Sin-vergüenza
En esta época digital que nos ha
tocado vivir, somos conscientes de que lo que es una bomba informativa a las 8
de la mañana, se queda en el baúl de los recuerdos para las 12 del mediodía,
dejando sitio para la siguiente tempestad informativa que amainará para las 5
de la tarde y así, sucesivamente, día tras día. Pequeñas tormentas en un vaso
de agua que nos inquietan durante un rato, pero pasan, y se olvidan,
inmediatamente.
Algo así, ocurrió hace unos pocos
días cuando las redes sociales clamaban por un error de los responsables de la
Dirección General de Agricultura de la Comisión Europea que, en un descanso de
uno de sus eventos, ofrecieron a sus invitados una bebida vegetal que iba etiquetada
como leche vegetal. Ya se pueden imaginar, el grito en el cielo de las asociaciones
ganaderas, incluida la organización vasca ENBA, que, con toda la razón del
mundo, denunciaron un fallo tan garrafal por parte de las autoridades responsables
de velar por que no se den ilegalidades como esta.
Estos errores duelen, más aún, en
un contexto como el actual donde los ganaderos ven como los precios percibidos
disminuyen de forma notable mientras sus costes de producción se mantienen o
bajan muy ligeramente.
Ahora bien, si hablamos de dolor,
lo que ha dolido en el sector ganadero han sido las palabras de Luis Calabozo,
director de la patronal láctea FENIL, que ha manifestado públicamente que la
industria láctea española pierde competitividad frente a Europa por el enorme
diferencial de precio de la leche que compran en comparación con los precios
que pululan por el resto del continente
Según Calabozo, la industria
láctea española no puede ser competitiva abonando, en el mes de agosto, una
media de 0,51 euros cuando la media europea es de 0,43 y en los países de
referencia como Francia se abona 0,45, en Alemania 0,41 y en los Países Bajos
0,43 y además, para colmo de sinvergüencería, sin pestañear y menos sonrojarse,
afirma que, a pesar de los altos precios, el número de ganaderos desciende, la
producción también y apela al Ministerio a que adopte las medidas pertinentes
para garantizar el abastecimiento de las industrias y el consumo de los
ciudadanos.
Remata la vergonzante faena con
la siguiente frase, digna de enmarcar, que dice: “Es de vital importancia
lograr una industria láctea al consumidor español de esos alimentos esenciales
y que sean producidos en nuestro país, para lo que es condición necesaria
preservar nuestra competitividad”.
Antes de empezar a responderle,
les tengo que advertir que no me sorprenden sus declaraciones, puesto que esa
apelación al diferencial del precio español para con respecto a la media europea
y a esos tres países de referencia, la venimos escuchando en el día a día, por
parte de algunas industrias y, sorprendentemente, por parte de algunos
responsables de la distribución. Unos y otros, otros y unos, no buscan más que
abaratar su materia prima para mejorar márgenes y aumentar sus beneficios para
afrontar, posibles baches futuros.
Unos y otros, otros y unos,
olvidan, intencionadamente, que, si miramos al histórico publicado por la Comisión
Europea y tomamos como referencia, por ejemplo, los tres últimos años, podemos comprobar
fácilmente que, de los 32 meses discurridos, la media del precio percibido por
los ganaderos del estado ha estado durante 25 meses por debajo de la media
europea, por debajo de la media alemana y holandesa y unos 19 meses por debajo
de la francesa. Eso sí, en esos largos y duros meses, incluso años, ni los industriales
ni la distribución y mucho menos portavoces como el insigne Calabozo, se
acordaron lo más mínimo del diferencial a la baja que nuestros ganaderos
percibían y, ninguno de ellos, aduciendo a esa inferioridad de precio, impulsó
iniciativa alguna para mejorar la rentabilidad de los productores y con ello, consecuentemente
la calidad de vida de sus familias.
Igualmente, Calabozo plantea que
es imprescindible asegurar el abastecimiento a los consumidores de un alimento
tan esencial como la leche, cuando él y su banda, han maltratado ese alimento
que califican como esencial y más aún, a los productores de ese alimento básico
manteniéndoles asfixiados y sin horizonte alguno de perspectiva de futuro.
Finalmente, Calabozo también plantea
la importancia de que esa leche y esos productos lácteos sean producidos en nuestro
país, olvidando, intencionadamente una vez más, que son sus industrias
asociadas quienes importan leche líquida de Portugal y Francia
mayoritariamente, quienes importan leche en polvo para reconstituir leches y
quienes importan queso, a tráileres completos, desde Alemania y Países Bajos,
queso barato, para lonchearlo y venderlo, en muchos casos, como queso español.
Ahora, saltan las alarmas en los
despachos de dirección de muchas empresas, en España el sector, por su culpa,
no levanta cabeza, en Francia prevén que para 2027 pasarán de ser excedentarios
a deficitarios, en Países Bajos la industria quesera tiembla ante la bajada de
la cabaña ganadera para cumplir con los requisitos medioambientales y así, suma
y sigue, se mire donde se mire.
Quizás, sea demasiado tarde para
enmendar y hayamos llegado a un punto de no retorno. Esperemos que no. Ahora
bien, es necesario que rememos todos en la misma dirección y que Luis, el
Plano, despierte de su eterna siesta.
Xabier Iraola Agirrezabala
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