceder al estudio íntegro en la web de la FEN pero me fue imposible, ahora bien, lo que si pude comprobar para mi espasmo personal es la identidad de los promotores de dicha Federación y caer en la cuenta que entre los promotores de la federación, cuyo objeto social es “el estudio y mejora de la nutrición de los españoles”, hay empresas tan nutricionalmente saludables como Coca-Cola, Pepsico, McDonalds, Nestlé, Telepizza, Campofrio, Idilia (Colacao,Nocilla,etc). Como verá, mi conspiranoia no descansa y tanto es así, que me he tomado la prudencia, lo siento por los ejecutores de dicho estudio, de tomármelo con una cierto relativismo que raya la incredulidad a pesar de que lo recogido en dicho informe por muy positivo que sea para el sector lácteo.
Igualmente, no hace mucho, me presentaron un informe elaborado por una prestigiosa escuela de negocios que concluía las bondades de la expansión de una cadena de distribución para el comercio local de las localidades afectadas. Dicho inform acabó en la papelera, cuando fruto de mi conspiranoia, comprobé que dicho informe era sufragado por dicha cadena de distribución.
No crea que quiero contagiarle mi conspiranoia pero si alertarle, seguimos con el lenguaje pandémico, sobre la necesidad de analizar el origen y veracidad de las informaciones que nos proporcionan y que muchas veces no son más que información de parte, por muy aséptica que nos la presenten.
Esta misma semana he asistido a una interesante conferencia, virtual del profesor Armando Pérez-Cueto de la Universidad de Copenhague titulada “Dieta deliciosa, saludable y sostenible” que, dicho desde la discrepancia más absoluta, fue un canto a la dieta vegana que en un primer momento, fruto de la conspiranoia, llegué a pensar que estaba organizada por el lobby vegano. Como le decía, esta conferencia fue un excelente altavoz de la lucha contra el consumo de carne por su insostenibilidad y por su negativa incidencia al cambio climático, teoría que según el conferenciante cada vez cuenta con más adeptos dado que existe un tipo de consumidor consciente conformado por un colectivo mayoritariamente joven (63%) y verde (66%) que incluso está dispuesto a pagar más por productos socialmente responsables.
El profesor defendió la necesidad de impulsar una dieta basada en el consumo de plantas y reconocía que dicho planteamiento contaba con facilitadores como la ética, bienestar y derecho animal, la sostenibilidad medioambiental y otras cuestiones como el precio y la conveniencia, si bien reconocía que existen otras barreras, entre las que yo quiero destacar, el sabor y el gusto por alimentos de origen animal.
Nada nuevo bajo el sol. Hace años conocimos numerosas bebidas vegetales que imitaban la leche con el único fin de comerse, beberse mejor dicho, parte del pastel comercial que suponen los productos lácteos y ahora son las empresas tecnológicas que impulsan lo que se ha venido llamando la “carne artificial” las que han puesto toda la carne en el asador para irse comiendo parte del pastel cárnico y para ello, al igual que intentaron los de la leche, qué mejor que apoderarse de la terminología cárnica y con ello confundir al consumidor final.
Así, nos bombardean con la publicidad de supuestas hamburguesas, salchichas, etc. de producción vegetal y tal es la confusión que la cuestión ha llegado a instancias europeas, celebrándose del 19 al 22 de octubre un pleno del Parlamento Europeo con una votación que pretende prohibir el uso de denominaciones de productos cárnicos (hamburguesa, salchicha,etc.) y lácteos (leche) para comercializar productos vegetarianos y veganos. Confío que todos nuestros europarlamentarios, sean del color que sean y más allá de los conspiranoicos, que somos mucho, recelosos hasta el momento de la votación por el poder de presión del lobby vegano en Bruselas, que votarán favorablemente la enmienda 165 que busca la transparencia para el consumidor además de, porqué ocultarlo, proteger al sector ganadero.
Volviendo al inicio, a la conspiranoia y a la gente de mal vivir de mi cuadrilla, les adelanto que nosotros seguiremos con nuestra cena semanal de la sociedad donde el menú más habitual son los huevos fritos porque, además de la investigación internacional publicada en la revista European Journal of Clinical Nutrition, que ha concluido que el consumo de cuatro huevos a la semana es saludable para el corazón y entre cuyos promotores, sospecho, no andará lejos mi amigo Esteban Atxa de Euskaber, estamos convencidos que tan importante o más que lo que comemos, es comer en buena compañía.
Xabier Iraola Agirrezabala
Comentarios