Políticos de diferente clase

 



Cada vez es más frecuente que en las redes sociales encuentres frases redondas y perfectas que, cuando menos, te dan qué pensar. Pues bien, hace unos pocos días, en el muro de una política vasca, Muriel Larrea del PP, encontré la siguiente “En la vida hay dos clases de personas: las que se ahogan en problemas o las que nadan entre soluciones”, que me dio mucho que pensar.

Seguramente a usted, al igual que a mí, le ocurrirá que, en una lectura rápida, en diagonal, algo habitual hoy en día, se vea mejor reflejado en la segunda parte de la frasecita, entre aquellos que nadan entre soluciones, pero tras cansar la cabeza, me di cuenta de que, una vez más, ni con unos ni con otros, ¿seré híbrido?, resulta que lo que yo soy, al menos en estos últimos tiempos, es que soy de aquellos que nadan entre problemas, pero, por ahora, sin ahogarme.

No son tiempos para la lírica y menos aún para los que nos dedicamos al sector primario, sector cuyas gentes miran con sorna la escandalera que se monta cuando un par de jabalís baja a las calles de Donostia y Basauri. Los responsables de la cosa pública reaccionan rápido y veloz a eliminar el problema, ahuyentado a los bichos y mostrándoles, eso sí, educadamente, la vía de salida más conveniente. Mientras eso ocurre, los baserritarras, cuyas praderas amanecen como aradas, muy frecuentemente, se preguntan cómo es que aquellos conciudadanos urbanos, que cuando los oyen quejarse por los daños producidos en sus fincas, les responden que no queda otra que, convivir, ahora, en un impecable ejercicio de hipocresía, exigen implacables medidas de control de la plaga de jabalís. Señores de la ciudad, como ustedes decían, no queda otra, convivir.

Poca lírica, igualmente, es la que observan los pastores y ganaderos de extensivo ante la amenaza latente del lobo, acrecentada más aún si cabe, por la nefasta decisión del Ministerio de Transición Ecológica de aumentar la protección de la alimaña, eliminando así cualquier posible medida de control de la pujante cabaña lobezna. Esta misma semana, un periódico alavés daba cuenta del ataque de un lobo “errante” (sic) a 17 ovejas en las inmediaciones del monte Gorbea, al mismo tiempo que informaba sobre la dificultad de saber el número de ataques y cabezas de ganado muertas por la tendencia de los ganaderos de ocultar su problemática particular para no tener problemas con otras personas y colectivos. Por cierto, gentes que les aconsejan, nuevamente, que aprendan a convivir.

A convivir, por cierto, con irresponsables políticos es lo que va a tener que aprender mi amigo Iñaki, un joven horticultor de la comarca guipuzcoana del Bidasoa que, aun siendo ajeno al mundo del caserío, tras decidirse a vivir de la producción agraria, se acoge a los planes de incorporación institucional, cofinanciados con fondos de las instituciones vascas y europeas, levanta sus invernaderos, cultiva sus verduras, logra comercializarlas con notable éxito y mientras tanto, paradójicamente, se encuentra con la inexplicable incomprensión y abandono de un ayuntamiento que le prohíbe construir un pequeño almacén, incluso desmontable, donde manipular los productos, guardar las cajas, un pequeño aseo para su higiene personal, etc.

Un ayuntamiento, por cierto, progresista no, lo siguiente, gobernado por unos partidos que mientras reclaman, como es de justicia, condiciones laborales dignas para todos los trabajadores, se olvidan, o lo que es peor, miran para otro lado, amparándose en la sinrazón de lo que ellos consideran un plan general tan obsoleto como ridículo, cuando ese “trabajador” es un humilde y pequeño agricultor que se ve obligado a hacer sus necesidades a la intemperie, cambiarse en el coche o guardar sus aperos dentro de un invernadero, fácilmente, abordable, mientras ellos, los políticos se refugian bajo las faldas de la incomprensible burocracia.

 

Soy consciente que con este ejemplo quizás alguien piense que quiero elevar a categoría de norma lo que es la actuación de unos políticos muy concretos de un municipio muy concreto pero, creo no equivocarme cuando afirmo, con gran tristeza, que este tipo de actuaciones son cada vez más habituales en unas corporaciones donde sobran técnicos intransigentes y faltan técnicos razonables, donde sobran políticos que juegan a técnicos, que se esconden tras la letra del Boletín de marras y faltan, sobre todo, políticos que empaticen con aquellos que emprenden y se juegan sus cuartos para sacar adelante un negocio, por pequeño que sea, para crear riqueza para sí, para su familia, sus empleados y por extensión, para su pueblo.

El político valiente, además de ser honesto y tratar a todos sus vecinos con el mismo rasero, es aquel que va más allá de lo que le indica la ley y de aquello que le informa su técnico de cabecera y que sabe interpretar la situación y la normativa vigentes para así, sacar adelante su pueblo.

¿Qué se equivoca? Claro que sí, tal y como decía nuestro difunto padre, le ocurre al que anda. El político que está parado, paralizado, no corre el peligro de equivocarse. Ahora bien, tiene el riesgo de que le salga musgo en las articulaciones.

Xabier Iraola Agirrezabala

 

 

 

 

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