Estrategas
La guerra de Ucrania, además de los efectos energéticos de la invasión y de aquellos otros efectos que, aún no teniendo relación directa con el conflicto, son atribuidos al mismo, ha puesto sobre la mesa la cuestión alimentaria y la falta de una estrategia alimentaria por parte de la Unión Europea.
Europa, la sociedad europea y su
opinión pública y publicada, ha caído en la cuenta de que la base de su
alimentación depende de otros países, otros continentes, que carecen de la
estabilidad política y socioeconómica que garantice una cierta normalidad en
las relaciones comerciales.
La COVID, con sus restricciones
al movimiento de mercancías y personas, dejó bien a las claras que la política
industrial estaba atada, de pies y manos, de países y/o continentes terceros, a
todas luces, incontrolables. La invasión rusa, asimismo, nos ha puesto en
evidencia, con gran crudeza, que nuestras fuentes energéticas y las materias
primas básicas de nuestra alimentación dependen, en gran medida, de unos pocos
países que, con unas pequeñas vueltas de tuerca, asfixian al conjunto de la cadena
alimentaria moderna donde los márgenes de cada eslabón son nimios o
inexistentes para que así, los consumidores puedan consumir alimentos baratos y
en gran medida, sin control, sin mesura alguna, con lo que gran parte de los alimentos
acaban, sí o sí, en el cubo de la basura.
En esta tesitura, hace unas pocas
semanas asistí, invitado por un partido político, a una jornada sobre el sector
primario y el medio ambiente donde, sorprendentemente, se puso en valor el
papel que juegan los baserritarras en el cuidado del medio ambiente y en la
gestión del territorio. Digo sorprendentemente, porque lamentablemente, cada
vez estamos más habituados a que los agricultores, ganaderos y forestalistas
sean tratados como verdaderos delincuentes medioambientalistas y, por lo tanto,
es de agradecer que haya alguien en el espectro político que sitúe a los
baserritarras en el centro de su estrategia.
A la vuelta de dicha jornada, cogiendo
el guante de los organizadores que nos animaron a enviar nuestras reflexiones
por escrito, les escribí planteando la necesidad de que el partido en cuestión
trabajase sobre una estrategia alimentaria de país, en este caso Euskadi, que
abarcase múltiples y variados elementos que componen y/o deben tenerse en
cuenta en el momento de diseñar una estrategia alimentaria con un punto de
vista integral.
Una estrategia alimentaria que tenga
en cuenta la faceta productiva, su diagnóstico actual y sus escenarios de
futuro y por qué no, sus metas de futuro para un futuro, alimentariamente
hablando, más autónomo y/o soberano.
Una estrategia alimentaria que
contemple cuestiones como la ordenación territorial para impulsar un
crecimiento urbano lo más respetuoso posible con la realidad rural y primaria
que, entre otras cosas, preserve las tierras de alto valor agrológico sin
condenar al sector productivo a trabajar, única y exclusivamente, en aquellas
tierras que ningún otro sector económico quiere o a trabajar en calidad de precario
aquellas tierras que, más temprano que tarde, puedan ser reclamadas para otros
usos.
Una estrategia alimentaria que
contemple el consumo alimentario, lo que consumimos, dónde compramos, dónde y
cómo lo consumimos. Que analice los canales de entrada, salida y distribución
de los alimentos. La realidad del comercio alimentario, desde la realidad de
los mercas, hasta la distribución organizada, los comercios tradicionales y los
mercados locales para en función de los objetivos, ir diseñando, desde un
liderazgo compartido, una política de comercio acorde a una verdadera política
alimentaria.
Una estrategia alimentaria de
país que, además de analizar el consumo alimentario en su conjunto, fije la
mirada en las potencialidades del consumo colectivo en la órbita de las
administraciones públicas (educación, sanidad, sociales, …) y que, con valentía
y arrojo, establezca unas líneas de desarrollo para que la alimentación saludable,
local y sostenible sea una prioridad de nuestras instituciones.
Una estrategia alimentaria, en su
sentido más amplio, donde se contemple la realidad forestal de nuestro país y
sus potencialidades bien desde el punto de vista productivo, madera, como desde
el punto de vista medioambiental y finalmente, desde el punto de vista
energético, la biomasa que, en mi humilde opinión, debiera ser considerada, la
energía oficial de las instituciones y edificios públicos en un país tan
arbolado como el nuestro.
En definitiva, como país,
necesitamos una estrategia alimentaria integral que vaya más allá de políticas
inconexas e incompletas, que de un sentido al conjunto de la estrategia para
que, en definitiva, esta estrategia sea asumida y compartida por el conjunto de
la población.
Lo importante, y con esto acabo,
es que los partidos políticos asuman la necesidad de una estrategia alimentaria
porque con ello, se verán obligados a trabajar sobre otros muchos aspectos que
he comentado previamente (ordenación territorial, consumo, comercio y
distribución, energías renovables, compra pública, salud pública, etc.). Ahora
bien, tampoco me quiero hacer ilusiones, porque soy consciente que es mucho más
sencillo, al igual que Juanma, más aun viendo su arrollador éxito, recurrir a
la vaca talismán con la que salvar los muebles electorales.
Xabier Iraola Agirrezabala
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