Pegasus
El caballo alado, Pegasus,
sobrevuela la actualidad sociopolítica estatal tras confirmarse, en sede
parlamentaria, que varios políticos, sobre todo independentistas catalanes,
fueron espiados por el CNI. Incluso las fuentes de la Moncloa informaron que el
propio presidente, Pedro Sánchez, y la ministra de Defensa, Margarita Robles,
fueron también espiados.
Como seguidor acérrimo del
gran autor John Le Carré, famoso por sus novelas de espionaje y de la guerra
fría, imagino que, si algo semejante les hacen a dirigentes políticos de ese
nivel, otros personajes, de menor rango oficial pero igual o mayor peso social
y económico, serán objetivo de esos “cotillas” que utilizan el Pegasus para
saber aquello que se dice a escondidas y que no quieren que se sepa. Hablando
de escondidas, especialmente ingenioso me pareció el argumento del periodista
navarro, Nagore, que refiriéndose al Centro Nacional de Inteligencia (CNI),
afirmaba que tan poco deben ser tan inteligentes como sugiere el nombre, si se
ven obligados a escuchar lo que dicen y escriben los espiados.
Pues bien, en estas semanas
que andamos enredados con estas intrigantes historias de espionaje, me
permitirán confesarles que he notado algo raro en mi teléfono, raro-raro-raro que
diría el gran Papuchi, y es que me he dado cuenta de que cosas que hablo por
teléfono y escribo a través del guaxap, llegan a los despachos más
insospechados.
Sin caer en la paranoia, soy
sabedor que algunos despachos institucionales, con Pegasus o sin Pegasus,
captan mis mensajes de denuncia sobre su pasividad y sobre la necesidad de
mojarse más en defensa del sector productor, un sector productor que, poco a poco,
pero imparablemente, va menguando por la asfixia de los costes de producción y consecuentemente,
por la falta de rentabilidad.
Algo similar ocurre en los
despachos de las grandes cadenas de distribución que, con Pegasus o sin
Pegasus, obtienen mis mensajes sobre la necesidad de articular un nuevo modelo
alimentario, más concretamente, un modelo de cadena alimentaria donde la
conformación del valor sea más transparente, justo y equilibrado. Me consta,
con Pegasus o sin Pegasus, que han interceptado mis mensajes y que andan
preocupados al ver que, más pronto que tarde, se quedan sin productores, sin
agricultores y ganaderos, locales, sobre los que fundamentar su discurso de
producto fresco y local ante su clientela.
Por cierto, hace unas semanas
confesaba mi temor a que bien través de las industrias bien a través del
acompañamiento de las cadenas de distribución, el sector lácteo estatal acabase
en manos de los franceses y sin pretender exhibir un chauvinismo exagerado,
esta misma semana, con Pegasus o sin Pegasus, hemos conocido que la presidencia
de la patronal láctea, FENIL, ha sido copada por el presidente de la empresa
francesa Lactális, propietaria de marcas líderes como Président, Puleva, Galbani, El Ventero o La Lechera. Por
cierto, la secretaría de dicha patronal, queda en manos de Danone,
multinacional francesa que, al parecer, puede ser absorbida, según rumores del
mundo empresarial, al menos su división láctea por la propia Lactális. ¡Casi nada!
Ahora
bien, visto lo visto, vista la efectividad del dichoso Pegasus, voy a plantear
a mis jefes, los baserritarras, que me provean de fondos, cantidad nada pequeña
por cierto, para hacerme con una licencia del sistema de espionaje de origen
israelí para así por pinchar los teléfonos de los grandes gestores de materias
primas y cereales para así poder saber la verdad sobre las cosechas, sobre las
existencias en los almacenes logísticos y conocer la verdad que nos ocultan
nuestros proveedores de alimento animal, también para poder interceptar las
llamadas y mensajes que se cruzarán los responsables de las lonjas
agropecuarias para saber así si, tal y como se sospecha, se pactan las subidas
y bajadas, y los porcentajes de las mismas, así como, los contactos entre los
compradores de leche spot y los directores de planta de las industrias lácteas
que se reparten las rutas y los diferentes ganaderos para, que nadie, se
desmadre con peticiones alocadas que trastocarían su rentabilidad.
Como
ven, o pueden llegar a imaginar, con un nombre u otro, con Pegasus o sin
Pegasus, me reconocerán que estaría bien que los productores, a escote, pudieran
hacerse con una licencia de Pegasus y así poder pinchar teléfonos, captar
mensajes de guaxap y rastrear los ordenadores de todos aquellos que, de forma
velada, a la sombra, bajo el manto de la discreción, trabajan por sacar la
mayor tajada, bien sea de forma legal, ilegal o alegal, a costa de la
desinformación de los productores.
Por
lo tanto, vayan aflojando la cartera, que la licencia de Pegasus, cotiza al
alza y nos va a salir por un pastizal.
Xabier
Iraola Agirrezabala
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