¿De qué se ríe el comisario Hogan?
Tomando un café con mi amiga
Patricia, sí, la de Mercadona, hablando de lo humano y lo divino, acabamos intercambiando
opiniones sobre la relativa calma que vive el sector productor vasco donde, por
una parte, la creciente estructuración del sector productor ha supuesto una
mejor organización sectorial con la que afrontar los retos que nos plantea el
mercado y, por otra parte, la creciente demanda de producto local, en su
mayoría amparado por marcas de calidad, por parte de las cadenas de
distribución, la verdad sea dicha, unas con más empeño que otras, hace que en
estos momentos no existan grandes dificultades para vender nuestro producto.
¿Entonces, dónde está el
problema? se dirán ustedes, al igual que me preguntó mi contertulia, y yo le
volví a repetir mi humilde teoría que es la siguiente: el actual sistema
alimentario, el mayoritario al menos, está sustentado en una alimentación
ciertamente barata y por ello, en una cadena alimentaria de varios eslabones
donde todos los eslabones, salvo el primero, van integrando su “beneficio
industrial” y el productor de alimentos está destinado, así parece al menos, a
subsistir con el hilillo de oxigeno que le dejan el resto de eslabones y
particularmente, las cadenas de distribución que son las que, verdaderamente,
tienen la sartén por el mango.
Pues bien, al igual que ocurre en
lo que se refiere a nuestro físico donde el poco oxigeno que necesita una
persona mayor es claramente insuficiente para un joven que por su vitalidad,
inquietud y ganas de afrontar nuevos
retos, el escaso oxígeno (y me estoy refiriendo a rentabilidad) de la actividad
agraria quizás sea suficiente para que los mayores o maduritos, asentados, con
la familia ya volando y con las estructuras más o menos pagadas y , muchos de
ellos, pensando más en la anhelada
jubilación, pero tal y como imaginarán, ese poco oxígeno es insuficiente y
asfixiante para ese joven que quiere emprender una nueva actividad, invertir e
innovar en la explotación familiar y con su trabajo sacar adelante su propia
familia que, como todos saben, al inicio vive asfixiado entre facturas y
créditos.
Soy consciente que todo no se
soluciona con dinero pero convendrán conmigo que el vil metal aligera las penas
si con ello puedes agilizar la transmisión de explotaciones de mayores a
jóvenes (por cierto, un pago compensatorio anual para los cedentes ya
contemplado en el Reglamento 1305/2013), se pueden apoyar políticas de pilotaje
de la transmisión (¿dónde estarán las añoradas ayudas a la prejubilación?),
puede facilitar la contratación de personal para poder conciliar el esclavo
trabajo agrario con los actuales parámetros de la vida familiar moderna
(aspecto muy valorado incluso por las nuevas generaciones provenientes de las
propias explotaciones) o te puede posibilitar, entre otras muchas cosas,
invertir en tecnología y modos de producción que hagan más amable la mera
producción.
Pues bien, imagino que éstos
y otros muchos temas más sesudos, serán los que hayan protagonizado la conferencia
organizada por el Consejo Europeo de Jóvenes Agricultores (CEJA) el pasado 27
de septiembre, donde el comisario de la UE, Phil Hogan, equipado de su inquietante sonrisa y haciendo uso de la
habitual retórica, hueca y ampulosa, de aquellos que hablan sin decir nada de
fundamento, obviamente, destacó la importancia de los jóvenes agricultores
europeos para el futuro del sector y aunque reconoció que sólo el 6% del total
de los agricultores europeos son menores de 35 años, en comparación con el 56%
que son mayores de 55 años, se limitó a señalar que la renovación generacional
es cada vez más crucial y debe ir acompañada de políticas adaptadas. Ósea, nada
nuevo bajo el sol.
Algo parecido a lo que he
percibido en el documento presentado este pasado verano, allá por el mes de
Julio, por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación bajo el ambicioso
título de Paquete Joven donde además de líneas ya recogidas en diferentes
comunidades o cuestiones sobre las que no es competente, se pone más empeño en
igualar, armonizar y/o homogeneizar las condiciones y los requisitos para la
incorporación de los jóvenes como si lo más importante, en vez de mejorar lo
sustancial, fuese que todos los jóvenes que quieran incorporarse a la actividad
agraria, se incorporen donde se incorporen, tengan, no un trato adecuado, sino
idéntico. ¿Será que las cabezas pensantes del Ministerio opinan, a semejanza de
lo que ocurre con algunas empresas, que los jóvenes del Estado deciden en qué
Comunidad Autónoma instalarse en función de los requisitos o de los porcentajes
de ayuda? .
Sé que la cuestión del
rejuvenecimiento del agro y del imprescindible relevo generacional es cuestión
harto difícil de solucionar. Quizás, lo que yo haga, escribir sin más, sea lo
más fácil pero entiéndanme, señores políticos, empezando de Euskadi y llegando
al Gobierno español o a Instancias europeas, o insuflamos oxigeno al sistema, oxigeno
suficiente para los jóvenes, o el invento se va al garete.
Xabier
Iraola Agirrezabala
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