Con un par
La semana pasada los jabalís anduvieron por Azkoitia como Pedro por su casa, arrasando las praderas de numerosos caseríos cuyos propietarios se indignan, con razón, ante los frecuentes ataques de estas fieras que con su hocico levantan las praderas y las dañan, de tal forma, que no se puede meter maquinaria alguna, puesto que, con sus picardías, término que utilizan algunos baserritarras, te dejan la finca totalmente inservible.
Impotencia es lo que sienten los
baserritarras ante tanto ataque y ante la incomprensión del conjunto de la sociedad
que, hasta que no se acerca a las ciudades, ni se inmuta con estos daños en las
praderas y fincas. Algo similar ocurre con otras especies como el corzo, buitre
y/o el lobo cuyos daños, mientras sean exclusivamente sufridos por los
baserritarras y otras pocas personas del mundo rural, pasan totalmente desapercibidos.
El día que algún buitre enganche a algún montañero o el lobo, tal y como ha
ocurrido recientemente en Italia, ataque a las personas, entonces sí, y sólo
entonces, se alarmará la gente y reclamará que se ponga coto a esa plaga.
Mientras sólo afecte a baserritarras, mutis por el foro.
Pues bien, este domingo, me tomé
mi particular venganza, ya se sabe que el que no se consuela es por que no
quiere, comiendo un sabrosísimo guisado de jabalí que cocinó mi amiga Ana en la
sociedad. Un plato que hacía años no comía pero que, visto lo rico que estaba,
tendremos que repetir más a menudo.
Ahora bien, si hay un plato que
está siendo el protagonista de las redes sociales y medios de comunicación, son
los huevos a la plancha precocinados que comercializa Mercadona, eso sí, enfundados
en su correspondiente envoltorio de plástico. Estos huevos son cocinados por
una empresa gipuzkoana del grupo Angulas Aguinaga y mucho me temo, viendo que
vamos de cabeza hacia al abismo, tendrá un gran éxito ya que, además de
comprarlo aquellos que tengan impedimentos para cocinar, se sumará toda una
prole de gente que preferirá jugar a la play que hacerse un par de huevos. Ya
lo dice Marvin Harris en su libro “Bueno para comer” que me aconsejó mi amiga
Pilar de Ainsa y que todavía no he acabado de leer, que afirma que es bueno
para comer lo que es bueno para vender y ya se sabe que, en cuestiones de
vender, los valencianos son el novamás.
Eso sí, les aseguro, tanto a los
valencianos como a ustedes mis lectores, que esos huevos de plástico no van a
formar parte del menú de la sociedad de la semana que viene que me toca
cocinar. Yo, seguiré fiel a los huevos de mi amigo Esteban Atxa. Huevos frescos
y de calidad, cocinados, además de con aceite de oliva, con mucho cariño.
Por cierto, estos días previos a
la Navidad suelen ser los elegidos para efectuar la compra de las viandas para
estas fiestas donde nos juntamos familiares y amigos alrededor de la mesa,
comiendo como si no hubiese un mañana, y yo me atrevo a sugerirles que, ahora
que todo está desmadrado, apuesten por un alimento sano y natural como el
cordero lechal (o cabrito en su caso). Un producto estacional, al menos en
nuestra zona, con el que comienza la época del ordeño con las que elaboramos sabrosas
cuajadas y se elabora el queso. En Navidad, como dice la iglesia, no debemos
dejarnos despistar con el boato y el brillo de los dorados y debemos fijarnos
en lo sencillo, en lo auténtico y en lo natural y, no me negarán, que el cordero
lechal, cumple todos los requisitos.
Por el contrario, dicen las
estadísticas ministeriales que el consumo anual per cápita de ovino es de 1 kg,
un 60% menos que hace quince años, por lo que, una vez más, les invito a,
abandonando platos precocinados y plastificados, optar por el cordero. Eso sí,
local y no se dejen engañar, que ya se sabe que también hay mucho cordero
importado en los lineales (Gales, Francia, Grecia) y que algunos de ellos, burlándose
de los huecos de la trazabilidad oficial, van vestidos de etiqueta, de cordero
local. ¡Plantémonos, con un par!
Xabier Iraola Agirrezabala
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