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Camino Soria

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Todos aquellos que tenemos hijos/as en edad preadolescente estamos estos días inmersos en plena vorágine de exámenes y con el ambiente familiar ciertamente tenso, por decirlo finamente, porque en la actualidad, no como le ocurría a mis padres, las tareas escolares y los exámenes ya no son cuestión exclusiva de los directamente afectados sino de la familia al completo. Quizás el pasotismo supino de mis padres para con mis estudios sería algo extremo pero no me negarán que, lo de ahora, pasa de castaño oscuro. Eso sí, lo que no ha cambiado es la antigua cantinela que atribuye a los profesores el suspenso mientras el aprobado es mérito, único y exclusivo, del estudiante. Algo parecido ocurre, eso sí, a escala más grande, en la economía general, al menos en un estado tan peculiar como el nuestro donde las entidades financieras que se ufanaban de su carácter privado y empresarial mientras ganaban dinero a espuertas, en el momento en que vinieron mal dadas, fueron rescatadas por el

El Bien Común

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La nevada última ha provocado numerosos problemas en nuestra vida moderna, principalmente, en el momento de incorporarse al trabajo y aunque cada vez somos más los que podemos valernos del teletrabajo para sacar adelante diferentes labores, no me negarán que la gente anda, andamos diría yo, mareada con tanto aviso amarillo, naranja, rojo y no se yo qué otro color, todo el día con avisos por viento, olas altas, lluvias torrenciales, y así, lo único que conseguimos, además de tranquilizar la conciencia de algún responsable institucional y descargar las responsabilidades de alguna aseguradora, es volver loco al personal y que, al igual que yo, la gente desconecte mentalmente nada más oír el aviso en cuestión. Pues bien, dicho lo dicho, les cuento que hace pocos días acudí a una reunión del Foro Rural Mundial en Derio a compartir mesa con representantes agrarios tanto de América del Sur, Asia y África en la que se trataba la situación de la Agricultura Familiar en el mundo y las

La debilidad de la carne

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Leí hace un tiempo el informe sobre el estudio de opinión sobre la imagen y los hábitos de consumo de la carne de vacuno impulsado por la Interprofesional de la Carne de Vacuno (Provacuno) y les tengo que reconocer que aunque quería escribir sobre sus conclusiones, lo tenía bastante aparcado porque, la verdad sea dicha, la actualidad agraria y alimentaria no da un respiro al juntaletras que les habla. Estaba repasando dicho informe cuando tuve conocimiento de un notición de relumbrón, de esos que te deja el cuerpo trastocado, puesto que en este mundo donde hay millones de personas que están hambrientos y/o malnutridos, resulta que en Holanda se ha organizado una colecta (crowdfounding en lenguaje moderno) para recabar 48.000 euros y con dicho dinerillo poder “jubilar” a Hermien (imagino que será nuestra Herminia) , una vaca, limusina para más señas, que logró escaparse del camión que la llevaba al matadero y así, librándola del sacrificio, que viva en libertad en un bosque de

Todista

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Dice Matías, Prats para más señas, que los clientes de la aseguradora que publicita son TODISTAS puesto que al contratar con la aseguradora del teléfono móvil lo obtienen todo, el mejor precio, ósea el más bajo, y, además, el mejor de los servicios que integra en su póliza todas las coberturas posibles. Cada vez que veo este anuncio televisivo me pregunto a mí mismo si Matías sabrá, o no, que millones de consumidores de alimentos, sin tanto anuncio y de forma sigilosa, son también todistas puesto que con un precio irrisorio obtienen el mejor de los productos. Los consumidores de huevos, por ejemplo, según apuntan diferentes voces autorizadas en la materia, quieren huevos de gallinas libres, sin jaula que les constriña el movimiento y todo apunta, no hace falta más que ver los sucesivos anuncios de cadenas de distribución informando de su negativa a comercializar huevos de jaula, que los huevos de jaula tienen los días contados y el sector productor, aún sin amortizar las in

El tiempo es Oro

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Suena el despertador y en un par de minutos ya estoy levantado. Nada más abrir los ojos, antes de darle los buenos días a mi mujer, reviso el móvil para cerciorarme de los emails que me han entrado por la noche y si mis publicaciones en redes sociales han suscitado algún comentario o reacción. Desayuno un zumo, café con leche (KAIKU por supuesto) y mientras juego en la Tablet al Farm Town apenas me doy cuenta de lo que me está comentando mi mujer con la que comparto mesa. Me visto, salgo a la calle con el teléfono en la mano y en 10 minutos ya estoy subido al tren para ir al trabajo. ¡Qué horror! La pesada de mi vecina se dirige hacia mi asiento y por si acaso, para no tener que hablarle, o escucharle, me calzo los pinganillos y hago como que escucho música. Almuerzo en la oficina, sólo, frente al televisor y en la vuelta a casa, no he tenido más remedio que hacer un pequeño teatrillo con el móvil, simular como que estoy hablando con alguien, para así evitar que me pegue el peñ

5 céntimos

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Centrado como estaba en buscar antes del día 28 algún candidato idóneo para los premios Gonzálo Nardiz que convoca el Gobierno Vasco con el objetivo de reconocer la trayectoria de gente del agro que haya destacado en su campo, siempre hay algún incordio por el medio y ésta vez ha sido la lectura de una noticia en la prensa madrileña, la que me ha soliviantado. Me explico. Hace unos cuantos años, en uno de mis viajes profesionales a la villa del oso y el madroño, representantes del sector ganadero reaccionaban escandalizados ante la práctica de una cadena de distribución, cuyo nombre prefiero olvidar, que organizó una subasta digital y ciega entre un grupo de empresas lácteas para adquirir unos cuantos millones de litros de leche de vaca, como fácilmente imaginarán, a un precio irrisorio que si bien vaciaba el almacén, dejaba temblando el balance empresarial y con ello, directa e irremediablemente, empujaba a la baja las compras de leche a los ganaderos. Tras numerosos epis

La placa de la Diputación

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Mi mujer y amigos están advertidos que yo no me voy de este mundo sin cumplir los 100 años para así poder ser enterrado con mi merecida placa conmemorativa que suele dar la Diputación. Lo que empezó siendo un chiste entre amigos y familiares va cogiendo visos de realidad y tanto es así que ya he llegado a la mitad del trayecto y por lo tanto, debo ir preparándome para el ansiado momento. No obstante, cada vez que me alegro al imaginar lo guapo que estaré en mi caja, repeinado, con el traje de domingo y con mi plaquita entre mis dedos, siempre tiene que haber alguien que me fastidie el día y así, últimamente, son muchos quienes pretenden amargarme mi momentico recordándome las penurias que vamos a pasar nuestros últimos años con la reducción de las pensiones y lo crudo que lo tendremos si no ahorramos un poco más para complementar, privadamente, la recortada pensión pública. Muchos de estos gafes, aunque no lo digan públicamente y aparezcan anunciados como expertos “neutral