El reparto de la tarta

 


Si hay algo sagrado en esta vida es la cena de los jueves con la cuadrilla en la sociedad. Llevamos cenando algo más de treinta años, jueves sí y jueves también, los seis miembros que conformamos el selecto y exclusivo sanedrín del conocimiento. Así, esté quien esté, dado que no siempre estamos todos los miembros, hacemos un repaso a la semana laboral y familiar, criticamos a la mitad del pueblo, dejando la otra mitad para la semana siguiente y eso sí, abordamos la actualidad local e internacional, sin cortarnos un pelo para ahondar en cuestiones de la economía y de la geoestrategia. No hay tema que se nos escape. Además, si algún tema se nos atraganta, ya están los de la mesa de al lado, para aportarnos luz y criterio.

Pues bien, volviendo para casa de una de las reuniones del sanedrín, con la cabeza humeante por la compleja temática tratada en dicha ocasión, me asaltó una idea que me ronda la testa y que me trae por la calle de la amargura.

Me explico. Si a lo largo de las últimas décadas, algo nos ha enseñado la política agraria común europea, la archifamosa PAC, es que lo único que perdura en el tiempo es el cambio permanente. La PAC se articula por periodos de unos 7 años y así, tras varios años de reflexión y negociación, nada más aprobar la PAC para el periodo en cuestión y nada más arrancar, cuando todavía ni los agricultores ni los técnicos de la administración se enteran de qué va la cosa, ya viene algún mandamás diciendo que hay que hacer una reflexión (revolución en algunos casos) intermedia y así, suma y sigue. De bote en bote.

Pues bien, si hay algo que permanece en los algo más de 60 años que lleva vigente la PAC es el apoyo a la industria agroalimentaria y así, desde el segundo pilar de la PAC, se apoya, generosamente, a todo tipo de industria agroalimentaria, desde las pequeñas queserías de pastor, hasta las bodegas familiares de vino o sidra, siguiendo por las instalaciones industriales de cooperativas que quieren transformar la producción de sus asociados para así generar valor añadido o de pymes particulares que elaboran lo que compran aquí y allá y finalmente, por decir algo, con las fuertes inversiones de las grandes industrias agroalimentarias y/o alimentarias.

Las diferencio, no por error, si no muy pero que muy conscientemente, por que cada vez es mayor el número de empresas alimentarias, empresas que se dedican a elaborar, transformar y manipular materias primas pero que nada tienen que ver con la fase productiva, y que son, igualmente, apoyadas por las administraciones locales y por las instituciones europeas tanto con fondos locales, fondos propios, como por los fondos europeos FEADER.


Es entonces cuando me surge la pregunta, ahora que las cabezas pensantes empiezan a calentar motores para la siguiente reforma de la PAC, y sabedor que entre ellos está mi amigo Jorge Garbisu, asesor del Gobierno Vasco y la organización de países de montaña Euromontana, donde mi amigo, Juanan Gutiérrez, es el actual vicepresidente, pues bien, la pregunta que me surge es, ¿debe seguir la PAC financiando la industria alimentaria desligada completamente de la producción y que por lo tanto, no ejerce la función tractora de la actividad productiva que, teóricamente al menos, se pretende apoyar desde la PAC? Incluso más, ¿debe apoyarse financieramente, con fondos agrarios, aquella industria alimentaria que importa materia prima de quintapallá y perjudica al sector productor que rodea a la industria en cuestión? O, rizando el rizo, en caso de que alguna de las cabezas pensantes me diga que sí, que sin duda las habrá, me atrevería a lanzarles ésta otra pregunta, ¿no ha llegado el momento en que la PAC debiera diferenciar sus apoyos a la industria agroalimentaria de sus apoyos a la industria alimentaria incrementando los porcentajes de ayuda para los primeros, incluso, por encima de los topes actuales?

No crean que me he vuelto loco. Soy consciente de la labor que hacen algunas pymes alimentarias como motor de desarrollo económico en las zonas rurales pero, les tengo que trasladar, mi enfado al observar las resoluciones de determinadas convocatorias de ayudas para la industria agroalimentaria y alimentaria y comprobar que estas últimas, aún siendo unas pocas, pero grandes y poderosas, se llevan una notable parte de la tarta, para luego, como les decía anteriormente, constatar que esas empresas alimentarias salen reforzadas, fruto de las inversiones subvencionadas, y salen al mercado, dopadas con fondos agrarios para hacer la puñeta a las explotaciones agropecuarias, pymes, cooperativas e industria de base cooperativa que trabajan, en gran parte, con producción local.

El que quiera entender, que entienda. El que entienda y no reaccione, que luego no se lamente si la producción local flaquea o desaparece y todas las industrias, unas y otras, acaban siendo industria alimentaria que trabaja con producción foránea puesto que la local ya no existe.

 

Xabier Iraola Agirrezabala

Comentarios

Entradas populares de este blog

Desesperados

Como pollo sin cabeza

JOKIN, un aliado del caserío