Soy agricultor, no idiota
¿Tú que te has pensado que yo soy
el Banco de España? Le espetaba Pepita a su hija cada vez que se le acercaba
con la mano abierta pidiendo dinero para salir con sus amigos y el fin de
semana pasado, con motivo de las fiestas patronales del pueblo, me he acordado
mucho de ella cada vez que nuestro hijo Martin se acercaba, igualmente, con la
mano tendida pensando, quizás, que la fuente familiar de euros es algo
inagotable.
Pepita tenía, además de carácter,
un sentido del humor como pocos y se refería por mí, como acompañante de su
hija a fin de ablandar el corazoncito de su madre, como que yo era “el hijo de
Rochin”, sin saber por entonces, que ella se refería al hijo de los Rothschild,
unos banqueros centroeuropeos de alto abolengo que, como imaginarán, no tenían ningún
parecido con mi realidad.
Pues bien, les tengo que
reconocer que no me hace ninguna gracia los casos que voy conociendo de abusos de
poder por parte de algunas cadenas de distribución que tratan a los productores
agropecuarios, tal y como decía Pepita, como si fuesen el mismísimo Banco de
España aplicándoles descuentos y rappels con las excusas más peregrinas que se
puedan imaginar con el fin de financiar sus actividades.
Las hay, cadenas, que te aplican
una aportación a fin de año, oficialmente una aportación voluntaria, para
colaborar con la política de nuevas aperturas de tiendas de la cadena. Las hay
que te aplican penalizaciones por servir con retraso unas cantidades extras por
una promoción unilateralmente decidida por la cadena y las hay, las más
frecuentes, aquellas cadenas que, por el artículo treinta y tres, te aplican un
rappel, un descuento, por volumen de ventas que, fácilmente puede ir de un 10%
al 25%.
La dependencia de algunos
productores para con esas cadenas de distribución y la impunidad con que estas
cadenas actúan, fruto de su omnímodo poder en la cadena alimentaria, hacen que
lo que bien pudiera ser algo voluntario, fruto de un mutuo acuerdo, acaba
siendo un mero trágala que, además de un clarísimo atraco al bolsillo de los
productores, desmoraliza hasta al más animado de los agricultores.
Muestra de este cabreo,
impotencia y frustración es la invitación que me ha llegado vía redes sociales de
un agricultor para que firme en la plataforma CHANGE su propuesta para que el
Congreso de los Diputados prohíba, por ley, la aplicación de rappels a los
productores agropecuarios. Esta propuesta que ingeniosamente, emulando el éxito
de aquel “Soy anciano, no idiota” que pretendía lograr un trato personal por
parte de los bancos, ha sido titulada como ”Soy agricultor, No idiota” pretendiendo,
imagino, recabar apoyos de la sociedad en su conjunto para acabar con esta práctica
abusiva y cuando menos, dar a conocer al consumidor final de prácticas como
ésta que quedan en la sombra, en el plano personal entre productor y cadena de
distribución. Por cierto, los animo a que entren en CHANGE y firmen dicha
petición.
Por otra parte, me consta que, en
países vecinos como Francia, aunque no haya leído la normativa al respecto, que
esta práctica abusiva de aplicar rappels por volumen de compra está prohibida
en el caso de los productores primarios, por lo que, si las autoridades
competentes en la materia quieren apoyar a los productores, no tienen más que
fijarse en lo que hacen los vecinos galos que, una vez más, nos dejan en
evidencia.
Un país, por cierto, que en su
nuevo gobierno Macron, ha denominado el ministerio del ramo como el Ministerio
de Agricultura y Soberanía Alimentaria mostrando, más aún en el actual contexto
de incertidumbre tras la pandemia del COVID, la especulación bursátil con las
materias primas y las terribles consecuencias de la invasión rusa a Ucrania, que
la necesidad de asegurar un cierto nivel de producción y provisión alimentaria
en el entorno más cercano, es algo plenamente actual y pertinente.
El concepto de soberanía
alimentaria, impulsado hace tiempos por movimientos campesinos, genera un
cierto escepticismo, cuando no rechazo, en algunos círculos políticos, empresariales
y gubernamentales pero, no obstante, todos y cada uno de nosotros, somos, cada
vez más conscientes que nuestra alimentación no puede dependen de terceros
países y continentes que, a la mínima, bien sea por pandemias bien sea por
cuestiones vinculadas al cambio climático, nos muestran las débiles costuras
del sistema alimentario.
Por ello, creo que es necesario y
pertinente que cada país, al igual que se preocupa de tener una estrategia
industrial, tenga su propia estrategia alimentaria donde se incluya la
producción alimentaria, la distribución, el consumo y la calidad.
Xabier Iraola Agirrezabala
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