Desviar la mirada

 



Leo con estupor el informe de perspectivas ganaderas para el año 2031 elaborado por el Consejo de Cámaras de Agricultura de Francia que prevé una terrible bajada en la cabaña bovina. Según dicho informe la cabaña de vacas nodrizas descendió un 2% anual entre los años 2016 y 2020 y, además, contempla una bajada del 3% anual hasta el 2031, lo que supondría una nueva contracción del 33%. En la cabaña de vacas lecheras, igualmente, prevé una importante caída y así, mientras del año 2015 al 2019 se ha dado una bajada del 1% anual, del 2019 al 2031 prevé un 2% anual lo que conllevaría, una caída adicional del 22%.

La alarma generada en el sector primario francés y en toda la estructura cooperativa, comercial e industrial impulsada sobre la producción de la carne de bovino y la leche de vaca es innegable y difícil de ocultar tras una cortina de datos macroeconómicos. Habrá, como siempre, quienes intentarán poner paños fríos diciendo que la bajada en el número de cabezas será perfectamente compensada por un alza, fruto de la mejora genética, en los rendimientos cárnicos y lecheros. En mi opinión, incluso ellos, son sabedores que ni la mejora genética, necesaria por otra parte, compensará la desaparición de explotaciones ganaderas ni la drástica reducción de la cabaña ganadera.

Ahora bien, mucho me temo, que los responsables de las estructuras cooperativas, comerciales e industriales, más que preocupadas por el futuro de los ganaderos, están realmente alarmados por su futuro, al temer que, de materializarse las perspectivas recogidas en el informe, su futuro como cooperativa, intermediario, comercial, matadero, transportista, envasadores y plantas industriales, etc. peligra, y mucho.

Dice el refrán que “en todas las casas cuecen habas, y en la mía, a calderadas” o aquel otro de “mal de muchos, consuelo de tontos” y es que, en mi humilde opinión, las perspectivas más abajo de los Pirineos no distará mucho de la previsión gala, más aún, si tal como ocurre en el conjunto de la Unión Europea, pero con mayor crudeza si cabe en el caso del estado español, los productores menores de 40 años ni alcanzan el 10% de los productores y los que se encuentran en edad de estar ya jubilados suponen aproximadamente el 40% de los ganaderos.

En nuestro caso, más allá de los propios ganaderos y de sus organizaciones, que se temen un futuro no muy lejano sin asociados, son los responsables de las estructuras sectoriales y con ello me estoy refiriendo a cooperativas, transportistas, mataderos, queserías, envasadores, industrias, carnicerías, comercios y cadenas de distribución (particularmente las más vinculadas al producto local), pues todos ellos, los que muestran mayor preocupación en tanto que han basado su negociado en torno a la producción de esos productores que menguan.

La alarma se ha instalado en los despachos de algunas de estas estructuras y algunas hay que se plantean, a semejanza de las grandes empresas alimentarias,  que para poder mantener sus instalaciones productivas al máximo rendimiento y sus plantillas intactas, bajar al campo, adquirir fincas y/o naves ganaderas y contratar mano de obra, lo más barata posible eso sí, con la que asegurarse la materia prima con la que mantener su estructura y sus compromisos comerciales con sus clientes y muy particularmente, con las grandes cadenas de distribución.

Llegados a este punto, más de uno de ustedes se preguntará, cual es el motivo, o los motivos, que han provocado que hayamos llegado a este punto en el que contamos con un entramado cooperativo, comercial e industrial agroalimentario que funciona mientras el entramado productivo conformado por esos miles de agricultores y ganaderos que proveen a cooperativas, comerciales e industrias va, poco a poco, pero de forma imparable, reduciéndose y, lo que es peor, nadie le ve salida a la situación.

El motivo, en mi humilde opinión y sin descubrirles el mar Cantábrico, es que los objetivos fundacionales de muchas estructuras, crear valor añadido para el producto y con ello repercutirlo a los productores que dan sentido a la cadena, han pasado a un segundo plano y así, en la actualidad, lo que prevalecen son los intereses y prioridades de las plantillas y responsables de esas estructuras frente a los intereses de los ganaderos, prevalecen los compromisos con los clientes frente a los compromisos con los proveedores que son sus ganaderos, prevalece el saneamiento financiero de las estructuras frente a la microeconomía de las explotaciones y prevalecen el mantenimiento de las plantillas de las estructuras aunque sea a costa de la drástica reducción del sector ganadero.  

En definitiva, ocurre lo que ocurre, por que hemos desviado la mirada del objetivo original y porque hemos ninguneado, año va y año viene, al productor. Es hora de mirar a los ojos a los ganaderos.

 

Xabier Iraola Agirrezabala

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