El concepto es el concepto

 


Lo enrevesado de la situación actual en el mundo agroalimentario y el cariz surrealista de los acontecimientos, me ha hecho recordar una memorable actuación del actor gallego, Manuel Manquiña, que bordó su papel del sicario Pazos en la película Air Bag allá por los años 90 cuando se enredó con su mítica frase de “El concepto es el concepto” para estar un rato largo hablando, eso sí, sin decir nada.

Pues bien, en estos últimos años, hay un concepto, mejor dicho, un mantra que vale para un roto y un descosido según el cual, la población mundial vivirá un crecimiento exponencial por el que aumentará en 2.000 millones de personas en los próximos 30 años, pasando de los 7.700 millones actuales a los 9.700 millones en el año 2050, e incluso, se prevé que en el año 2100 se pueda alcanzar los 11.000 millones de habitantes. ¡Ahí es nada!

Obviamente, el crecimiento exponencial se dará en unas zonas y continentes como Asia, África o América Latina mientras las otras zonas o continentes, Europa y América del Norte, seguirán con un crecimiento vegetativo casi nulo o negativo y con una sociedad envejeciendo a marchas forzadas. Unos, los primeros, serán los protagonistas del crecimiento demográfico mundial aún a pesar de su bajo nivel económico y los segundos, serán los que se están frotando las manos y calculadora en mano, sacando cuentas de los ingentes rendimientos económicos que prevén alcanzar dando de comer, caritativamente eso sí, a esos millones de nuevos habitantes del globo terráqueo.

Así, el concepto de marras, el del exponencial crecimiento poblacional del globo es utilizado para plantear y justificar las más diversas políticas y planteamientos económicos, muchos de ellos contradictorios entre sí, y mientras unos aluden a las terribles consecuencias medioambientales que puede acarrear, son muchas las voces que, con tono caritativo y con mensajes de justicia social, nos hacen ver la necesidad de incrementar la producción agroalimentaria, intensificar los procesos, fomentar las exportaciones y abrir, aún más, las puertas al comercio mundial, con la cantinela de que nadie quede sin alimento alguno que llevarse a la boca.

En estas estamos cuando escuchamos mensajes de las grandes industrias lácteas europeas que plantean la necesidad de incrementar la producción láctea para así poder dar respuesta a las expectativas de exportación dado que, según los grandes gurús, los chinos han empezado a beber leche y consumir lácteos, alimentos que, al parecer, no están integrados en su dieta alimenticia habitual.

Otro tanto, ocurre con la carne. 


Las grandes corporaciones cárnicas del mundo mundial y muy especialmente las del continente americano, calculadora en mano éstos también, calculan la carne que necesitará esta pobre gente, estos millones de nuevos habitantes, si todos y cada uno de ellos consume la misma cantidad de carne que consumimos en el mundo occidental, ósea, en la parte rica del globo.

Como imaginarán, a las grandes corporaciones alimentarias se les hacen los ojos chiribitas con sólo pensar la inmensidad del negocio que supone el crecimiento demográfico y consecuentemente, las maquinarias del maligno, las maquinarias del dinero se hallan en plena actividad y los grandes fondos de inversión y grandes fortunas se posicionan para no perder comba en la fiesta. Estas expectativas de negocio son, en mi opinión, las que alimentan, no a los millones de pobres, si no la insaciable ansía de dinero de estos megáricos y los que en estos momentos están provocando la especulación que reina en los mercados de materias primas, mercados de futuros y bolsas mundiales que, por otra parte, asfixian a los millones de productores agrícolas que, a la postre, son la cara B de ese entramado.

La generalización de la dieta occidental al conjunto del globo y la fortaleza de las grandes corporaciones e industrias alimentarias del mundo occidental hacen prever que, una vez más, los beneficios de la fiesta van a ser para los mismos y así mismo, la factura de la fiesta, una vez más, la van a pagar los mismos.

Esta misma semana, hemos podido conocer como la corporación brasileña JBS invertirá 36 millones de euros en la compañía donostiarra Biotech Foods para impulsar, imagino que con el apoyo de las instituciones, la construcción de la primera planta de producción de carne sintética del Estado y una de las pocas del mundo mundial que permitirá, según sus promotores, abordar la producción de esa carne sintética (ellos, finamente y con el objetivo de vincularlo a la imaginería agraria, la llaman “carne cultivada”) a nivel mundial para, eso sí, reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero, atender las demandas de carne a nivel mundial.

Esta empresa brasileña JBS, pertenece a la corporación J&F que es la mayor procesadora de carne mundial que en el año 2017 se vio obligada a pagar la mayor multa de la historia, 3.200 millones de dólares, por corrupción política en el país carioca. Esta empresa, angelitos de la caridad que velan para que los pobres de Asía y África puedan comer carne de bovino y todo ello, al mismo tiempo, con el objetivo de reducir la emisión de GEI y contribuir, desinteresadamente eso sí, en la lucha contra el cambio climático, fue la triste protagonista del mayor escándalo alimentario de Brasil conocido como el escándalo de la “carne débil” que consistía en exportar carne podrida que se maquillaba con productos químicos para disimular sus aspectos negativos y su olor, además de modificar las fechas de vencimiento de los productos e inyectaban agua a la carne para aumentar su peso.

 

En fin, como decía al principio, lo importante es el concepto, y como decía el sicario Pazos, el concepto es el concepto y, éstos nuevos sicarios, tienen claro, muy claro diría yo, el concepto. El concepto de negocio.

 

Xabier Iraola Agirrezabala

 

 

 

 

 

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