KANPOLIBREAN.Ruralidad para los agrodomingueros
la semana
pasada, aprovechando la fiesta del 25, me acerqué junto con mi familia
política a la Sierra de la Demanda, a Mozoncillo de Juarros más
concretamente, un diminuto núcleo rural de apenas 50 habitantes donde la
inmensa mayoría son pensionistas. En él existe una cantina que solo
abre los fines de semana, cuenta con tres casas rurales y un campo de
fútbol que se encuentra monte arriba, a unos 700 metros del núcleo y que
es utilizado por equipos de fútbol amateur de la capital burgalesa, que
se halla a aproximadamente diez kilómetros puesto que en el pueblo, no
hay apenas gente joven.
Paisaje castellano, recio que diría aquel, duro y sobrio en mi
opinión, con campos de cereal por doquier, con unos municipios
diminutos que viven junto y cara a la capital. Fenómeno este que se da
cada vez más en las dos Castillas y Aragón pero también en nuestra
vecina Navarra donde la plenipotente Pamplona va pasando, año a año, de
ser la capital del reino a ser, en la práctica, la mitad del reino.
Si me apuran, algo similar podríamos decir del territorio
alavés donde la capital, Vitoria-Gasteiz, ha aumentado su dimensión y su
importancia en el conjunto del territorio llegando a un punto en el
que, en vez de ser un territorio con capital y cabeceras de comarcas,
tenemos una capital que fagocita toda la vida y actividad del
territorio, salvo lo que no se puede fagocitar o trasladar de sitio. Es
decir, descontadas las excepciones, la agricultura.
Es por ello que desde el sector agrario reivindican la
actividad primaria como factor de equilibrio territorial, de fijación de
población a lo largo y ancho del país y como los protagonistas activos
del medio ambiente, medio natural y paisaje, como ustedes quieran
llamarlo.
El paisaje de nuestros pueblos, montes y valles no lo han modelado ni gestionado cuatro sasiecologistas
de salón ni intelectuales de la cosa sino que, más bien al contrario,
son los baserritarras, agricultores, ganaderos y forestalistas, quienes
con su actividad productiva mantienen, gestionan, mejoran y preservan el
medio que tantos alaban pero, sólo ellos, trabajan diariamente. Como
dice mi amigo ganadero Mikel de Asteasu, las 35 hectáreas que su
explotación gestiona no lo hace ni por habilidad jardinera con su
desbrozadora ni por amor al arte, lo hace porque tiene unas vacas
lecheras que alimentar y porque, como él dice, el monte se limpia y
gestiona por y para los animales que hay en la explotación, no por otra
cosa.
Para que Tolosaldea, la Montaña Alavesa o el Valle de
Karrantza, por poner algunos ejemplos, sean tan bonitos, es necesario
que a lo largo y ancho de estas comarcas existan unos agricultores en
activo, una actividad productiva que explote y gestione las praderas,
las tierras de cultivo y los bosques y para que ellos vivan en esos
pueblos es necesario dotarlos de las condiciones de vida y las
infraestructuras que la vida moderna requiere.
Hacía mención antes a las excepciones y hago referencia a
ellas porque los casos de agricultores que viven en las ciudades aún
trabajando en su explotación ubicada en municipio rural en Euskadi, por
ahora, es una práctica limitada casi en exclusiva a Vitoria y los
alaveses pero no podemos cerrar los ojos ante los casos de baserritarras
jóvenes que deciden vivir en la ciudad, por muy cabecera comarcal que
sea, y trasladarse al caserío a trabajar.
Por ello conviene que las autoridades tengan este fenómeno en
cuenta en el momento de repartir los fondos financieros de los que
disponen entre los ayuntamientos del territorio en cuestión y priorizar,
relativamente al menos, la precaria situación de los municipios
rurales. Sí, esos municipios tan bonitos, relajantes y adecuados para,
disfrazados de ochomileros con el traje oficial de ternua, tomar el
caldo en la salida matutina dominguera, pero en los que, esos mismos
agrodomingueros, no vivirían para nada entre semana.
Los municipios rurales necesitan apoyo, financiero y de otras
cosas. Apoyando a estos pueblitos, apoyamos a los baserritarras.
Apoyando a los baserritarras apoyamos el medio natural y el paisaje.
Apoyando el medio natural y el paisaje, apoyamos nuestra calidad de vida
y a nosotros mismos.
Suena a cursilada pero es tan verdad como la vida misma.
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