155 ejemplos de desconexión
Si usted está hablando conmigo más de 2 minutos y observa que
desvió mi mirada hacia otro sitio o persona, le informo que su
interlocutor, ósea yo, ya ha desconectado y se encuentra, por mucho
que le siga mirando con una sonrisa entre bobalicona y ausente, en su
planeta galleta particular cavilando sobre otros asuntos, la mayoría
de las veces, bastante más triviales que las suyos.
Mi mujer se queda asombrada de la capacidad que tengo para
desconectar del mundo que me rodea y quizás sea esta característica
(dejo a su criterio si esta característica mía es problema o
virtud) la que me permite sobrevivir en este complicado mundo que nos
rodea y que nos atosiga con la avalancha de des-información
mediática y tanto tuit, mensajito, guaxap y demás gilipolleces.
Pues bien, estos días ando perplejo puesto que la característica de
desconectar que me atribuye mi mujer, es una característica que
abunda en otras muchas personas y facetas y así, observo con
preocupación la total desconexión existente entre Carles y Mariano,
el primero, según mi opinión, quizás desconectado de una realidad
estatal e internacional donde los sentimientos y sonrisas no son
suficientes para mover el status quo, por naturaleza, temeroso ante
la incertidumbre y el segundo, desconectado de la realidad
socio-política del pueblo catalán harto de ninguneos, mercadeos y
de la insoportable falta de respeto a la palabra dada que pretende
imponer su legalidad a través del siniestro artículo 155.
Algo similar a lo que les ocurre a los anteriores, les sucede a
Theresa y Jean-Claude puesto que mientras la primera pretende
desconectar el Reino Unido de la Unión Europea sin reconocer que el
estropicio le va a salir un pico y queriendo dar, cara a sus propias
filas, muestras de una fortaleza de la que adolece, el segundo,
desoyendo los numerosos problemas que tiene (refugiados, terrorismo,
Brexit, crisis, relaciones comerciales con terceros países y
continentes, …) se ha puesto la bandera estrellada como capa y
surca los cielos comunitarios como un superman que mantiene el vuelo,
eso sí, mientras quiera Angela.
Ahora bien, tampoco me tengo que escapar hasta Bruselas para detectar
ejemplos de desconexión como el vivido entre el mundo rural y el
urbano con motivo de las aterradoras imágenes producidas por los
incendios de Galicia, Asturias y Portugal donde, los primeros, los
rurales, son incapaces de sostener (verbo del que proviene el
sustantivo, sostenibilidad) sus explotaciones (englobando en ellas la
faceta forestal) por los bajos precios de la carne de la ganadería
extensiva y por el desinterés de la sociedad en su conjunto por la
madera como materia prima para la energía (biomasa), para la
construcción de inmuebles y muebles, etc. mientras los segundos, los
urbanos, miran con estupor el abandono creciente de los bosques en
los que quiere seguir paseando, pedaleando o recogiendo setas, sin
caer en la cuenta que su desinterés por la ganadería y la madera es el motivo
principal, además de los desalmados pirómanos, de que ardan bastos
territorios.
Acercándome aún más, también encuentros ejemplos de desconexión,
porque tal y como me comentan mis amigos, los baserritarras, resulta
bastante frecuente que las asociaciones y cooperativas (algo similar
ocurrirá, digo yo, en las organizaciones agrarias) estén dirigidas
por directores, gerentes o presidentes que, ungidos por la sabiduría
divina y confiando única y exclusivamente en su olfato y
experiencia, dirigen y gobiernan como si no hubiese nadie con los que
compartir y consensuar sus decisiones. Son gente, muchos de ellos,
asentados en el cargo, que se consideran poseedores de la verdad
absoluta y que, por lo tanto, aduciendo estar conectados a la dura
realidad del mercado, consideran a los productores, a los de abajo,
como un freno en el momento de tomar decisiones rápidas y ágiles
por lo que optan a jugar a ser empresario-dueño omnipotente del
negocio, eso sí, sin serlo.
No es algo exclusivo de estos dirigentes asociativos puesto que
también les ocurre algo similar a los miles de productores que viven
a lo largo y ancho del territorio que están desconectados del
mercado y de las cambiantes demandas del consumidor final, que opinan
que ellos deben seguir produciendo, elaborando y comercializando como
lo hacían sus antepasados independientemente de que si el consumidor
ha modificado sus hábitos y gustos alimentarios o que, trabajan la
tierra y gobiernan la cabaña sin caer en la cuenta que la
sensibilidad y la opinión de la sociedad evoluciona a pasos
agigantados y que, por lo tanto, prácticas y usos que antes eran
aceptadas con naturalidad, puede que hoy no lo sean tanto.
Reiteradamente he planteado la necesidad de que los consumidores se
acerquen y conecten con los productores, con su realidad y con su
forma de trabajar, pero no es menos cierto que el mayor de los
empeños debe provenir del propio productor y diseñar, tanto
personal como colectivamente, una estrategia a medio-largo plazo que
le conecte a la realidad cambiante de la sociedad en que vive.
Quizás no lleguen a captar lo que les quiero transmitir, o quizás
sí. Seguramente será por defecto mío, por lo que les pido perdón
anticipadamente. Espero, por otra parte, que los teóricamente
afectados por mis palabras, lo capten, pero también puede ser, con
un porcentaje alto de probabilidad, que este humilde juntaletras
esté, nuevamente, desconectado de la realidad y de sus lectores.
Xabier Iraola Agirrezabala
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