Subidos al tractor

 



Mirando a Alemania con los ojos chiribitas, así definiría yo el estado de ánimo que se apodera de nuestros productores cuando ven en los informativos y en los numerosos vídeos que circulan por las redes cómo miles de agricultores alemanes cierran con sus tractores y maquinaria agrícola los accesos a las grandes ciudades, aeropuertos, etc. provocando unas imágenes impactantes y cercando a los urbanitas en sus ciudades. Al parecer, por lo que reproducen los medios, la medida que desencadena la protesta es la eliminación de los subsidios al gasóleo agrícola, eso sí, por motivos medioambientales.

Estas imágenes replican lo que vimos en los Países Bajos recientemente, cuando allí también, los granjeros cabreados por las normativas sobre nitrógeno salieron a cerrar las carreteras y los aeropuertos para así, exponer a la opinión pública, la según ellos, insoportable presión de las medidas medioambientales sobre la actividad primaria.

En uno y otro caso, además del malestar que existen en otros países como Irlanda, la gota que colma el vaso es la imposición de medidas medioambientales y demás burocracias a un sector productor que, no olvidemos, vive en el filo de la navaja por la escasa rentabilidad de la actividad.

Todo apunta a que la Unión Europea, y consiguientemente, la población europea quiere un territorio perfectamente gestionado, cuidado y en condiciones inmejorables, al menos en lo que se percibe a simple vista, y quiere así mismo, unos alimentos sanos, saludables, seguros y baratos. Ósea, la cuadratura del círculo.

Los europeos, nosotros incluidos, queremos que los productores gestionen y cuiden el paisaje pero para ello, no perciben como imprescindible, la existencia del sector productor como si el medio se gestionase per se, como si los productores fuesen a gestionar y cuidar amplios territorios por el simple hecho de mantener su patrimonio personal, para disfrute eso sí del pópulo, y sin caer en la cuenta que si no hay actividad primaria, bien sea agricultura, ganadería y/o forestal, nadie, pero cuando digo nadie es nadie, va a mantener en el tiempo la gestión del territorio sin una actividad primaria rentable que la justifique.

Los europeos queremos que nuestros ganaderos produzcan carne con una ganadería extensiva, leche con normativas de bienestar animal que para sí las quisiera el propio ganadero, corderos nacidos en el monte poblado a poder ser con el máximo de lobos, tomates producidos al aire libre con empleo bien remunerado, alimentos producidos sin tecnología OGM, etc. pero, simultáneamente, de forma premeditada o inconsciente, los europeos, cada vez más, optan por carne de vacuno producida en otros continentes con ganado tratado con hormonas, importamos a cascoporro tomates de Marruecos, consumimos leche producida en las denostadas macrogranjas, alimentos y materias primas transgénicas traídas de América, etc., etc.

Pues bien, aviso a navegantes, suenan tambores de movilizaciones en el Estado y así, organizaciones como Unión de uniones, Asaja castilla y león, etc. comienzan a lanzar mensajes sobre posibles movilizaciones aquí, en la piel de toro, que, en mi opinión, deberán comunicar perfectamente al conjunto de la sociedad cuál es la situación actual del sector productor y cuáles son los motivos reales para salir a la calle a protestar.

El sector deberá, si lo estima oportuno claro, trasladar a la sociedad que los excelentes números que muestran los mandamases ministeriales y los contundentes datos sobre exportaciones agroalimentarias que tanto gustan a la gran industria agroalimentaria estatal y que apuntan al Estado como una de las grandes potencias agroalimentarias a nivel internacional, como digo, estos magníficos datos de la macroeconomía no hacen más que despistarnos y ocultar la triste realidad, salvo excepciones, de la microeconomía de las explotaciones agroganaderas.

Tal y como vengo escribiendo de forma reiterada e insistente en los últimos tiempos, para disgusto de algunos dirigentes empresariales, cooperativos y asociativos que se ceban conmigo olvidando que lo importante es el mensaje y no el mensajero, la asfixiante normativa burocrática, los frecuentemente incomprensibles requisitos medioambientales y las consecuencias de una desigual cadena alimentaria, son inaceptables e injustos pero, en mi humilde opinión, todas estas cuestiones serían abordables y asimilables, alguna al menos, si nuestros productores ganasen dinero con su actividad. Dicho de otra forma, todas aquellas cuestiones no hacen más que pegarle la estocada a un sector no rentable.

Veremos si las tractoradas vuelven a nuestras carreteras o si, por el contrario, los tractores, al igual que los responsables ministeriales, duermen en los almacenes.

 

Xabier Iraola Agirrezabala

Comentarios

Entradas populares de este blog

Desesperados

Como pollo sin cabeza

JOKIN, un aliado del caserío