El Club de los Cascarrabias
Dice mi amigo Bixente,
forestalista con F mayúscula, que es una pena que, a mi juventud, sea un
auténtico cascarrabias que, constantemente, se queja, por no extenderme
demasiado, de los ecologistas, de las happyfurgos, de los consumidores incoherentes,
de los daños por fauna salvaje, de la carne artificial, de los humanizadores de
perros, de los sacamantecas de la distribución, y/o del pasotismo de algunos
políticos.
Puestos a hacer un examen de
conciencia, creo que Bixente tiene razón y por ello, junto con el mismo Bixente,
además de un par de mi cuadrilla, voy a empezar los trámites burocráticos para crear
el Club de los Cascarrabias. Lo primero que tengo que hacer es poner una
normativa breve pero clara, donde sólo tengan cabida, aquellos que nos caigan
bien a los cuatro fundadores del club y para ello, dado el amplio espectro de
gente susceptible de asociarse, estimo que, en el primer punto de sus estatutos
fundacionales, deberá quedar meridianamente claro que en este club hay derecho
de admisión.
Me pongo manos a la obra.
Mientras tanto, les quiero informar que el día 21 de este mes, se celebra el
día de Santo Tomás que, dicho sea de paso, en Euskadi tiene una gran tradición
y que, al parecer, era el día elegido por los baserritarras para acudir a la
capital a pagar la renta anual a los señoritos propietarios de sus caseríos, conviene
recordar que la inmensa mayoría de baserritarras eran inquilinos, pero además
de pagar la renta, aprovechaban el viaje para vender sus mejores viandas, cara
a la Navidad, a un público selecto.
Lo que comenzó así, ha acabado en
muchos pueblos y ciudades, especialmente en las capitales, en una macrofiesta
donde, por la mañana, coinciden baserritarras vendiendo sus productos, con
estudiantes y organizaciones varias que venden pintxos de txistorra para sufragar
sus gastos o con vendedores de otros sectores que, como dice el refrán, se
arriman a la sombra de buen árbol. Incluso, según avanza la tarde-noche, en algunas
ciudades, la cosa termina siendo un mero macrobotellón.
Eso sí, todos vestidos con el
traje típico de baserritarra. Ya lo decía, por aquello de la sabiduría innata
de las mujeres de caserío, una abuela de un caserío de Mendaro, que sentenció aquello
de, cuando menos baserritarras quedan trabajando la tierra, más gente vestida-disfrazada
de baserritarras en las cada vez más frecuentes ferias y cuchipandas con toque
casero.
Tanto es así que este año, en Bilbao,
donde se celebra una enorme feria de Santo Tomás que, más allá de todo lo que he
comentado previamente, es un fantástico escaparate del agro y un magnífico día
de ventas que, a modo de Black Friday para el comercio, es junto con la Navidad,
una parte importante de las ventas del año, particularmente, para aquellos que
hacen venta directa. Pues bien, este año ha saltado la polémica al comprobar
que el Ayuntamiento de Bilbao ha decidido sacar a los baserritarras del corazón
del Casco Viejo, la Plaza Nueva, a otras zonas más lejanas para, en teoría, garantizar
la seguridad del gentío, en la práctica, para permitir que la plaza sea ocupada
por las interminables terrazas de los bares de la plaza.
Recientemente escribí que el
sector primario tiene, muchas veces, la sensación de ser utilizados como attrezzo
o figurantes de eventos varios, pero, lo que nadie debe olvidar es que, en la
feria de Santo Tomás, los baserritarras son el origen de la fiesta y deben ser los
protagonistas, aunque mucho me temo que, para algunos, los baserritarras han
pasado a jugar un papel secundario, o como dirían en la jerga cinéfila, papel
de reparto.
No quisiera elevar a categoría de
tragedia lo que es una cuestión fácilmente solucionable. Eso sí, no quisiera
terminar sin pegar un toque, al que lo merezca, aunque con ello, sea consciente
de mi función de cascarrabias y que, al paso que voy, no me van a aceptar ni a
mí en el club.
Xabier Iraola Agirrezabala
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