Asintomáticos
Mi anterior artículo, allá por mediados del mes de Julio, coincidió con la celebración de las elecciones vascas (y gallegas). Los resultados, por todos conocidos, muestran bien a las claras los síntomas de la apuesta de la sociedad vasca por la estabilidad y seguridad en un momento especialmente delicado en todas las facetas de nuestras vidas que se tambalean por obra de un puñetero virus. La estabilidad y seguridad eran las características del candidato Urkullu y, en consecuencia, los resultados, fueron los que fueron.
Las negociaciones de estas
últimas semanas, asimismo, nos muestran síntomas de continuidad en el panorama
político con un Gobierno de coalición, ahora sí con mayoría absoluta, y una
oposición capitaneada por Ehbildu que aprovechará, intuyo, la más mínima para
saltar a degüello. Como decía, síntomas de continuidad.
El verano, por otra parte, ha
discurrido, con permiso de su excelencia la Covid-19, en su tónica y así, el
sol que agradecían los viticultores y horticultores, maldecían los ganaderos que
veían amarillear sus verdes praderas tras una fantástica primavera y las
últimas lluvias, fueron tan agradecidas por los últimos como malditas para los
viticultores en capilla ante la nueva vendimia. En fin, como se suele decir,
nunca llueva a gusto de todos y menos, en lo que al campo se refiere.
Como recordará, en la primavera
confinada, tanto la administración vía Boletín como la sociedad vía testimonios
particulares como por redes sociales reconocieron el carácter esencial de
nuestros agricultores. Una vez completada la desescalada e inmersos en la nueva
normalidad, lamentablemente, mucha gente parece haberse olvidado del papel
esencial que juegan los productores en nuestra sociedad y así, nos hemos
encontrado con un verano donde destaca la avalancha de gente que se ha echado
al monte y entre ellos, numerosos asintomáticos del respeto, por lo que han
aumentado exponencialmente el número de episodios problemáticos y encontronazos
entre paseantes aficionados a la montaña y ganaderos por culpa de
irresponsables que llevaban sus perros “urbanos” sueltos con un claro perjuicio
para el ganado que pastaba, ¡cómo no!, libre en la montaña. Lo que les digo, asintomáticos del respeto.
En verano, igualmente, hemos
podido comprobar cómo muchos de aquellos que durante el confinamiento aireaban
la importancia del comercio local y del pequeño comercio urbano, aquellos que
lamentaban el desértico panorama urbano generado por el cierre de los comercios
y el vacío de nuestras calles, una vez liberados de las ataduras virusianas, se
han lanzado en tromba a consumir compulsivamente vía on-line sin mirar el
origen de sus compras, olvidando la trascendencia del comercio local que decían
defender, cerrando con sus propias manos, a golpe de clic las persianas de las
tienda de su calle y obviando, no por desconocimiento, que con cada compra on-line
las arcas de la hacienda de sus
administraciones se vacían mientras las arcas de lejanos paraísos fiscales engordan
imparablemente. Son, en mi opinión, los asintomáticos de la coherencia.
Asintomáticos, los hay de muchas
clases, como aquellos que no presentan los síntomas de la enfermedad o
infección que dicen sufrir y así tenemos todas aquellas personas, colectivos y
partidos políticos que dicen defender al ganadero en extensivo, al ganadero de
montaña mientras, en su día a día, no muestran síntoma alguno de ello y más
aún, por el contrario, presentan síntomas de todo lo contrario al alinearse contra
todo aquello que los ganaderos necesitan y reclaman como puede ser dotarles de
condiciones de vida dignas en la montaña, impulsar la actividad ganadera, combatir
la proliferación de la fauna salvaje que tanto daño les ocasiona, etc. Son ,
por llamarlos de alguna forma, los asintomáticos del apoyo al sector.
Incluso, puestos a detectar, hasta
he detectado asintomáticos del insignis, numerosos y correosos ellos. Se trata
de aquellos que durante los últimos años se han especializado en maldecir y
denigrar el pino insignis, en estos momentos tocado de muerte por la banda marrón,
y que ahora, cuando los hasta ahora malvados forestalistas, entre otras especies,
optan también por el eucalipto, resulta que añoran al denigrado insignis y
comienzan a hablar, incluso, de su positiva función medioambiental. Creo,
sinceramente, que nuestro sector forestal mostraría otros síntomas si todos,
forestalistas, consumidores, políticos y naturalistas hubiésemos tenido más en
cuenta la triple vertiente de la sostenibilidad (medioambiental, económica y
social) pero la negación permanente de la función económica de la actividad
forestal impide cualquier posible avance en esa senda.
A lo dicho. Sintomáticos hay unos
cuantos, los detectamos a distancia, se les ve venir y aunque me duela decirlo,
se les agradece la franqueza en la exposición de sus planteamientos y ante
ellos, cabe trabajar en la búsqueda de soluciones o acuerdos beneficiosos para todos.
Ahora bien, los verdaderamente preocupantes son los asintomáticos, los que a la
cara callan o te dicen lo que tú quieres oír mientras por detrás, de forma
subclínica, están impulsando todo lo contrario y consecuentemente, es difícil trabajar
sobre ello porque, desgraciadamente, no sabes a quién te enfrentas.
De los sintomáticos, como diría
aquel, ya me ocupo yo, pero, de los asintomáticos, ¿quién se ocupa?
Xabier Iraola Agirrezabala
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