El paraíso por un euro
El Índice de Comportamiento del Consumidor durante el mes de diciembre, elaborado por
la consultora Milward Brown, muestra cómo se empieza a ver el final de esta situación de
crisis y recoge algunos síntomas de mejora en las expectativas de consumo en el estado
Según los datos ofrecidos por el estudio, los consumidores han pasado de una etapa en
la que predominaba la reacción de pesimismo paralizante a otra en la que parece que
comienzan a vislumbrar un atisbo de esperanza dentro de una época de crisis en la que
todo parecía negativo y destructivo.
A pesar de ello, siempre según ese informe, el consumidor todavía tiene una cautela
extraordinaria a la hora de tomar las decisiones acerca de los productos que piensa
comprar y se mantiene el control sobre las compras con un claro predominio del precio
como factor decisivo en las compras.
Por otra parte, los diversos informes sobre tendencias de consumo que han visto la luz
recientemente destacan, unánimemente, que el consumidor ha optado por reducir el valor
de los productos de la cesta de compra y fraccionar el gasto pasando del carro quincenal
o mensual en el hiper a la cestita del súper al que acude 2-3 veces por semana por lo
que hace una compra más frecuente y económica en un súper de barrio al que acude, a
píe, atraído por la necesidad de llenar su despensa de productos frescos y , de paso, en
función de cómo vaya el balance de gastos semanales, complementar la cesta con otros
productos de droguería, etc.
En esta tesitura es fácilmente comprensible que el marketing de las empresas
agroalimentarias haya optado por desarrollar formatos pequeños y económicos que son
ofrecidos por el atractivo lema de “Todo por un euro” que permite al consumidor acopiar,
por cuatro duros, el género que necesita para los 2-3 días que le faltan hasta la próxima
incursión en el súper.
la consultora Milward Brown, muestra cómo se empieza a ver el final de esta situación de
crisis y recoge algunos síntomas de mejora en las expectativas de consumo en el estado
Según los datos ofrecidos por el estudio, los consumidores han pasado de una etapa en
la que predominaba la reacción de pesimismo paralizante a otra en la que parece que
comienzan a vislumbrar un atisbo de esperanza dentro de una época de crisis en la que
todo parecía negativo y destructivo.
A pesar de ello, siempre según ese informe, el consumidor todavía tiene una cautela
extraordinaria a la hora de tomar las decisiones acerca de los productos que piensa
comprar y se mantiene el control sobre las compras con un claro predominio del precio
como factor decisivo en las compras.
Por otra parte, los diversos informes sobre tendencias de consumo que han visto la luz
recientemente destacan, unánimemente, que el consumidor ha optado por reducir el valor
de los productos de la cesta de compra y fraccionar el gasto pasando del carro quincenal
o mensual en el hiper a la cestita del súper al que acude 2-3 veces por semana por lo
que hace una compra más frecuente y económica en un súper de barrio al que acude, a
píe, atraído por la necesidad de llenar su despensa de productos frescos y , de paso, en
función de cómo vaya el balance de gastos semanales, complementar la cesta con otros
productos de droguería, etc.
En esta tesitura es fácilmente comprensible que el marketing de las empresas
agroalimentarias haya optado por desarrollar formatos pequeños y económicos que son
ofrecidos por el atractivo lema de “Todo por un euro” que permite al consumidor acopiar,
por cuatro duros, el género que necesita para los 2-3 días que le faltan hasta la próxima
incursión en el súper.
A esta tendencia nano del gasto (tendré que patentar el término de Nanogasto) le
tenemos que sumar otros factores de compra que vienen imponiéndose en estos últimos
años, incluso en aquellos años de bonanza que tanto añoramos casi todos (incluso
aquellos sindicatos de clase que reclamaban por reducir el consumo de bienes ahora
reclaman mejoras salariales para poder mantener la rueda del consumo y con ello , los
puestos de trabajo), factores de compra como son la apuesta por productos saludables
que satisfagan a un consumidor que busca una vida más sana y/o por aquellos otros
consumidores que priorizan la facilidad y comodidad en el consumo a través de formatos
más innovadores y más adaptados a las necesidades de unas familias más variopintas
que las tradicionales (singles, parejas de ancianos o jóvenes, …) y donde, bien por
decisión propia bien por imperiosa necesidad, ambos miembros de la pareja están
Si cruzamos ambos vectores (nanogasto, salud y comodidad) no nos podemos extrañar
que en las baldas del comercio nos encontremos con productos alimentarios como el
pavo que consume una amiga mía que para su hamaiketako laboral tira de bandejitas de
lonchas de fiambre, plegadas, envueltas en un plástico con pestaña para abrir fácilmente
(hablando de abrefacil, ¿cuando puñetas inventarán el abrefacil para los chupachus de los
niños?), bajas en grasa y además, cómo suele espetarme ella, todo eso por un euro.
Eso sí, la callada por respuesta suelo recibir cada vez que le recuerdo que si bien
el importe que abona, un euro, no es mucho, no es menos cierto que el producto en
cuestión, el insípido pavo sale por un ojo de la cara si tenemos en cuenta que el kilo
de pavo lo paga a 10 euros. Osea, un euro por 100 gramos le parece, no barato, sino
baratísimo mientras que 10 euros el kilogramo le resulta caro.
Como verá estimado lector mi amiga ha caído en las garras de la estrategia de la industria
agroalimentaria que, conociendo la base psiconosequé del comportamiento de los
consumidores, ha optado por un formato pequeño, cómodo, saludable pero sobretodo,
Pronto le veremos a su hijo merendándose un bocata de queso que otra firma
agroalimentaria, láctea y francesa por cierto, ha sacado al mercado en bandejitas por un
euro añadiéndole al nombre del queso (que no pienso publicitar) el apellido de Bocata.
Tiempo al tiempo.
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