Quo vadis izquierda abertzale?
dice el refrán popular que los políticos suelen aplicar el "Todo por el pueblo pero sin el pueblo" y, aunque sé que el dicho no es aplicable al conjunto de los dirigentes políticos, no me negarán que estas últimas semanas, al menos en lo referente al sector primario, hemos tenido dos magníficos ejemplos de ello.
El primero ocurrió en sede parlamentaria hace un mes cuando se debatió una moción del PP presentada por mi amiga Mari Carmen López de Ocáriz que, aunque esta vez no haya andado fina, tengo que reconocer que viene demostrando una sensibilidad especial para el sector agrario y un conocimiento del mismo que extrañaría a más de uno. Una iniciativa en la que se proponía que las escuelas agrarias se ubicasen dentro del Departamento de Educación y no en el de Agricultura, como defiende el actual Ejecutivo y la mayoría del sector agrario.
Las escuelas agrarias históricamente han dependido del departamento de Agricultura y en su seno se imparte tanto la educación reglada como la educación continua. La primera, reglada, es la educación dirigida a la formación de nuevos agricultores pero también, especialmente los últimos años, la formación de nuevos especialistas en áreas como jardinería, etc. La otra, la continua, tiene como objetivo a los profesionales del agro que requieren estar continuamente reciclándose y formándose para estar, si o sí, a la última.
La especificidad de la formación, los ratios reducidos en algunos casos, las características de las instalaciones de dichos centros (cuadras, invernaderos, quesería, etc.) y los horarios en que se imparten los cursos de formación continua al que asisten los baserritarras en activo hace que las escuelas agrarias se salgan de lo habitual del resto de escuelas profesionales y es por ello que desde el sector se defiende, a capa y espada, que los centros mantengan su carácter único, con interconexión y coordinación total entre ambos tipos de formación y adaptados, en horarios y profesorado, a las especificidades que demandan los profesionales del agro.
No es casualidad que esta posición haya sido defendida ante el Parlamento Vasco por el conjunto del sector primario, empezando por los dos sindicatos agrarios Enba y Ehne, la Federación de Cooperativas Agrarias de Euskadi, la Asociación de Agricultura Ecológica Eneek, la Mesa Intersectorial de la Madera el Clúster de la Alimentación, la Asociación de Vino Abra, los centros de gestión Lorra, Abelur y Abere, diversas asociaciones (EHAE, Efrife, Epife, Confelac, Txerrizaleok, Gitxegi) y las federaciones de Cofradías de Pescadores de Bajura de Euskadi y Oppao, la Asociación de Pescadores de Altura de Ondarroa. O sea, el sector en pleno.
Aún así, la mayoría política conformada por los partidos de la oposición han preferido ignorar esta unanimidad e incluso, desde la izquierda abertzale se ha insinuado que el Gobierno Vasco los ha presionado, amenazándoles con retirarles alguna ayuda, quizás con el ánimo de sembrar alguna duda.
Mientras lo verdaderamente indignante es comprobar cómo el grupo parlamentario de la izquierda abertzale ha dado la espalda al sector y desdicho de lo que hace poco más de un año defendía en una enmienda parlamentaria en la que se proponía que las escuelas agrarias estuviesen en Agricultura.
No es el único caso ya que esta misma semana hemos tenido conocimiento de que el Consejo de Diputados de la Diputación Foral de Gipuzkoa destituyó a Julian Unanue de su cargo como director de Montes.
Hace exactamente un año escribí en este periódico un artículo sobre la cuestión forestal titulado Gipuzkoa: ¿foresta o zarza?, en el que daba cuenta del encontronazo entre dos planteamientos forestales, uno, defendido por los forestalistas y baserritarras que pretende aunar la sostenibilidad medioambiental con la rentabilidad de la actividad y otro, el segundo, defendido por grupos ecologistas y naturalistas que plantean la cuestión forestal exclusivamente desde la perspectiva medioambiental y la biodiversidad.
En dicho artículo hacía mención al papel, papelón mejor dicho, que Julian Unanue jugaba en este enfrentamiento y el papel, nada secundario, al parecer, jugado por los más radicales de la izquierda abertzale, unos cuantos, integrados en el grupo juntero de Bildu.
Pues bien, lo que se veía venir, ha ocurrido. El enfrentamiento ha reventado y la víctima, al menos la primera, Julian Unanue, ha sido cobrada y todo ello por el simple hecho de defender y amparar los planteamientos sectoriales que defiende el 100% de los propietarios forestales de este país; sí, esos "malvados" propietarios que plantan los arbolitos y trabajan durante 35-40 años para luego, si hay suerte y dependiendo como vaya el mercado, recuperar parte de lo invertido.
Unanue ha sido cesado y el sector productor golpeado pero habrá que esperar a conocer el nuevo rumbo, según Larraitz Ugarte, que retome la política forestal foral para calibrar las dimensiones del perjuicio que puedan ocasionar.
Lo dije hace un año y me reafirmo nuevamente: ahora le ha tocado a la política forestal y pronto le tocará a la política agraria, puesto que está meridianamente claro que la izquierda abertzale ya ha optado que su modelo de producción es, única y exclusivamente, el modelo agroecológico, por muy minoritario que sea dentro del sector y que los que no comulguen con sus tesis, -muchos de ellos votantes suyos-, están de sobra.
Visto lo visto, en mi interior, me llego a preguntar: Quo vadis izquierda abertzale?
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