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155 ejemplos de desconexión

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Si usted está hablando conmigo más de 2 minutos y observa que desvió mi mirada hacia otro sitio o persona, le informo que su interlocutor, ósea yo, ya ha desconectado y se encuentra, por mucho que le siga mirando con una sonrisa entre bobalicona y ausente, en su planeta galleta particular cavilando sobre otros asuntos, la mayoría de las veces, bastante más triviales que las suyos. Mi mujer se queda asombrada de la capacidad que tengo para desconectar del mundo que me rodea y quizás sea esta característica (dejo a su criterio si esta característica mía es problema o virtud) la que me permite sobrevivir en este complicado mundo que nos rodea y que nos atosiga con la avalancha de des-información mediática y tanto tuit, mensajito, guaxap y demás gilipolleces. Pues bien, estos días ando perplejo puesto que la característica de desconectar que me atribuye mi mujer, es una característica que abunda en otras muchas personas y facetas y así, observo con preocupación la total desc

Agudeza Visual

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Emulando los chistes de Agudeza Visual del inefable Forges hoy les propongo un sencillo ejercicio de agudeza visual para que observando la foto que publico hoy, puedan decidir cuál de las parcelas está abandonada y sin ser utilizada por/para el ganado. (les informno que es una foto de Armintza en Bizkaia).

La cuadrilla saludable

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“Houston, tenemos un problema” es lo que me brotó estos días al acabar de leer los diferentes documentos sobre alimentación, gastronomía, alimentación saludable, etc. que me he engullido para atender mi faceta laboral puesto que, si esos documentos apuntan en la dirección que creo, los usos y costumbres de mi sanedrín semanal (embutido de picoteo, botilla de sidra por cabeza, queso curado, etc.), ósea la cena de los jueves con mi cuadrilla en la sociedad gastronómica, entran en grave crisis, al menos, si no nos declaramos en rebeldía ante las estrategias dominantes y seguimos, como hasta el momento, cenando por un doble placer, el placer gastronómico y el placer de la compañía. Pues bien, recientemente, al volver de la presentación del Plan Estratégico de la Gastronomía y de la Alimentación (PEGA) de Euskadi pilotada por la omnipresente consejera Arantza Tapia, tras haber devorado un pintxo de tortilla de patatas (frío, por cierto) y departido con mi amiga Ruth, la perenne

¿De qué se ríe el comisario Hogan?

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Tomando un café con mi amiga Patricia, sí, la de Mercadona, hablando de lo humano y lo divino, acabamos intercambiando opiniones sobre la relativa calma que vive el sector productor vasco donde, por una parte, la creciente estructuración del sector productor ha supuesto una mejor organización sectorial con la que afrontar los retos que nos plantea el mercado y, por otra parte, la creciente demanda de producto local, en su mayoría amparado por marcas de calidad, por parte de las cadenas de distribución, la verdad sea dicha, unas con más empeño que otras, hace que en estos momentos no existan grandes dificultades para vender nuestro producto. ¿Entonces, dónde está el problema? se dirán ustedes, al igual que me preguntó mi contertulia, y yo le volví a repetir mi humilde teoría que es la siguiente: el actual sistema alimentario, el mayoritario al menos, está sustentado en una alimentación ciertamente barata y por ello, en una cadena alimentaria de varios eslabones donde todos los

Como un cencerro

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Hace unos cuantos meses escribí sobre los miles de personas que en un ejercicio de gilipollismo olímpico firmó en la plataforma digital Change.org para que indultasen a la vaca Carmen del Santuario de Animales de su sacrificio pese a ser positivo en brucelosis e inexplicablemente, lo lograron. Ahora bien, aunque este tipo de recursos son habitualmente utilizados por pisapraos, comeflores y demás gentes de buena pero errada voluntad, hoy les tengo que informar que también hay gente “sana” que recurre a este tipo de plataformas y la mejor muestra de ello la encontramos en el pequeño municipio francés de Biot de la Alta Saboya, donde más de 113.000 personas se han rebelado vía Change.org frente la demanda de unos cuantos propietarios de segundas residencias para eliminar los cencerros de las vacas por el insoportable ruido que sacan, solicitando a su alcalde que desestime dicha petición y, felizmente, el alcalde se ha pasado la petición de los chaletistas que están como cencerros,

La butifarra, por supuesto, catalana

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La víspera del referéndum catalán no parece ser la mejor época para adentrarse en cuestiones identitarias y cuestiones nacionales porque uno corre el riesgo, inevitable por otra parte, de salir trasquilado dado que, como comprenderán, al igual que es imposible hacer una tortilla sin romper huevos, es igualmente imposible, referirse a estas cuestiones, sin ser acusado de mingafría por los sectores más nacionalistas (vascos y catalanes) o no ser acusado de secesionista y/o filoterrorista por los otros nacionalistas, que haberlos haylos, los nacionalistas españoles. En estos momentos donde Mariano ha decidido apagar el fuego echando gasolina sobre la hoguera quisiera poner sobre la mesa, nunca mejor dicho, la cuestión de la identidad nacional en lo relativo a los alimentos y más concretamente a su etiquetado, puesto que mientras unos, apelando al sentimiento y las necesidades de generar la adhesión del consumidor más cercano, reclaman la flexibilidad normativa que posibilite a

La manzana de la discordia

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No hace mucho tiempo se me acercó una pareja joven ilusionada con su proyecto de pequeña quesería donde además de queso querían elaborar otra serie de productos lácteos con los que impulsar la idílica diversificación que todos ansían lograr cuando emprenden el camino de la transformación. Al poco tiempo de comenzar la conversación, mi natural talento (osea, nulo), fue suficiente para captar que aquel proyecto no tenía viabilidad alguna, al escucharles que el diseño de las instalaciones debía ser tal forma que no tuviesen que “tocar” las ovejas. Quizás sea un caso aislado pero mucho me temo que no y prueba de ello son los numerosos casos de caseríos donde la faceta transformadora, por supuesto más rentable que la meramente productora, acaba por engullir y aniquilar la faceta productiva y no es nada raro encontrarse con casos donde los responsables de la explotación, especialmente las nuevas generaciones, atraídos por la rentabilidad de la actividad elaboradora y comercial y